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INTRODUCCIÓN
A pesar de ser un objeto habitual de estudio en la ciencia regional, tanto desde perspectivas sociales, como económicas, demográficas y geográficas y a pesar de ser, cada vez en mayor medida, un referente obligado en la organización y administración territorial, lo cierto es que las Áreas Metropolitanas no gozan de una delimitación conceptual precisa y universal y, como consecuencia de ello, difícilmente pueden establecerse métodos universales para su delimitación espacial.Genéricamente, un Área Metropolitana es, desde luego, una etiqueta conceptual bajo la que se pretende categorizar un sistema socio-espacial que desborda la tradicional estructura de ciudad. Concebidas como sistemas de interacción entre industrias, viviendas y personas (Forrester, 1969) debe considerárselas, al igual que las áreas de mercado, como conjuntos esencialmente borrosos (Ponsard, 1974).
La importancia que, sin embargo, han tenido las áreas metropolitanas en la reciente elaboración de políticas de organización del territorio ha exigido de una u otra forma una delimitación, al menos física y al menos particularizada a casos concretos, que, huyendo habitualmente de criterios generales y generalizables, ha introducido en sus métodos de delimitación aquellos intereses pragmáticos que las inspiraban.
El presente trabajo se plantea, sin embargo, la resolución del problema de la delimitación espacial de Áreas Metropolitanas en función de una adecuada modelización del comportamiento en el espacio de la realidad socioeconómica. En definitiva, una solución que permita abordar el problema con una base empírica y generalizable.
Para ello se parte de la consideración de un área metropolitana como un sistema socio- espacial que emerge de la difusión ( histórica y compleja) a través del espacio de un asentamiento central. Aunque esto puede parecer restrictivo, en la práctica la mayoría de las áreas metropolitanas han surgido por la expansión de un núcleo central urbano y conservan, en buena medida, una configuración espacial acorde con este hecho.
Partiendo de aquí, es habitual considerar que las características esenciales de la metropolitaneidad se difunden en el espacio circundante, disminuyendo paulatinamente su presencia y/o intensidad. Sobre este presupuesto se funda una larga tradición de teorías que incluyen desde la física social (Stewart,1950; Coleman,1964) o las teorías de los lugares centrales, (Burgess, 1923; Berry y Pred, 1961; Christaller, 1933; Lösch, 1940),hasta teorías gravitacionales (Taylor, 1975).
En esta línea, muy diferentes estudios empíricos han demostrado cómo la concentración espacial de características esencialmente metropolitanas, tales como la densidad de población, la densidad de flujos de transportes (Ajo,1944; Clark,1951; Sherratt,1960; Beckman,1969; Muth,1969; Daniels y Warne, 1980), o las de actividad terciaría (Frèville,1966) disminuyen habitualmente con la distancia al centro.
La mayoría de estos estudios constataban un decrecimiento de tipo exponencial, si bien algunos analistas vinculados a la Física social (Coleman,1964; Batty y March,1976) , han reivindicado modelos de tipo potencial negativo que han sido recientemente recuperados desde el enfoque del análisis fractal de las ciudades (Batty,1991; Batty y Xie, 1994;Batty y Longley,1994).
Tras la publicación del modelo original de Clark ( Clark,1951), que suponía una difusión decreciente "exponencial-lineal" de la densidad de población, los modelos de tipo exponencial han ido mejorando y considerando un decrecimiento, más bien cuadrático o polinómico ( Hagget,Cliff y Frey,1977; Warne, 1975; Mtz. de Lejarza,I., 1990; Mtz. de Lejarza, I. y Mtz de Lejarza, J.,1992).Casi todos estos estudios apuntaban, además, como conclusión el hecho de que las características estudiadas tendían a presentar una brusca disminución más allá de un punto de declive al que se llegaba más o menos de forma continuada ( Daniels y Warne, 1980).Es decir la tendencia a que la difusión con la distancia de estas características fuera capaz de imponer "paredes" ( Moles y Rohmer, 1990) al espacio circundante que delimitaran para cada rasgo un " lugar aquí" metropolitano.
Basándose en este hecho, parecía que podía construirse un modelo de comportamiento espacial útil para la delimitación de áreas metropolitanas ( Mtz de Lejarza , J., 1995): El modelo de comportamiento verificado con éxito para el A. M. de Valencia ( Mtz. de Lejarza I. y Mtz. de Lejarza, J., 1995), era un modelo de decrecimiento exponencial cuadrático susceptible de generar por estimación mínimo cuadrática un conjunto de puntos de máximo decrecimiento que constituían la pared o frontera metropolitana. (esquema transdisciplinar del modelo)
El inconveniente fundamental de este modelo era la suposición básica del comportamiento isótropo de las características estudiadas, lo cual es una restricción considerable .En este trabajo, se mejora este modelo, precisamente, en esa línea, permitiendo subsanar este inconveniente.