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Formación. Criaderos de estrellas.

Así pues, cuando miramos a la Gran Nebulosa de Orión o al cúmulo de las Pléyades, estamos viendo instantáneas de un proceso similar a la formación de nuestro Sistema Solar. ¿Pero cómo se pasó de ese panorama que describíamos al principio, una bella y fría nebulosa de gas y polvo interestelar, sumida en la oscuridad de la Galaxia, a una estrella brillante rodeada de planetas? La respuesta está en la gravedad, el gran motor de todo cambio en la historia de nuestro Universo. Si no fuera por la gravedad, estas gigantescas nubes interestelares seguirían siendo sólo nubes, y con el tiempo se disgregarían hasta que sólo quedara un gas que cubriera uniformemente la Galaxia, como ocurre con una bocanada del humo de un cigarrillo en una gran habitación.

Desde el siglo XVII, gracias a los trabajos pioneros de Boyle, Mariotte, Charles y Gay-Lussac conocemos bien cómo se comportan los gases. Sus resultados se resumen en la Ley de los Gases, uno de los grandes logros intelectuales de la historia de la ciencia, una sencilla fórmula: PV = nRT. Nos viene a decir que si disminuimos el volumen V de un gas, como reacción aumenta la presión P, y habitualmente también su temperatura T para que siga manteniéndose la igualdad.

Nebulosa Centaurus

Foto: Una región de formación estelar en Centaurus: una nebulosa en colapso gravitatorio que se fragmenta en nubes más pequeñas, cada una de las cuales a su vez darán lugar a un sistema estelar.


En virtud a esta ley, sabemos que el gas interestelar es relativamente estable. Supongamos que cogemos una pequeña parte de esta Nebulosa, y por arte de birlibirloque la contraemos sobre sí misma y la liberamos. En general, lo que ocurrirá será que este gas contraído se resistirá al cambio: aumentará su temperatura y presión interna, y como consecuencia se volverá a expandir. Pero, como hemos dicho, la gravedad supone la diferencia. Cuando la cantidad de gas contraído que cojamos de esta nube de gas y polvo sea lo bastante grande, cuando supere cierto umbral, su campo gravitatorio se volverá lo bastante intenso como para ganar su pulso al aumento de presión y hacer que, a pesar de que el gas de la nebulosa reaccione para evitar la contracción, continúe de todas formas contrayéndose.

El umbral para que el colapso gravitatorio sea inevitable se conoce como "masa de Jeans" y ronda las diez mil masas solares. Toda esta inmensa cantidad de gas comenzará ahora de manera irremediable a colapsar sobre sí misma. A medida que se contrae, la nube se romperá internamente en pequeños trozos. Estos fragmentos, a su vez, continuarán contrayéndose sobre sí mismos y se también se romperán en nuevos trozos. Finalmente la nube inicial se habrá descompuesto en innumerables fragmentos en contracción, cada uno con una masa de pocas masas solares. De cada uno de estos pedazos nacerá más tarde una estrella. Como suelen decir los astrofísicos, las estrellas nacen en partos múltiples.




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