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Antonio Machado

Fotografía Machado

Es el principal poeta de la generación del 98. nacido en Sevilla en 1975, vivió en tierras castellanas desde los 8 años. Tras una intensa labor literaria tiene que abandonar España al acabar la guerra civil y llega a Francia donde muere en 1939. su creación poética está marcada por distintos acontecimientos vitales que se reflejan en ella:

*Tras un viaje a Paris donde conoce a Rubén Darío, publica “soledades” (1903), que reelabora más tarde en “soledades, galerías y otros poemas” (1907). Es una obra con algunos rasgos modernistas que adelantan ya los temas y formas poéticas que le caracterizan.

*Su traslado a Soria como profesor es trascendental para su vida: allí conoce a su futura esposa, Leonor Izquierdo, allí moriría 3 años después con 18 años y allí profundiza él en el alma de Castilla. Es la época de “Campos de Castilla” (1912), su obra principal.

*Posteriormente en “nuevas sensaciones” (1926), ofrece sus reflexiones a modo de proverbios, así como poemas intimistas sobre el recuerdo de Leonor y un nuevo amor, Guiomar. Más tarde, rememora el paisaje castellano y comienza a cultivar, de acuerdo con su preocupación por España, la poesía social.

La poesía de Machado se asienta en dos supuestos básicos, la esencialidad y la temporalidad. Desde ellos aborda una doble tarea: captar la esencia de las cosas (el misterio del mundo y del hombre) y expresar el paso del tiempo o el fluir de la vida. Por eso, los temas fundamentales que se repiten en toda su obra poética son el destino casual, el amor, el paisaje, la búsqueda de sí mismo en el tiempo, en el amor, en la muerte, en el sueño o en un Dios impreciso.

Para expresar sus sentimientos sobre esas realidades y temas metafísicos, Machado recurre a diversos símbolos: el agua, la fuente, el río, el mar (el paso del tiempo); el camino representa la vida como búsqueda; la tarde simboliza la melancolía y la nostalgia, ect...

Campos de Castilla (Antonio Machado)
A un olmo seco
Al olmo viejo hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el Sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
van trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo, en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.