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El 7 de enero de 1830
      murió la reina Carlota Joaquina de Portugal, viuda del rey
      Juan VI y hermana del rey Fernando VII de España.
    
El 20 de enero se
      reuniò en Bogotá la asamblea constituyente convocada
      por Simón Bolívar. Con Venezuela clamando por la
      independencia, Bolívar presentó su dimisión
      como presidente del gobierno, pero no fue aceptada.
    
A finales del año anterior, un senador de Connecticut
      propuso en el Senado estadounidense una ley que limitara la venta
      de tierras en los territorios del oeste. Con ello expresaba los
      recelos de Nueva Inglaterra de que la formación de nuevos
      Estados cada vez más grandes y más poblados en el
      oeste terminara por reducir a la insignificancia a los
      pequeños Estados del este. Obviamente, su propuesta tuvo
      muchos detractores y un senador de Misuri terminó acusando
      abiertamente al noroeste de conspirar contra el oeste. Dicha queja
      fue recogida gustosamente por el senador Robert Young Hayne, de
      Carolina del Sur, que pronto desvió el asunto para defender
      la teoría sobre los derechos de los Estados a las que
      Carolina del Sur se acogía cada vez con más
      vehemencia. Le replicó el senador Daniel Webster, de
      Massachusetts, dando inicio al debate
        Hayne-Webster, el mayor despliegue de oratoria
      jamás visto en la nación. Webster negó que el
      noroeste fuese hostil al oeste, pero pronto dejó ese asunto
      espinoso para centrarse en una fervorosa defensa del unionismo.
      Ambos se pronunciaron sobre las cuestiones fundamentales. Los
      discursos de Hayne los escribía el más elocuente
      defensor de los derechos de los estados, el vicepresidente
      Calhoun, que también era de Carolina del Sur. Webster no
      necesitaba ayuda de nadie, y es considerado uno de los mejores
      oradores estadounidenses. Su intervención más
      destacada fue un discurso que dividió en dos sesiones, los
      días 26 y 27 de enero. Se conservan sus
      últimas palabras:
    
Cuando mis ojos contemplen por última vez el sol en el cielo, que no lo vea yo sobre los fragmentos rotos y deshonrados de una Unión antaño gloriosa; sobre Estados separados, discordantes, beligerantes: sobre una tierra desgarrada por las disputas civiles o, quizá, anegada de sangre fraterna. Que su débil y persistente mirada contemple, en cambio, la magnífica enseña de la república, hoy conocida y honrada en toda la Tierra, aún plenamente desplegada, sus armas y trofeso brillando con su lustre original, sin ninguna franja borrada ni manchada, sin una sola estrella oscurecida, llevando como lema, no una miserable pregunta, como ¿de qué vale todo esto?, ni esas otras palabras engañosas y absurdas: la libertad primero y la unión después; sino, en todas partes, estampada en vivos caracteres, resplandeciente en todos sus amplios pliegues, al ondear sobre el mar y sobre la tierra, y a todos los vientos bajo la totalidad de los cielos, ese otro sentimiento, caro a todo verdadero corazón americano: ¡Libertad y unión, ahora y siempre, unidas e inseparables!
Esta estremecedora imagen de los Estados Unidos terminando como
      sus vecinos del sur impresionó a muchos, pero no a Carolina
      del Sur, que siguió reivindicando los derechos de los
      Estados, sin dejar de insinuar la posibilidad de la
      secesión.
    
El 3 de febrero Francia, Gran
      Bretaña y Rusia acordaron proponer como futuro rey de
      Grecia al príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo, viudo de la
      única hija legítima del rey Jorge IV de Gran
      Bretaña, que había muerto de parto (junto con su
      hijo). Sin embargo, cuando se informó sobre la
      situación política de Grecia, declinó la
      oferta.
    
Entre los portugueses exiliados a Gran Bretaña tras la
      usurpación del trono de Portugal por el rey Miguel I se
      encontraba Pedro de Sousa,
      el marqués de Palmela,
      a quien el emperador Pedro I del Brasil nombraba ahora tutor de su
      hija Isabel, la reina legítima de Portugal, y en su nombre,
      Palmela, con ayuda británica, tomó la isla Terceira,
      en las Azores, y organizó allí una regencia. 
    
En Chile se iba cumpliendo el protocolo estipulado en el pacto de
      Ochagavia. Se había constituido un Congreso para modificar
      la ley electoral y nombrar un gobierno provisional. El pacto de
      Ochagavia establecía que este gobierno debía estar
      presidido por el liberal Ramón Freire, pero el 17 de febrero José
      Tomás Ovalle, el presidente de la Junta de Gobierno
      provisional, se las arregló para que su sucesor fuera el
      conservador Francisco Ruiz-Tagle, mientras Ovalle se
      convertía en vicepresidente. Más aún, Freire
      fue depuesto como jefe del ejército y fue sustituido por
      José Joaquín Prieto. El resultado fue que Freire se
      sublevó y las hostilidades continuaron.
    
En las Provincias Unidas del Río de la Plata, el 25 de febrero el ejército del
      unitario José María Paz derrotó al del
      federalista Juan Facundo Quiroga en la batalla
        de Laguna Larga. Tras ella Paz se hizo con el control de
      la provincia de Córdoba y Quiroga tuvo que refugiarse en
      Buenos Aires. 
    
Ese mismo día se estrenó en París Hernani, un drama de Victor
      Hugo en el que los románticos admiradores del autor
      tuvieron que acallar a gritos a los clasicistas que abucheaban la
      obra.
    
Stendhal publicó su primera obra maestra: la novela El rojo y el negro, que tuvo
      un gran éxito. Lamartine publicó sus Armonías poéticas y
        religiosas. 
    
El rey Carlos X de Francia demoró todo lo que pudo la
      convocatoria de las Cortes, ya que los liberales tenían la
      mayoría, pero el 2 de marzo
      tuvo que inaugurar la nueva legislatura. Se esperaba un discurso
      moderado, pero el rey elogió su propia actuación, y
      en particular su elección del ultramonárquico
      Polignac como jefe del gobierno. Los liberales consideraron el
      discurso como una provocación.
    
Puskin terminó su Eugenio
        Onegin. De esta época son también sus Relatos de Belkin. y sus "pequeñas tragedias",
      la más famosa de las cuales es la titulada Mozart y Salieri, en la que
      recoge una teoría popular sin fundamento según la
      cual Antonio Salieri envenenó a Mozart por envidia. 
    
Mary Shelley vendió los derechos de autor para una segunda
      edición de Frankenstein.
      Ese año escribió también la novela Perkin Warbeck. 
    
El 11 de marzo Bellini
      estrenó en La Fenice de Venecia su ópera Los Montescos y los Capuletos,
      para la cual adaptó la música que había
      escrito para Zaira. 
    
El 18 de marzo los liberales
      franceses aprobaron un decreto por el que los ministros nombrados
      por el rey debían contar con la aprobación del
      Parlamento. Temiendo algo así, el día anterior el
      rey había convocado nuevas elecciones para dentro de cuatro
      meses, y el 19 de marzo
      disolvió el Parlamento.
    
El 26 de marzo estaban
      disponibles para la venta los primeros ejemplares del Libro de Mormón. Sin
      embargo, en los meses siguientes, apenas se vendió un solo
      ejemplar. Harris, desesperado, trató de venderlos por
      sí mismo, pero acabó aceptando resignado que nadie
      quería comprarlo. Esto le supuso la pérdida
      definitiva de su granja. Los pocos ejemplares que se vendieron no
      los compraron precisamente adeptos, sino que sirvieron para
      constatar que muchas partes del texto estaban copiadas o
      mínimamente adaptadas de la Biblia.
    
En la isla de Java, el príncipe rebelde Diponegoro estaba
      siendo acorralado por los neerlandeses. Exigía que la isla
      fuera considerada un estado libre gobernado por un sultán y
      reclamaba para sí el título religioso de Califa. Los
      neerlandeses se ofrecieron a negociar y declararon una tregua. No
      obstante, el 28 de marzo,
      cuando acudió personalmente a participar en las
      negociaciones, fue hecho prisionero y enviado al destierro. La
      guerra había provocado la destrucción de las
      cosechas, por lo que siguió un periodo de hambre y
      epidemias. El nuevo gobernador neerlandés de las Indias
      Orientales, Johannes van den
        Bosch, tomó medidas para que la isla compensara
      las pérdidas ocasionadas por la guerra: desarrolló
      un sistema de cultivos obligatorios, por el que los nativos
      tenían que cultivar productos de interés para la
      exportación.
    
El rey Fernando VII de España había tenido una
      única hija que murió en el parto junto con su madre,
      la segunda esposa del monarca, y ahora, María Josefa de
      Sajonia, su cuarta esposa había quedado embarazada. La
      noticia desesperó a los ultras, que —al igual que media
      España— esperaban con ansia la muerte del rey (que
      aún iba a cumplir los cuarenta y seis años) para que
      su hermano Carlos asumiera la corona. Su única esperanza
      ahora era que la reina diera a luz a una niña, porque
      Felipe V, el primer rey de la dinastía borbónica en
      España, había promulgado la ley sálica poco
      después de acceder al trono, luego si nacía una
      niña el infante don Carlos seguiría siendo el
      heredero legítmo. Sin embargo, Fernando VII quiso evitar
      esa posibilidad y el 31 de marzo
      publicó la pragmática
        sanción, por la que derogaba la ley sálica.
      Se podría discutir si el monarca tomó alguna vez una
      decisión acertada en su vida, pero, ciertamente,
      ésta sería la última que podría
      considerarse como tal: la única —y no poca— utilidad de que
      todos los habitantes de un país se resignen a aceptar como
      rey al que le toca por nacimiento de acuerdo con unas normas
      claras de sucesión, por muy nefasto que pueda ser el
      heredero de turno —y Fernando VII había demostrado que
      podía ser mucho más nefasto de lo que cualquiera
      hubiera podido imaginar— era evitar las sangrientas guerras de
      sucesión que periódica e indefectiblemente han
      azotado a todas las naciones suficientemente grandes con un
      sistema de gobierno electivo (salvo los Estados Unidos). Cambiar
      las normas de sucesión en un momento en el que ello altera
      el sucesor es provocar un conflicto que no puede acabar sino en
      una guerra civil, destruyendo la única razón de ser
      de la monarquía.
    
La situación era más compleja, porque, en realidad,
      había sido Carlos IV el que derogó en su día
      la ley sálica e hizo que las cortes aprobaran su
      decisión. Ello sucedió cuando el rey actual
      tenía cinco años, y su hermano Carlos uno. Carlos IV
      había perdido varios hijos anteriores a los pocos
      años de su nacimiento, y temía que Fernando y Carlos
      pudieran correr la misma suerte, así que derogó la
      ley sálica para que, en caso de que murieran, sus hermanas
      mayores pudieran heredar la corona. A pesar de que en ese momento
      la reforma no habría suscitado ninguna controversia, no
      hizo público el decreto, de modo que pocos conocían
      su existencia. Ahora Fernando VII se limitaba a hacer
      pública una ley ya aprobada, pero, claro, los carlistas
      pensaron que se trataba de una manipulación descarada del
      rey, otra de sus muchas mentiras cínicas, y estalló
      la polémica.
    
El presidente chileno Ruiz-Tagle no sólo no fue aceptado
      por los liberales, que se habían rebelado bajo la
      dirección de Freire, sino que el propio jefe del
      ejército gubernamental, el conservador José
      Joaquín Prieto, hacía caso omiso de sus
      instrucciones. Por ello Ruiz-Tagle aceptó el consejo de
      dimitir para que el vicepresidente Ovalle reasumiera la
      presidencia el 1 de abril, ya
      que se llevaba mejor con los conservadores.
    
El 6 de abril Joseph Smith
      fundó la Iglesia de
        Cristo, que contaba en esos momentos con unos treinta
      seguidores, aunque el número de bautizados aumentaba poco a
      poco. Unos días más tarde realizó un
      exorcismo en Colesville
      por el que fue procesado, aunque resultó absuelto. No
      obstante, Smith y Cowdery tuvieron que salir huyendo de la ciudad
      para evitar ser linchados por una multitud.
    
El 13 de abril se
      delebró en Washington "el día de Jefferson", en
      conmemoración de su nacimiento. El senador Hayne, en
      colaboración con otros senadores de Carolina del Sur,
      organizó una cena en la que pretendían reforzar los
      vínculos entre los Estados del sur y los del oeste contra
      los del norte. El presidente Jackson fue invitado con la esperanza
      de que se decantara por ellos. Hasta la fecha no se había
      pronunciado ni como unionista ni como defensor de los derechos de
      los Estados. El momento más destacado se produjo a la hora
      de los brindis. El primero en brindar fue Hayne, que dijo: "La unión de los Estados, y
        la soberanía de los Estados". A este siguieron
      varias decenas de brindis, la mayoría exaltando los
      derechos de los Estados, mientras Jackson permanecía
      sentado en silencio. Finalmente le tocó el turno y todas
      las miradas estaban puestas en él. Se levantó y,
      mirando fijamente a Calhoun, con voz resonante dijo: ¡Nuestra Unión
        Federal... debe ser conservada! Y si Jackson decía
      que debía ser conservada, todos podían estar seguros
      de que la defendería a muerte. Calhoun, nervioso,
      trató de rebajar las palabras del presidente con su
      intervención: Nuestra
        Unión, después de nuestra libertad, es lo
        más caro para nosotros. Ojalá que siempre
        recordemos que sólo puede ser conservada distribuyendo
        los beneficios y las cargas de la Unión. Pero
      Jackson siguió mirando a Calhoun con severidad. Estaba
      claro que, mientras Jackson fuera presidente, la carrera
      política de Calhoun estaba acabada, y que nunca
      llegaría a la presidencia. Al parecer, poco antes alguien
      había hecho saber oportunamente al presidente que, en
      contra de lo que siempre había creído, había
      sido Calhoun y no John Quincy Adams quien había pedido que
      se le abriera un consejo de guerra a raíz de su
      actuación en Florida, diez años atrás.
    
El 17 de abril las tropas
      gubernamentales chilenas dirigidas por José Joaquín
      Prieto derrotaron a los liberales rebeldes dirigidos por
      Ramón Freire en la batalla
        de Lircay, que puso fin a la guerra civil. Muchos
      liberales fueron exiliados. La situación permitió al
      presidente Ovalle tomar medidas autoritarias. Introdujo una
      férrea censura de la prensa y centralizó en Santiago
      la política del país.
    
El 29 de abril fue proclamada
      la nueva constitución colombiana.
    
Simón Bolívar pidió poderes dictatoriales
      para entrevistarse con Páez, pero su petición fue
      denegada. El 4 de mayo
      renunció definitivamente a la presidencia colombiana. Fue
      sustituido por Joaquín
        Mosquera, si bien, por su ausencia, el gobierno
      quedó temporalmente en manos del vicepresidente, Domingo Caycedo. 
    
El 6 de mayo un congreso
      reunido en Valencia proclamó la independencia de Venezuela.
      José Antonio Páez fue reconocido como presidente de
      la república hasta que se celebraran elecciones.
    
Al enterarse de la secesión venezolana, un grupo de la
      aristocracia de Quito se reunió el 13 de mayo y declaró también la
      independencia del territorio, bajo el nómbre de
      república de Ecuador.
      Eligieron como presidente provisional al general venezolano Juan José Flores. 
    
El 16 de mayo murió el
      matemático francés Jean Baptiste Joseph Fourier. Su
      muerte ocasionó que se perdiera un artículo que un
      joven matemático de diecinueve años le había
      enviado en calidad de secretario de la Academia de Francia para
      optar al premio anual que ésta otorgaba. El aspirante se
      llamaba Evariste Galois,
      y el trabajo versaba sobre qué ha de cumplir una
      ecuación polinómica para ser resoluble por
      radicales. Galois acababa de conocer el trabajo de Abel y se dio
      cuenta de que sus resultados coincidían parcialmente,
      así que se puso a estudiar más a fondo la
      teoría de funciones elípticas.
    
Tras un acalorado debate, el Congreso de los Estados Unidos
      aprobó la Ley de
        traslado de los indios, que autorizaba al gobierno a
      negociar tratados con los indios para trasladarlos al oeste del
      Mississippi. El presidente Jackson firmó la ley el 28 de mayo. En realidad ya se
      habían firmado muchos tratados de traslado, tanto por parte
      del gobierno federal como de Estados individuales.
      Teóricamente los traslados tenían que ser
      voluntarios, es decir, que la ley no obligaba a los indios a
      firmar ningún tratado que no consideraran conveniente, pero
      había muchos medios de hacerlos firmar: desde el simple
      engaño hasta el aceptar como vinculante la firma de unos
      pocos jefes sobornados a tal efecto.
    
El 4 de junio fue asesinado en
      una emboscada Antonio José de Sucre. Existen diversas
      teorías sobre quién o quiénes organizaron su
      asesinato y por qué. Una de ellas afirma que la provincia
      de Pasto quería
      incorporarse a la república de Ecuador y que Sucre fue
      asesinado por orden del general José
        María Obando, en previsión de que Sucre
      tratara de retenerla bajo la soberanía colombiana. Otra
      versión dice que Sucre se dirigía a Ecuador y que
      Juan José Flores lo hizo asesinar para que no le arrebatara
      la presidencia, etc.
    
El 13 de junio Joaquín
      Mosquera asumió la presidencia de Colombia.
    
El 14 de junio una flota
      francesa desembarcó en Argelia com más de 37.000
      soldados dispuestos a vengar "el
        asunto del abanico", bajo las órdenes de Louis-Auguste-Victor de Ghaisne,
      conde de Bourmont y
      mariscal de Francia. El gobernador argelino reunió en pocos
      días un ejército de unos 10.000 hombres.
    
El 26 de junio murió el
      rey Jorge IV de Gran Bretaña. Dejó cuatro hijos
      ilegítimos, dos de ellos varones, pero ninguno que pudiera
      sucederle. Su hermano Federico había muerto tres
      años atrás, también sin descendencia,
      así que la corona la heredó su siguiente hermano,
      que se convirtió en el rey Guillermo IV, a punto de cumplir sesenta y cinco
      años de edad. Había tenido dos hijas que murieron al
      poco de su nacimiento, así que su herdera era su sobrina
      Victoria, la hija de su hermano Eduardo, que tenía ya once
      años. Su madre, la duquesa Victoria de Sajonia-Coburgo, se
      llevaba mal con el nuevo monarca, y trató de mantenerlo
      apartado de su hija. En cierta ocasión Guillermo IV dijo
      que ojalá que pudiera reinar hasta la mayoría de
      edad de Victoria.
    
El nuevo rey resultó ser mucho más sensato y eficiente que su hermano. El duque de Wellington declaró que en diez minutos despachaba más asuntos con Guillermo IV que con su hermano en varios días. Otro de sus allegados declaró que el nuevo rey hacía todas las preguntas necesarias para comprender cada problema, mientras que su hermano evitaba preguntar para no evidenciar ignorancia y su padre preguntaba mucho, pero no atendía a las respuestas.
El 28 de junio el
      ejército francés estaba preparado para asediar
      Argel.
    
El 4 de julio cayó Sultan-Khalessi, el principal
      fuerte que defendía Argel y el 5
        de julio la ciudad capituló. Los franceses
      entraron en la ciudad con un balance de 415 muertos en sus filas.
      Bourmont organizó un gobierno provisional de la ciudad,
      contando con el apoyo de jefes locales que desde el primer momento
      se habían aliado con los franceses.
    
Ese mismo día José María Paz
      constituyó la Liga
        Unitaria, que unía a nueve provincias de las
      Provincias (teóricamente) Unidas del Río de la
      Plata, las provincias interiores, que establecían una
      alianza defensiva y ofensiva contra las provincias federalistas
      del litoral.
    
Los ultras franceses se estaban viendo en dificultades para
      amañar las elecciones al Parlamento, así que el 6 de julio Polignac urgió al
      rey Carlos X a que invocara al artículo 14 de la
      Constitución que permitía suspenderla en caso de
      emergencia, otorgando poderes extraordinarios al monarca. El plan
      era anular las elecciones en curso y convocar otras más
      adelante, después de haber nombrado "a dedo" prefectos
      provinciales ultramonárquicos que pudieran amañar
      adecuadamente los resultados electorales para que la voluntad de
      Dios se impusiera sobre la de los franceses.
    
El 9 de julio llegó a
      París la noticia de la toma de Argel. El rey Carlos X
      pensó que este éxito le ayudaría a imponerse
      sobre los liberales, pero lo realmente importante fue que lo
      privó del apoyo británico. El rey respondió
      altaneramente a los británicos cuando le pidieron
      explicaciones sobre sus intenciones en Argelia. 
    
El 18 de julio se
      aprobó la constitución del Estado
        Oriental del Uruguay, que fue el nombre que adoptó
      la que los rioplatenses llamaban Banda Oriental y los
      brasileños Provincia Cisplatina. 
    
El 17 de julio un inventor francés llamado Barthélemy Thimonnier patentó una máquina de coser y se dispuso a abrir una empresa que fabricaría uniformes para el ejército francés mediante sus máquinas. Sin embargo, su fábrica fue incendiada por obreros que temían perder sus trabajos si se difundía el uso de las máquinas de coser. Thimonnier trabajó muchos años perfeccionando su invento, pero nunca consiguió que fuera aceptado y murió en la pobreza.
El 26 de julio el rey Carlos X
      de Francia anunció que, de acuerdo con el artículo
      14 de la constitución, reforzaría su gobierno con
      unas ordenanzas, las cuales (firmadas e día anterior)
      establecían entre otras cosas: la supresión de la
      libertad de prensa, la disolución de la Cámara de
      los Diputados, una reducción del número de diputados
      en las futuras cámaras y la exclusión de la
      burguesía del proceso electoral. Habían sido
      preparadas tan en secreto que ni la policía había
      sido advertida para contener posibles revueltas el día de
      su publicación. Los liberales, que esperaban alguna clase
      de maniobra ultrarrealista, no se esperaban algo tan
      drástico y tan pronto, así que las ordenanzas
      causaron principalmente estupor. Inmediatamente se produjeron
      reuniones clandestinas, especialmente de los principales
      periodistas liberales.
    
El 27 de julio, desafiando las
      ordenanzas, cuatro periódicos parisinos publican sin
      autorización una protesta de los periodistas en la que las
      declaran inconstitucionales. El prefecto de policía ordena
      la incautación de las prensas y se producen enfrentamientos
      entre la policía y los trabajadores de los
      periódicos. A lo largo de la tarde empiezan a aparecer
      grupos de manifestantes que montan barricadas y hostigan a los
      soldados tirándoles piedras, ladrillos, macetas...
      Finalmente asaltan una tienda de armas. Hacia la puesta del sol
      los soldados empezaron a disparar contra los manifestantes.
    
El 28 de julio París
      estaba lleno de barricadas. Unos 10.000 insurgentes asaltaban los
      arsenales cantando la Marsellesa, prohibida desde los tiempos de
      Napoleón. A las once de la mañana el gobierno se
      refugia en el palacio de las Tullerías, desde donde
      Polignac envía un mensaje al rey Carlos X, que estaba en el
      palacio de Saint-Cloud,
      instándolo a reaccionar con rapidez. Hacia el
      mediodía, los manifestantes enarbolaron la bandera tricolor
      revolucionaria.
    
Mientras tanto, los diputados liberales tratan de negociar con el
      gobierno. Éste exige el fin de las revueltas como primer
      paso, mientras que aquéllos piden la derogación de
      las ordenanzas. Sin embargo, la discusión no duró
      mucho, pues Polignac, en una habitación contigua, se
      negó a recibir a los diputados.
    
En la mañana del 29 de julio
      dos regimientos que defendían la plaza Vendôme se
      pasan al lado de los insurgentes. El marqués de La Fayette,
      a sus setenta y tres años, acepta el ofrecimiento de
      ponerse al frente de la Guardia Nacional, disuelta tres
      años atrás, y que se acaba de reconstituir. Incluso
      se le llega a proponer la presidencia de una nueva
      república francesa, pero él declina y sugiere que se
      ofrezca la corona al duque Luis Felipe de Orleans, primo del rey.
      El duque había regresado a Francia tras la caída de
      Napoleón, y había sido uno de los principales
      beneficiarios de las compensaciones que Luis VIII y Carlos X
      habían decretado para los exiliados por la
      revolución francesa. Contaba con el afecto del pueblo en
      gran parte gracias al recuerdo de su padre, Felipe Igualdad. Desde
      su regreso a Francia había adoptado una vida esencialmente
      "burguesa" y había manifestado una oposición
      moderada a los ultras. La idea de proponerlo como rey no era
      original de La Fayette, sino que ya se venía barajando
      desde hacía algunos días, y los liberales lo
      habían tanteado al respecto. Él mantuvo en todo
      momento una posición cauta que no lo comprometía, de
      acuerdo con las recomendaciones de los propios liberales.
    
Para el duque de Orleans trabajaba como escribiente un joven de
      veintiocho años de escasa formación, pero de
      excelente caligrafía, llamado Alexandre Dumas. El joven completaba su
      formación de forma autodidacta, y había publicado un
      vaudeville y una novela.
      Ese año estrenó un drama histórico titulado Enrique III y su corte, con
      el que adquirió cierta notoriedad (no sin provocar cierta
      polémica: la obra fue calificada de "escándalo en prosa",
      en alusión al Hernani
      de Hugo, al que sus detractores calificaron de escándalo en verso). 
      
    
El rey Carlos X aceptó finalmente las presiones de los
      insurgentes y destituyó a Polignac y al resto de su
      gobierno, disponiendo la formación de un nuevo gabinete.
      Con ello decepcionó a los ultras y se quedó aislado
      políticamente. Por la tarde los insurgentes dominan
      París y el ejército ha tomado posiciones para
      defender el palacio de Saint-Cloud, donde se encuentra
      todavía el rey. La revolución había
      triunfado. Los tres últimos días son conocidos en la
      historia de Francia como las
        tres (jornadas) gloriosas.
      
    
Los periodistas liberales redactaron unos carteles que los
      parisinos pudieron leer en las paredes de la ciudad en la
      mañana del 30 de julio:
      
    
Carlos X no puede volver a París. Ha hecho derramar la sangre del pueblo.
La república nos expondrá a divisiones horribles y nos enfrentará con Europa.
El duque de Orleans es un príncipe dedicado a la causa de la Revolución.
El duque de Orleans nunca se ha enfrentado a nosotros.
El duque de Orleans ha llevado a fuego la enseña tricolor.
El duque de Orleans puede llevarla de nuevo. No queremos a otro.
El duque de Orleans se ha pronunciado: acepta la Constitución como siempre la hemos querido y entendido. Obtendrá la corona del pueblo francés.
Ese día llegaron a los insurgentes las noticias sobre el
      cese del gobierno decretado por el rey, pero ya era tarde, se
      había formado un gobierno provisional que había
      anunciado que Carlos X ya no era rey de Francia.
    
El 31 de julio el rey Carlos X
      se vio obligado a abandonar Saint-Cloud cuando una multitud se
      disponía a saquear el palacio. Se refugió en
      Versalles mientras Luis Felipe de Orleans entraba en París
      y aceptaba el cargo de Lugargeniente General del Reino que le
      ofrecía la Cámara de los Diputados. Por la noche el
      rey llegaba a Rambouillet,
      un pueblo cercano a París.
    
El 1 de agosto Carlos X
      sorprendió a todos enviando al duque de Orleans en el que
      lo nombraba Lugarteniente General del Reino. Según sus
      propias palabras:
    
El señor duque de Orleans está en París, donde los rebeldes ya lo han nombrado Lugarteniente General del Reino. Es posible que nombrándolo yo mismo haga un llamamiento a su honor al que no será del todo insensible. Es posible igualmente que este paso lo obligue a renunciar a sus planes culpables. Mi confianza en él puede forzarlo igualmente a defender los intereses de la corona.
La respuesta del duque fue:
    
El señor duque de Orleans ha recibido con respeto el mensaje que M. de Girardin le ha entregado de parte del rey y se ha sentido muy emocionado. Se siente orgulloso de que el rey haga justicia a su afecto. Pero las circunstancias son tales que le será imposible darle otra respuesta sin comprometer sus mayores intereses. Él desea vivamente ser útil al rey, ve con un dolor inexpresable la posición en la que se encuentra el rey, así como los príncipes y princesas que lo acompañan, y no dejará de hacer todos los esfuerzos que pudieran estar en su poder para preservarlos de todo peligro. Le ruega a M. de Girardin que le pida al rey que le haga saber en el más breve plazo posible qué medidas podría tomar para preservarle de los peligros que lo amenazan.
Ese mismo día encargó que se contrataran los dos
      mayores barcos estadounidenses que pudieran hallarse y que fueran
      llevados a Cherburgo. El
      prefecto marítimo de esta ciudad recibió
      instrucciones secretas en las que se le recomendaba que "Su majestad el rey Carlos X y su
        familia fueran rodeados de los signos del mayor respeto tanto en
        Cherburgo como a bordo de los barcos". En suma, Luis
      Felipe preparó el exilio del rey.
    
El 2 de agosto el rey Carlos X
      intentó una nueva maniobra por salvar la dinastía, y
      escribió al duque de Orleans en los términos
      siguientes:
    
Primo mío:
Estoy profundamente apenado por los males que afligen o que podrían amenazar a mis pueblos por no haber buscado un medio de prevenirlos. Por ello he tomado la resolución de abdicar de la corona en favor de mi nieto el duque de Burdeos. El Delfín, que comparte mis sentimientos, renuncia también a sus derechos en favor de su sobrino.
Vos deberéis, pues, en calidad de Lugarteniente General del Reino, proclamar el advenimiento de Enrique V a la corona. Tomaréis además todas las medidas que os conciernen para regular las formas de gobierno durante la minoría de edad del nuevo rey [...] y me comunicaréis lo antes posible la proclamación por la que mi nieto será reconocido bajo el nombre de Enrique V. [...] Os reitero, primo mío, el testimonio de los sentimientos por los que me considero vuestro primo afectuoso.
El duque de Burdeos tenía entonces diez años, y era
      hijo del duque de Artois, que había muerto asesinado diez
      años atrás. La idea era que el Delfín Luis
      Antonio, el duque de Angulema, era tan ultramonárquico como
      el propio Carlos X, por lo que los revolucionarios no lo
      habrían aceptado de ninguna de las maneras, mientras que de
      este modo el duque de Orleans podía complacer a los
      insurgentes convirtiéndose en el rey de facto, pero se
      conservaría la legitimidad dinástica. El duque de
      Orleans convocó un consejo de gobierno y terminó
      resolviendo que no era él quien debía recibir (ni
      mucho menos aceptar) la abdicación del rey, y a medianoche
      contestó a Carlos X haciéndole saber que
      había depositado el mensaje en los archivos del Parlamento
      para que fuera debidamente considerado. Más tarde
      explicó por qué había renunciado a aceptar la
      abdicación del rey: Por una parte, los revolucionarios no
      querían a los borbones, y hubiera sido imposible imponerles
      uno, fuera cual fuera, además el duque de Borbón
      habría estado bajo la influencia de su familia y, por
      último, su salud era enfermiza: "Al menor cólico me habrían acusado de
        haberlo envenenado". 
    
Ese mismo día el duque de Orleans envió al rey
      cuatro comisarios encargados de acompañarlo al exilio, pero
      el rey manifestó su voluntad de permanecer en Francia hasta
      que su nieto fuera proclamado rey. Ante esta decisión, Luis
      Felipe ordenó a La Fayette que marchara a Rambouillet al
      frente de un ejército que hiciera comprender al rey su
      situación. El 3 de agosto
      La Fayette reunió a unos veinte mil voluntarios sin
      uniforme y los envió bajo el mando del general Pierre Claude Pajol y el
      coronel Jean-François
        Jacqueminot, que observó: al primer disparo de metralla,
        saldrán espantados del campo como gorriones.
      Previamente los comisarios volvieron a reunirse con Carlos X para
      advertirle que, si no partía de inmediato tendría
      que explicar sus motivos a una muchedumbre de cuarenta mil hombres
      (al parecer, se equivocó al contarlos). El rey tomó
      el camino de Cherburgo. Luis Felipe le envió una suma de
      dinero y dio instrucciones a sus emisarios de que trataran al rey
      con el máximo respeto y que procuraran que la bandera
      tricolor no fuera enarbolada en su presencia. Ese día
      concedió una pensión a Rouget de Lisle, el autor de
      la Marsellesa, que tenía ya sesenta años. La
      prohibición que Napoleón había establecido
      sobre el himno revolucionario fue levantada, aunque éste no
      recuperó su antiguo status
      de himno de Francia.
    
El 7 de agosto el Parlamento
      francés modificó la Constitución.
      Eliminó el preámbulo que aludía al antiguo
      régimen y la presentó como un pacto entre la
      nación y el rey, y no como una concesión de
      éste último. La religión católica
      dejaba de ser la religión del Estado, se suprimía la
      censura de la prensa y se adoptaba la bandera tricolor.
    
El 9 de agosto se
      anunció en el Parlamento francés la
      abdicación del rey Carlos X (pero no la designación
      de Enrique V como
      sucesor) y el duque de Orleans, tras jurar la Constitución,
      se convirtió en Luis
        Felipe I, rey de los
        franceses (y no de Francia), para indicar que eran los
      franceses quienes le otorgaban la soberanía. El reinado de
      Luis Felipe I se conoce como "monarquía
        de julio", porque fue en julio cuando tuvo lugar la
      revolución de "las tres
        gloriosas" que le dio la corona.
    
La abdicación de Carlos X dividió a los ultras en legitimistas, que consideraban que el auténtico rey era Enrique V, y los auténticos legitimistas, que consideraban nula la abdicación de Carlos X y lo seguían teniendo por el verdadero rey de Francia.
El 16 de agosto llegó
      Carlos X a Cherburgo y allí embarcó hacia Gran
      Bretaña. Estableció su residencia en Dorset, pero el
      acoso de los acreedores de las deudas que había
      contraído en su anterior exilio lo llevaron unos meses
      después a trasladarse a Edimburgo.
    
Las noticias sobre la revolución en Francia caldearon la
      política de los Países Bajos, donde el sur estaba
      cada vez más descontento con el rey Guillermo I. Las
      tensiones lingüísticas y religiosas (el sur era
      mayoritariamente francófono y católico, frente al
      norte de lengua neerlandesa y protestante) habían
      polarizado otros aspectos de la vida política: el sur se
      había vuelto liberal y el norte absolutista. La
      política del rey se volvía cada vez más
      autoritaria y desde el año anterior recurría a la
      censura de la prensa y al exilio de los activistas más
      conflictivos. Durante las semanas siguientes a las tres gloriosas empezaron
      a multiplicarse los disturbios: lecturas públicas de
      periódicos franceses, aparición de carteles y
      panfletos, etc.) El 24 de agosto
      se celebraba el aniversario de Guillermo I. En Bruselas, los
      festejos comenzaron la noche anterior con unos fuegos de artificio
      en los que se distribuyó la consigna: Lundi,
        23. août, feu d'artifice; mardi, 24. illumination,
        mercredi, 25. revolution. El programa se cumplió
      fielmente: el 25 de agosto se
      representó la ópera La muette de Portici (La mudita de Portici) del
      compositor Daniel-François-Esprit
        Aubert, una Grand
        Opéra romántica estrenada en Francia dos
      años atrás. El argumento trataba sobre una antigua
      sublevación contra el gobierno español en
      Nápoles, y durante la representación se empezaron a
      oír vivas a la libertad. A la salida la muchedumbre se
      descontroló y asaltó una armería, una
      juguetería (para hacerse con tambores) y acabó
      tomando el palacio de Justicia.
    
Poco después de que estallara la revuelta en Bruselas, en
      varios puntos de la ciudad se enarbolaron banderas francesas,
      pero, como esto suscitó recelos, el 26 de agosto los insurgentes diseñaron una
      bandera tricolor, roja, amarilla y negra (colores tomados del
      escudo de Bravante) que presentaron como la bandera de Bélgica. La
      burguesía formó una guardia burguesa para restablecer el orden, y
      logró controlar el centro de la ciudad, pero los
      insurgentes se desplazaron a la periferia. 
    
Tan pronto como el rey Carlos X hubo abandonado el territorio
      francés, Luis Felipe I envió cartas a todas las
      naciones europeas pidiendo el reconocimiento de la nueva
      monarquía francesa. Explicaba que las tres gloriosas habían sido una
      catástrofe que le hubiera gustado evitar, pero que
      había aceptado la corona que se le ofreció como mal
      menor para evitar que Francia cayera en la anarquía.
      También aseguraba que Francia respetaría todos los
      tratados internacionales y que, en particular, no trataría
      de obtener ningún incremento territorial. Gran
      Bretaña estaba harta de Carlos X, así que fue la
      primera en reconocer la monarquía de julio y el ministro de
      asuntos exteriores británico comunicó a Metternich
      que Gran Bretaña permanecerá neutral ante los
      cambios políticos internos en Francia mientras el
      país se mantenga en calma. El 27
        de agosto el emperador Francisco I de Austria
      recibió al enviado francés, al cual expresó
      su opinión de que lo sucedido en Francia era algo
      lamentable, que ese estado de cosas no podía durar, pero
      que él no puedía hacer nada que favoreciera la
      anarquía y que, por consiguiente, reconocería a Luis
      Felipe I como nuevo rey de Francia. La reacción del rey
      Federico Guillermo III de Prusia fue similar. El zar
      Nicolás I se mostró más hostil y su primera
      reacción fue prohibir los viajes a Francia de sus
      súbditos rusos.
    
Mientras tanto las revueltas de Bruselas se extendieron a Lieja,
      Lovaina y otras ciudades. El rey Guillermo I envió a sus
      hijos Guillermo y Federico, al primero con
      instrucciones de negociar y al segundo al frente de seis mil
      soldados "negociadores", para esgrimir otra clase de argumentos si
      fueran necesarios. El 31 de agosto
      Guillermo I recibió a una delegación de Lieja y a
      otra de Bruselas, pero no cedió a ninguna de sus
      peticiones, remitiendo toda decisión a los Estados
      Generales que acababa de convocar. La delegación de
      Bruselas tuvo que enfrentarse a una multitud furiosa en las calles
      de La Haya. Ese mismo día, el príncipe Guillermo
      exigió a los insurgentes que depusieran su bandera y
      anunció que al día siguiente entraría en
      Bruselas al frente de su ejército. Los habitantes de
      Bruselas respondieron preparando barricadas en las calles. Al
      enterarse, el príncipe Guillermo cambió de idea y el
      1 de septiembre entró en
      la ciudad acompañado únicamente de su estado mayor y
      protegido por la guardia burguesa. Allí fue convencido para
      que aconsejara a su padre convertir a los Países Bajos en
      una federación en la que Bélgica tuviera sus propias
      leyes e instituciones. Durante las semanas siguientes el rey no
      tomó iniciativa alguna. Mientras tanto los
      periódicos belgas, que recogían la opinión de
      los cabecillas de la revuelta, no pedían la independencia
      de Bélgica, sino únicamente la separación
      administrativa entre Bélgica y Holanda. 
    
En Colombia estalló un enfrentamiento entre un regimiento
      militar leal a Bolívar y otro leal al exiliado presidente
      Francisco de Paula Santander. El presidente Mosquera trató
      de trasladar al primero, pero esto provocó el levantamiento
      de los venezolanos residentes en Bogotá. Los bolivarianos
      se impusieron y Mosquera abandonó la capital junto con el
      vicepresidente Caycedo. Ello hizo que el 5 de septiembre el general Rafael Urdaneta
      (bolivariano) asumiera la presidencia del gobierno, con la
      esperanza de convencer a Bolívar para que volviera a
      ponerse al frente de Colombia.
    
El 6 de septiembre una
      revuelta obligó al príncipe elector Guillermo II de
      Hesse a autorizar que se redactara una constitución.
    
Cauchy marchó a Suiza, donde colaboró en la
      fundación de la Academia
        Helvética. Poco después fue requerido a
      volver a Francia para prestar juramento de lealtad al nuevo
      régimen. Se negó a ello y, como consecuencia,
      perdió su puesto de trabajo y todos sus cargos en Francia.
    
La ley británica establecía que tras la muerte del
      rey debían convocarse elecciones generales. Así fue,
      y el 14 de septiembre se
      reunió el nuevo parlamento, en el que los tories del duque de
      Wellington, habían perdido la mayoría frente a los whigs, dirigidos por Charles Grey, que unas semanas
      más tarde se convertiría en el nuevo primer ministro
      y no tardó en anunciar un proyecto de reforma del sistema
      electoral, que había cambiado muy poco desde el siglo XV.
      Había grandes ciudades, como Manchester y Birmingham, que
      no elegían diputados, mientras que otras como Old Sarum (en la que
      había siete votantes) elegían dos diputados. A
      menudo, las ciudades pequeñas, a las que llamaban burgos podridos y ciudades de bolsillo,
      vendían sus votos a algunos aristócratas. Por esta
      época los whigs
      empezaron a ser más conocidos como liberales. 
    
El rey Miguel I de Portugal estaba negociando con el duque de
      Wellington que Gran Bretaña lo reconociera como rey
      legítimo, pero el cambio de gobierno arruinó sus
      planes.
    
El 15 de septiembre, el duque
      de Wellington, todavía en funciones como primer ministro,
      inauguró la primera línea de ferrocarriles entre
      Liverpool y Manchester, cuyas locomotoras habían sido
      construidas por George Stephenson. 
    
Francisco Morazán ganó las elecciones
      presidenciales de la República de Centroamérica.
      Tomó posesión de su cargo el 16 de septiembre y, excepcionalmente, pudo
      ejercerlo durante el periodo previsto por la ley. Su gobierno fue
      el primer gobierno liberal que pudo aplicar sus ideas en
      Hispanoamérica, muchas de ellas inspiradas en la
      Ilustración. 
    
El 22 de septiembre Chopin
      estrenó en un concierto particular dado en su casa el que
      hoy se conoce como su Concierto
        para piano No 1, que en realidad era el segundo que
      componía.
    
Mientras tanto se aprobaba la Constitución de Venezuela, y
      el 23 de septiembre se aprobaba
      la de Ecuador.
    
Ese mismo día el príncipe Federico de los
      Países Bajos entró en Bruselas con su
      ejército. La mayor parte de los cabecillas de la guardia
      burguesa huyeron de la ciudad pensando que todo estaba perdido.
      Sin embargo, el ejército fue detenido por pequeños
      grupos de ciudadanos que combatían sin coordinación
      alguna. El 24 de septiembre se
      formó en Bruselas un gobierno provisional. La noche del 26 de septiembre el ejército
      realista abandonó la ciudad dejando cerca de un millar de
      muertos.
    
Ese mismo día el general José
Domingo
        Espinar, comandante militar de Panamá,
      declaró la independencia de Panamá respecto de
      Colombia. Espinar ofreció a Bolívar el gobierno de
      Panamá para que desde allí tratara de recomponer
      Colombia. Sin embargo, Bolívar se encontraba enfermo y
      declinó la oferta, a la vez que le pedía que
      reintegrara a Panamá en Colombia.
    
El 27 de septiembre los
      Estados Unidos firmaron el tratado
        de Dancing rabbit Creek con los indios choctaw, que habitaban junto
      al Mississippi, en ambas orillas. Por el tratado, se
      comprometían a emigrar más allá de la orilla
      occidental del río, a lo que pasó a llamarse, el "Territorio Indio". Los choctaw eran una de las "cinco tribus civilizadas",
      junto a los cherokees,
      los creeks, los chickasaw y los semínolas, llamadas
      así porque habían adoptado muchas costumbres
      occidentales. Los choctaw
      habían adoptado un sistema constitucional, poseian
      prósperas granjas y rebaños y un buen sistema
      docente. El tratado permitía a los choctaw elegir entre
      trasladarse al Territorio Indio o convertirse en ciudadanos
      estadounidenses sujetos a las leyes estatales y federales. En tal
      caso se asignaría 640 acres de tierra a cada familia que
      optara por quedarse. A los que se trasladaran se les
      pagaría una indemnización y se les
      facilitaría el traslado.
    
El 29 de septiembre los
      Estados Generales de los Países Bajos aceptaron las
      peticiones belgas de división administrativa, pero ya era
      tarde: el ejército del rey había derramado la sangre
      de los belgas y ahora éstos exigían la
      independencia. 
    
El 4 de octubre el gobierno
      provisional proclamó la independencia de Bélgica y
      anunció el proyecto de redactar una constitución. El
      5 de octubre el príncipe
      Guillermo se presentó en Amberes para proponerse como rey del nuevo Estado,
      solución que complacía a un sector importante de los
      insurgentes. Mientras tanto el ejército real se
      deshacía a medida que buena parte de sus soldados se
      amotinaba y se ponía de parte de los belgas. Algunos
      oficiales fueron encarcelados por sus soldados.
    
Tras el triunfo de la revuelta parisina, cuatro ministros del rey
      Carlos X, entre ellos Polignac, fueron encarcelados como
      responsables de los intentos de reprimir la rebelión. Desde
      entonces, se había debatido mucho sobre qué hacer
      con ellos. La izquierda exigía sus cabezas, pero el 8 de octubre la Cámara de los
      Diputados aprobó por una amplia mayoría que se
      solicitara al rey un proyecto de ley que aboliera la pena de
      muerte, al menos por causas políticas. El rey Luis Felipe I
      no estaba dispuesto a autorizar ejecuciones, pues temía que
      desencadenaran una oleada de terror que terminara dando pie a la
      intervención extranjera. Por ello recibió con
      entusiasmo la propuesta. 
    
El 10 de octubre dio a luz la
      reina de España, María Cristina de Borbón.
      Tuvo una niña que fue llamada María
        Isabel Luisa. Así la pragmática sanción se
      volvía decisiva, pues según ella la pequeña
      Isabel se convertía en la heredera de su padre, mientras
      que sin ella el heredero seguía siendo el infante don
      Carlos.
    
Chopin se disponía a salir de Polonia para completar sus
      estudios de música, y el 11 de
        octubre se organizó un concierto de despedida en
      el Teatro Nacional de Varsovia, en el que interpretó su Concierto para piano No 1 y
      su Gran fantasía sobre
        aires polacos, por el que recibió una larga
      ovación.
    
El 17 y el 18 de octubre una multitud de
      republicanos parisinos trató de liberar a los ministros de
      Carlos X de su prisión para poder lincharlos. Esto suscita
      discusiones entre los ministros, unos favorables y otros
      contrarios a la prohibición de la pena de muerte. El rey se
      vió obligado a aceptar dimisiones y aceptó el
      ofrecimiento del banquero Jacques
        Lafitte, hasta entonces ministro sin cartera, para
      organizar un nuevo gobierno. El rey no simpatizaba con el
      liberalismo radical de Lafitte, pero le hizo creer que contaba con
      su apoyo para que el liberalismo se desgastara con su gobierno sin
      que se pudiera acusar al monarca de haberse opuesto a él. 
    
Durante las tres gloriosas,
      el pintor Delacroix estuvo en el Louvre asegurándose de que
      los cuadros no sufrían desperfectos. Ahora pintaba una de
      sus obras más famosas: La
        libertad guiando al pueblo, en el que representa una
      barricada durante la lucha en las calles de París. Por ella
      le sería concedida la Legión
        de Honor. 
    
El 26 de octubre el
      príncipe Guillermo de Orange dejó Amberes sin haber
      llegado a un acuerdo sobre su posible soberanía. Poco
      después entraron en la ciudad guerrilleros voluntarios
      belgas y el general David
        Chassé, que estaba al mando del ejército
      del rey, se replegó para evitar combates y negoció
      un alto el fuego. No obstante, los belgas no lo respetaron y el 27 de octubre Chassé
      ordenó bombardear la ciudad durante seis horas. Esta
      acción produjo casi un centenar de muertos y cerró
      las puertas a que cualqueir miembro de la casa de Orange pudiera
      reinar en Bélgica. Por estas fechas los ejércitos
      realistas habían sido expulsados de prácticamente
      toda Bélgica.
    
El 2 de noviembre Lafitte pudo
      iniciar su labor de gobierno en Francia. 
    
Las elecciones dieron la presidencia de Uruguay a Fructuoso
      Rivera, que tomó posesión el 6 de noviembre. 
    
El 8 de noviembre murió
      el rey Francisco I de las dos Sicilias, primo del rey Fernando VII
      de España. Fue sucedido por su hijo Fernando II. 
    
Hacía seis años que se había fundado en
      París un periódico titulado Le Globe, que paulatinamente
      se había convertido en defensor de la ideología
      liberal. Sin embargo, la revolución de julio había
      dividido a sus redactores entre orleanistas
      y republicanos. El
      resultado final fue la disolución, pero finalmente no
      desapareció, porque lo compraron los saintsimonianos, que
      desde el año anterior se habían organizado
      según una estructura "religiosa" en la que Prosper Enfantin
      y Saint-Amand Bazard
      ejercían de "padres supremos". Bazard había
      propuesto a La Fayette que encabezara una dictatura que permitiera
      poner en práctica las reformas económicas
      saintsimonianas, pero éste había rechazado la
      propuesta. El "cuartel general" de los saintsimonianos era la casa
      de Enfantin en París, pero se produjo una ruptura cuando
      Enfantin propuso nuevas reglas que ponían a las mujeres en
      pie de igualdad con los hombres en en seno de la "orden".
    
Mientras tanto, Auguste Compte, el que fuera secretario del conde
      de Saint-Simon, publicaba el primer tomo de su Curso de filosofía positiva,
      en el que sienta las bases del llamado positivismo, doctrina según la cual el
      conocimiento humano se limita a los fenómenos, de los que
      sólo tenemos un conocimiento relativo, es decir, que
      desconocemos por completo su esencia o las causas que los
      producen. Lo único que podemos conocer son las leyes a las
      que están sometidos. Compte no pretende atribuirse ni el
      nombre (que es de Saint-Simon) ni mucho menos el contenido de esta
      doctrina, pues no negaba que la han seguido en la práctica
      todos cuantos han hecho alguna contribución a la ciencia, y
      afirmaba incluso que ya había sido expuesta en su esencia
      por teóricos como Bacon, Descartes o Galileo,
      auténticos fundadores a su juicio del positivismo. Sin
      embargo, Compte lleva el positivismo hasta sus últimas
      consecuencias al negar que siquiera tenga sentido cualquier
      presunto conocimiento que pretenda ir más allá de lo
      que positivamente puede afirmarse sobre la experiencia. Esto
      convierte en pura palabrería a la metafísica y, en
      particular, a la teología. Según Compete, el
      positivismo es el tercer estado de la evolución del
      pensamiento humano, o estado de madurez, que sigue al estado
      teológico (infancia del pensamiento) y al estado
      metafísico (adolescencia del pensamiento), en el que los
      dioses son sustituidos por entidades abstractas, como la
      Naturaleza de Spinoza, el Dios geómetra de Descartes, la
      Materia de Diderot o la Razón de la ilustración). La
      madurez del pensamiento llega cuando éste se desprende de
      semejantes artificios y comprende que el único objeto del
      conocimiento son los hechos y las leyes generales
      (científicas) que pueden constatarse sobre ellos. Los
      análisis de Compte sobre el conocimiento científico
      hacen que algunos lo consideren el fundador de la filosofía
      de la ciencia en el sentido moderno.
    
El 10 de noviembre se
      reunió por primera vez el Congreso Nacional belga,
      resultado de las elecciones realizadas una semana antes. El 18 de noviembre aprobó por
      unanimidad la independencia de Bélgica.
    
Ese mismo día Francisco Espoz y Mina entró en
      España desde Francia con algunos hombres con la
      intención de restablecer la monarquía
      constitucional, pero pronto tuvo que volverse a Francia al
      constatar que no contaba con el apoyo que había esperado.
      Llegaba a destiempo. Ahora eran los liberales los que sólo
      tenían que esperar la muerte del rey para tener las mejores
      expectativas de hacerse con el gobierno. Los carlistas
      también esperaban la muerte del rey, pero iban a necesitar
      algo más de habilidad para que su candidato al trono
      acabara ocupándolo.
    
El 22 de noviembre el Congreso
      Nacional belga aprobó que el sistema de gobierno del
      país sería la monarquía parlamentaria. Se
      discutió a continuación si convenía que
      ésta recayera sobre algún miembro de la casa de
      Orange, pero se concluyó que ésta quedaba excluida
      del trono belga a causa del bombardeo de Amberes.
    
El rey Guillermo I de los Países Bajos había
      solicitado ayuda a las grandes potencias europeas para sofocar la
      revolución belga. Austria, Prusia y Rusia se mostraron a
      favor de mantener a Bélgica bajo la soberanía
      neerlandesa usando la fuerza si era necesario, pero sólo
      Rusia prometió un ejército. Gran Bretaña no
      tenía inconveniente, en principio, en admitir la
      independencia de Bélgica, pero no estaba dispuesta a
      tolerar que ésta acabara anexionada a Francia. Ciertamente,
      en Francia había un sector favorable a intervenir en
      Bélgica con vistas a la anexión, pero el rey Luis
      Felipe I comprendía que las potencias europeas no lo
      tolerarían, así que su política fue asegurar
      a las demás potencias que Francia no intervendría en
      Bélgica, pero que tampoco toleraría que otra
      potencia interviniera. También propuso que la
      cuestión belga fuera tratada en la próxima
      reunión que se iba a celebrar en Londres para tratar la
      independencia de Grecia.
    
La ayuda Rusa a Guillermo I no llegó a presentarse, pues
      el 29 de noviembre
      estalló una revuelta en Polonia a la que tuvo que hacer
      frente. Desde hacía más de un año, Piotr Wysocki, instructor de
      la escuela de infantería de Varsovia, estaba organizando
      una conspiración contral el gran duque Constantino Pavlovich, el
      hermano del zar Nicolás I y comandante en jefe del
      ejército polaco, que era unánimemente detestado por
      la disciplina prusiana que intentaba imponer. El detonante de la
      revuelta fue precisamente el rumor de que el zar pensaba enviar el
      ejército polaco a derribar la monarquía de julio y
      sofocar la revuelta belga. Esa noche, Wysocki con 29 de sus
      hombres se apoderó del palacio de Constantino con la
      intención de asesinarlo, pero el gran duque escapó
      de milagro. Entonces se apoderó del arsenal. El 30 de noviembre la revuelta militar
      se había convertido en una insurrección ciudadana, y
      toda Varsovia estaba en rebeldía.
    
Chopin se enteró en Viena de los sucesos que
      ocurrían en su patria. Había llegado a la ciudad
      hacía poco más de una semana. Un compañero de
      viaje decidió volver para unirse a la revolución,
      pero convenció a Chopin para que no hiciera lo mismo. Su
      segunda estancia en Viena no fue tan grata como la primera. "El
        público sólo quiere oír los valses de
        Lanner y Strauss", escribiría a un amigo.
      Además, los austríacos condenaban la
      revolución polaca y miraban con recelo a cualquier polaco.
      Durante los ocho meses que estuvo en la ciudad, dio
      únicamente dos recitales con un éxito modesto.
    
Paganini pasó ese año en Frankfurt y Estrasburgo.
      De esta época son sus conciertos
para
        violín números 3, 4 y 5. En Frankfurt
      impresionó a un joven músico de 19 años que
      se propuso llegar a ser para el piano lo que Paganini era para el
      violín. Se llamaba Robert
        Schumann. Sin embargo, poco después sufrió
      una lesión en su mano derecha que frustró
      irremediablemente su proyecto de llegar a ser un virtuoso (aunque
      no le impedía tocar el piano). Schumann decidió
      entonces dedicarse a la composición. Había empezado
      a componer a los siete años.
    
El 1 de diciembre murió
      el Papa Pío VIII. Parecía haber un candidato claro
      para la sucesión, el cardenal Giacomo Giustiniani, pero un cardenal
      presentó en el cónclave el veto del rey Fernando VII
      de España, que acusaba a Giustiniani de haber estado
      implicado en las revoluciones liberales durante la época en
      que fue nuncio en Madrid. Esto complicó mucho la
      elección, y las votaciones inconcluyentes se sucedieron una
      tras otra.
    
El general polaco Józef
        Chlopicki, que consideraba la insurrección como
      una locura y condenaba a los conspiradores, decide, no obstante,
      ponerse al frente de la revuelta para restablecer el orden y
      negociar con Rusia una salida razonable del conflicto. Por ello,
      el 5 de diciembre se
      autoproclamó dictador y envió un emisario a San
      Petersburgo proponiendo al zar que releve de su cargo al gran
      duque Constantino y que prometiera que la constitución
      polaca sería respetada.
    
Ese mismo día se estrenaba en París una pieza
      musical que suponía la mayor innovación en cuanto a
      la orquestación desde la novena sinfonía de
      Beethoven. Su autor era un joven compositor de veintisiete
      años llamado Hector
        Berlioz. Tres años atrás había
      asistido en Londres a una representación de Hamlet. Berlioz no
      sabía una palabra de inglés, pero no necesitó
      entender el texto de Shakespeare para enamorarse de Harriet Smithson, la actriz
      que representaba a Ofelia,
      tres años mayor que él. Las numerosas y apasionadas
      cartas que le escribió no hicieron efecto alguno,
      así que Berlioz concibió el plan de conquistarla con
      la música. El resultado fue la sinfonía que
      tituló: Episodio de la
        vida de un artista. Sinfonía fantástica en cinco
        partes. El programa explicaba el significado de cada
      parte, de tal modo que la actriz no podía dudar de que
      estaba inspirada en ella o, más concretamente, en las
      cartas que Berlioz le había enviado. El estreno fue un
      éxito. Entre los presentes estaba Ferenc Liszt, que
      había conocido al compositor el día anterior y
      quedó muy impresionado. No obstante, la musa de la pieza no
      estuvo presente.
    
El 11 de diciembre, de acuerdo
      con el deseo expreso de Bolívar, el general Espinosa
      anunció que Panamá volvía a aceptar la
      soberanía colombiana.
    
Simón Bolívar planeaba marcharse a Europa, pero no
      pudo cumplir su proyecto porque el 17
        de diciembre murió de tuberculosis.
    
El 20 de diciembre las
      potencias europeas reconocieron en Londres la independencia de
      Bélgica. El representante francés era el ministro de
      asuntos exteriores nombrado por el  rey Luis Felipe I, que no
      era sino el incombustible Charles-Maurice de Talleyrand, que a sus
      setenta y seis años y demostraba que podía poner sus
      aptitudes al servicio de Francia fuera cual fuera su gobierno.
    
El 21 de diciembre
      terminó el juicio en Francia contra los ex ministros de
      Carlos X, que había durado seis días. La firme
      actuación del ministro del interior salvó en varias
      ocasiones a los acusados de ser linchados por los republicanos que
      se manifestaban en el exterior del palacio en el que se celebraba
      el juicio. El veredicto final fue de cadena perpetua. 
    
Gaetano Donizzeti era un
      compositor italiano muy prolífico. A sus treinta y tres
      años había compuesto ya treinta y siete
      óperas, la última de las cuales (la cuarta del
      año, escrita en treinta días) se estrenó el 26 de diciembre en Milán, y
      fue la primera que le dio fama en Europa. Se titulaba Ana Bolena. 
    
En la revolución parisina habían tomado parte
      muchos estudiantes, pero el director de la École Normale
      encerró a sus estudiantes para evitar que tomaran parte en
      los disturbios. Entre ellos estaba Evariste Galois, que
      trató de escalar la pared para escapar del encierro, aunque
      no lo logró. Últimamente el director había
      escrito varios artículos de periódico en los que
      censuraba a los estudiantes, y Galois replicó con otro
      artículo donde le reprochaba haber encerrado a los
      estudiantes. A consecuencia de ello, fue expulsado de la École Normale  y
      se unió a la Artillería de la Guardia Nacional. Sin
      embargo, el rey Luis Felipe I recelaba de las inclinaciones
      republicanas radicales de dicho cuerpo y lo abolió el 31 de diciembre. 
    
En los Estados Unidos hacía ya tiempo que se oían
      voces contrarias a la esclavitud. No obstante, éstas eran
      moderadas. En los Estados no esclavistas, la gente solía
      contentarse con no ver esclavos a su alrededor, pero consideraban
      una impertinencia la idea de decirles a otros Estados si
      podían o no podían tener esclavos. Un detractor
      típico de la esclavitud era Benjamin Lundy, de cuarenta y un años. Era
      cuáquero y argumentaba como todos los cuáqueros: con
      humildad y moderación. A sus veintiséis años
      había fundado en Ohio la Sociedad
        Humana de la Unión, y cuatro años
      más tarde el periódico Philanthropist, en el que difundía sus
      ideas contra la esclavitud. Después había marchado a
      Misuri para oponerse a la expansión de la esclavitud en ese
      Estado. Después abrió un nuevo periódico en
      Baltimore: The
        Genius of Universal Emancipation, que ahora
      cumplía los nueve años de antigüedad.
      Había visitado Haití en busca de un posible refugio
      para esclavos liberados, y hacía un par de años
      había emprendido un viaje a pie por los Estados del este
      para difundir sus ideas a través de discursos. Ahora se
      encontraba en México, buscando aún un buen lugar
      para enviar esclavos liberados (Haití no le había
      parecido una buena opción), y había dejado su
      periódico bajo la dirección de William Lloyd Garrison, un
      joven de veinticinco años que estaba dando sus primeros
      pasos en la defensa de los negros. Al principio se había
      adherido a la American
        Colonization Society, que enbarcaba a los negros hacia
      Liberia, pero pronto se dio cuenta de que así lo
      único que se conseguía era llevarse de
      América a los negros libres, que sólo eran una
      molestia para los esclavistas y quienes más fuerza
      podían hacer por la libertad de sus semejantes. De hecho,
      los Estados esclavistas eran los principales impulsores de la
      Sociedad. Cuando se encontró con el periódico de
      Lundy en sus manos, cambió la línea editorial y
      publicó artículos muy agresivos. En uno de ellos
      acusaba de trato de esclavos a un tal Francis Todd, que presentó una demanda
      contra Lundy y Garrison. Lundy fue absuelto por estar ausente
      cuando se publicaron los artículos, pero Garrison fue
      condenado a una multa que no pudo pagar y que fue transformada en
      seis meses de cárcel (aunque a las pocas semanas fue puesto
      en libertad porque un abolicionista pagó la fianza).
    
Estos incidentes hicieron que Garrison se separara de Lundy, y
      entonces fundó su propio periódico, The liberator, financiado
      principalmente por negros libres, en el que pudo dar rienda suelta
      a su vehemencia. El primer ejemplar salió el 1 de enero de 1831, y en el
      editorial podía leerse:
    
Estoy al corriente de que muchos presentan objeciones por la severidad de mi lenguaje; pero ¿no existe un motivo para tal severidad? Seré tan duro como la verdad, y tan descomprometido como la justicia. En este aspecto, no deseo pensar, o hablar, o escribir con moderación. ¡No! ¡No! Pedidle a un hombre cuya casa está en llamas que presente una alarma moderada; pedidle que rescate moderadamente a su esposa de las manos del violador; pedidle a la madre que separe gradualmente a su bebé del fuego en el que ha caído; – pero no me presioneis para emplear la moderación en una causa como la presente. Soy serio – No me equivocaré – No me disculparé – No retrocederé ni un solo paso – Y SERÉ ESCUCHADO.
The liberator se
      oponía a la esclavitud, a la masonería, a la
      prisión por deudas, al alcohol y al tabaco. Denunció
      a las Iglesias como órganos de opresión y hasta
      defendió la igualdad entre hombres y mujeres. Garrison fue
      uno de los primeros en hablar abiertamente de abolicionismo, palabra poco
      conocida hasta entonces.
    
El 4 de enero Juan Manuel de
      Rosas, el gobernador de Buenos Aires, firmó con las
      provincias litorales el pacto
        federal por el que se constituía la Liga del Litoral, dispuesta a
      enfrentarse a la Liga Unitaria
      de José María Paz, ahora también conocida,
      por oposición, como Liga
        del Interior. 
    
El 5 de enero fue promulgada
      la Constitución de Hesse. 
    
El 7 de enero llegó a
      Varsovia la respuesta del zar Nicolás I al mensajero
      enviado por Chlopicki: Exigía una sumisión completa
      y el reconocimiento de la autoridad del gran duque Constantino.
      Ante este fracaso, Chlopicki dimitió.
    
Felix Mendelssohn, durante su viaje a Gran Bretaña,
      visitó Escocia y, tras reponerse de un accidente que le
      lesionó la rodilla, marchó a Italia. Allí
      conoció a Berlioz, que el año anterior había
      ganado el premio de Roma
      con su cantata Sardanápalo,
      el cual incluía un año de estancia en Italia.
      Allí compuso Lélio
        ou le retour à la vie, que él mismo
      describe como un complemento a la Sinfonía fantástica. Allí
      trató de olvidar a su Harriet y cortejó a una joven
      pianista llamada Camille Moke.
      
    
El matemático Johannes Lejeune Dirichlet fue admitido en
      la Academia de Berlín
      y el consecuente aumento de sueldo le permitió contraer
      matrimonio. Se casó con Rebecca
        Mendelssohn, una de las hermanas del compositor Felix
      Mendelssohn. 
    
Mendelssohn y Berlioz coincidieron en Roma con un músico
      ruso de veintisiete años llamado Mikhail Glinka, que estaba en Italia por
      recomendación de su médico. Allí estuvo
      estudiando varios años, pero se convenció de que no
      debía convertirse en un músico italiano, sino que
      debía hacer para la música Rusa lo que Donizetti y
      Bellini estaban haciendo para la música italiana. De esta
      época datan varias piezas para piano con variaciones sobre
      temas de las óperas de estos compositores. Bellini
      estrenó ese año en Milán dos de sus obras
      maestras: La sonámbula
      y Norma. 
    
A primeros de año Paganini estuvo en París, donde
      dio 12 conciertos, y luego marchó a Gran Bretaña.
      Tras dar alrededor de una veintena de conciertos en Londres,
      visitó Norwich, Dublín, Edimburgo y Bristol.
    
Schumann presentó al público su Opus 2: Papillons, una
      colección de escenas de danza para piano que hicieron ver
      en él un futuro prometedor.
    
Victor Hugo publicó Nuestra
Señora
        de París, una novela que le costó un gran
      esfuerzo, pero que fue muy bien recibida por la crítica y
      se ha convertido en un clásico de la novela
      romántica.
    
Balzac consiguió su primer gran éxito con su novela
      fantástica La piel de
        zapa, que fue elogiada tanto por el público como
      por el anciano Goethe.
    
Similarmente, Alexandre Dumas consiguió su primer gran
      éxito con el estreno de su drama Antony. 
    
Washington Irving publicó sus Viajes y descubrimientos de los compañeros de
        Colón. 
    
James Fenimore Cooper publicó su cuento The Bravo, ambientado en
      Venecia, en el que denuncia la oposición en Europa a los
      sistemas de gobierno republicanos. Aunque Venecia era formalmente
      una república, estaba dominada realmente por una
      oligarquía que Cooper presenta como despiadada e
      intrigante. Esta obra tuvo una amplia difusión tanto en
      Europa como en los Estados Unidos.
    
Pushkin ingresó como funcionario en la cancillería
      rusa de asuntos exteriores. Ese año conoció a un
      joven ucraniano de veintidós años llamado Nikolai Gogol, al que
      animó a seguir la carrera de escritor. Ese año Gogol
      publicó un volumen de historias ucranianas titulado Tardes en una granja cerca de
        Dikanka. 
    
Ese año se publicó Rosa y blanco, una novela escrita en
      colaboración por el novelista francés Jules Sandeau y la baronesa Amandine Aurore Lucile Dupin,
      que firmó con el pseudónimo de George Sand. Tenía
      veintisiete años y hacía dos que se había
      separado de su marido, el barón Casimir Dudevant, y se había instalado en
      París con sus dos hijos. Solía ir por la calle con
      ropa masculina y fumaba tabaco, algo totalmente insólito en
      una mujer de la época y se relacionaba con los principales
      artistas de la sociedad parisina. Ese mismo año
      terminó su novela Valentine.
      
    
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