Aunque se escribieran diez volúmenes sobre este noble juego no se podrían explicar las innumerables combinaciones a que se presta. Pero expondremos aquí las más sobresalientes y dudosas, esperando que la práctica hará lo demás. No olvidéis que con cuatro cartas de valor y los treses, se ha de hacer todo. Y encima hay algunos que quitan los doses para que haya más envido y solo quedan 22 cartas. Para ser buen truquero se ha de jugar más con las cartas del contrario que con las propías. Estar muy alerta con las señas. Saber a quién conviene sentar baza, hacer el juego a tiempo y las fallanques cuando deben hacerse, tontear al enemigo con palabras y confundirlo para que crea que se tiene carta, cuando a lo mejor no se tiene nada, fingir no tener nada cuando se tiene pieza, etc. En fín, como todo juego de engaño, tener palabras (a poder ser graciosas) y hechos para ganar el mayor número de piedras posibles, aprovechandose de las dudas y vacilaciones de los contrarios, siempre teniendo en cuenta que los otros no son tontos.