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En efecto, todo parece indicar que la extinción que hizo desaparecer a los animales favoritos de Spielberg, hace 65 millones de años, se debió al impacto de un asteroide contra la Tierra. En 1980 en Italia se descubrió, justo en el límite Cretácico-Terciario, una gruesa capa de 5 mm de arcilla con un alto contenido en Iridio. Posteriormente, se verificó la existencia de esa misma capa por todo el mundo. Fuese lo que fuese lo que originó ese sedimento de iridio, tuvo alcance global. El Iridio es escaso en la corteza terrestre (aunque lo hay en el manto), pero es muy común en meteoritos, por lo que el origen de esta capa de iridio bien pudo ser un cuerpo extraterrestre o bien ser causado por emisiones volcánicas. Pero es que resulta que, además, en el límite Cretácico-Terciario también encontramos presencia del aminoacido acido alfa-aminoisobutirico, común en los meteoritos y no presente en emisiones volcánicas. Parece que en efecto, la hipótesis extraterrestre es la más plausible. Además, en todo el mundo se encuentra en el límite K/T abundantes restos de hollín, que nos hablan de un incendio a escala mundial. En este límite encontramos también restos de cuarzo estresado (stishovita) que sólo se encuentran habitualmente en la eyecta meteorítica (cráteres lunares y terrestres) o en las pruebas nucleares. Estos restos son más abundantes cuanto más cerca del Caribe. De hecho, por todo el Caribe se encuentran grandes depósitos de eyecta, de más de un metro de grosor. Encontramos también evidencias de tsunamis por toda Centroamérica y Florida, coincidiendo con esta época. Todo parece indicar que, en efecto, el causante fue un impacto, y que éste tuvo lugar en la zona del mar Caribe. Incluso tenemos un candidato para el cráter: el cráter Chicxulub, en la península del Yukatan, México.


Frecuencia de impactos de meteoroides.

Pero ¿qué decir de las otras extinciones? Nos vamos a referir para acabar a un trabajo reciente, de Muller & Rohde, publicado en el Nature del 10 marzo 2005, en el que se estudia de nuevo la evolución de la diversidad animal en el registro fósil, en función del tiempo. Este trabajo incluye algunas modificaciones en el enfoque clásico de estudio de las extinciones, con la finalidad de incrementar la relación señal/ruido. Por una parte, en el estudio, en lugar de considerar como objeto de estudio las especies o familias, trabajaron con géneros (concretamente 36380 géneros distintos) por ser ésta una separación más clara y evidente. Es más fácil determinar a qué genero pertenece un fósil que a qué familia o especie pertenece. Por otra, se dedicaron a estudiar sólo fósiles marinos, que presentan una mejor estadística (los animales marinos fosilizan sobre el lecho oceánico con mayor facilidad que los terrestres sobre tierra firme). Lo que encontraron fue sorprendente. Al trabajar con géneros detectaron con facilidad que habían habido más extinciones de las que conocíamos. En estas extinciones, surgía claramente un ciclo de en torno a unos 62 millones de años de biodiversidad seguido por una extinción. La existencia de un ciclo que regula las extinciones parece indicar un mismo origen para todas ellas. Si parece tan claro como hemos visto que la última gran extinción del Cretácico fue causada por un impacto meteorítico, deberíamos concluir que también lo fueron las otras. Si es así, ya llegamos tarde tres millones de años a la cita.


Frecuencia de impactos de meteoroides.

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