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Cuando hablamos de rotaciones aparecen unas nuevas variables que ejercen un papel equivalente. Así, en lugar de desplazamientos, hablamos de giros. Donde antes usábamos distancias ahora usaremos ángulos. Donde antes teníamos velocidades, ahora serán velocidades angulares (velocidades de giro), w. Todas las fórmulas y relaciones matemáticas que se usaban para las traslaciones tendrán su equivalente en el mundo de las rotaciones. También la masa. Donde antes teníamos masa ahora juega su papel una nueva magnitud llamada momento de inercia, I. El momento de inercia de un cuerpo (por ejemplo, un planeta) que gira alrededor de un centro viene dado por mr2, donde m es la masa del cuerpo y r la distancia al centro de rotación. También existe una magnitud equivalente al momento lineal, es el momento angular, L, y comparte con el primero muchas de sus propiedades. El momento angular es un vector paralelo al eje de rotación. Siguiendo la analogía, será igual al momento de inercia multiplicado por la velocidad angular. De modo que la ecuación: p = m v, se convierte en: L = I w.
Al igual que ocurre con el momento lineal, el momento angular se conserva en ausencia de fuerzas externas. Es más, se conserva incluso con la presencia de fuerzas externas si éstas son fuerzas centrales como la gravedad. La conservación del momento angular en un sistema cerrado, como el Sistema Solar donde no se ejercen fuerzas exteriores a él, tiene la característica de hacer que las órbitas de los planetas sean planas. En efecto, como el vector, tanto su valor como su dirección, no cambia y el vector es paralelo al eje de giro, tenemos como consecuencia que el eje de giro no cambiará su dirección, no se inclinará, y por tanto la órbita seguirá siendo plana. Como el momento angular es el producto de I (=m r2) y w (la velocidad angular), vemos que será mayor cuanto: mayor sea la masa, mayor sea la distancia a la que gira y mayor sea la velocidad. De estas tres características tiende a dominar la distancia de giro, pues va elevada al cuadrado y un pequeño incremento en la distancia supone un gran incremento en el momento angular.
Ahora ya podemos volver a la segunda objeción al modelo de formación planetaria de Laplace. Si tomamos el centro del Sol como punto de referencia para los momentos angulares de los cuerpos del Sistema Solar, al astro rey que gira lentamente en torno a sí mismo, a pesar de disponer del 99,9% de toda la masa del Sistema Solar, tan sólo le corresponde menos de un 1% del momento angular total del Sistema Solar. Los planetas tienen el 99% y pico restante. Sobresalen Júpiter con el 60% y Saturno con el 25%. La teoría de Laplace tenía serias dificultades para explicar estos valores.