A principios de noviembre de 1936, casi tres meses después del golpe de estado contra el Gobierno democrático de la Segunda República, el ejército franquista se encuentra a las puertas de Madrid. Ante lo que es percibido como inminente caída de la capital de España, el ejecutivo, liderado por el socialista Francisco Largo Caballero, decide trasladarse a Valencia. La noche del 6 al 7 de noviembre comienzan a llegar los miembros del Gobierno, así como todo el edificio humano de la maquinaria estatal.
Al día siguiente Valencia se despierta convertida, de facto, en capital de la República y se celebra ya el primer consejo de ministros en el Palacio de Benicarló. La estancia del Gobierno legítimo se prolongó hasta finales de octubre de 1937, cuando se decidió volver a cambiar el emplazamiento, ahora hacia Barcelona. El paso por Valencia de la capitalidad de la República marcó decisivamente la vida de la ciudad a lo largo de todo aquel año.
Ahora que se cumplen ocho décadas, esta exposición se aproxima a la Valencia convulsa de la guerra apelando a ese concepto de la persistencia del tiempo, recreando desde el futuro de entonces –el presente que es hoy- la realidad de 1936-37. Con esta tecnología temporal de imbricación de los tiempos se pretende crear un espacio que se experimente en el presente, situando al espectador de hoy en la realidad de ayer. Una cartografía urbana reflejo de una sociedad y una cultura protagonistas de la cual, hombres y mujeres, vivieron y actuaron en medio de una cotidianeidad asaltada por un episodio trascendental de nuestra historia colectiva. Su huella queda reflejada aquí en diversos ámbitos: la dinámica política, la acción cultural o las múltiples dimensiones de esa vida diaria en tiempos de guerra.
Las imágenes, las vivencias, son múltiples y se superponen unas sobre las otras, en un tiempo en el cual, como dijo Rafael Pérez Contel, “todo estaba por hacer”. Son episodios de una experiencia histórica intensa y vibrante, y que ya es hora de integrar definitivamente en la historia compartida de nuestra ciudad.
Esta exposición está dedicada a todas las personas que vivieron esa experiencia, en sentido recuerdo de sus ilusiones, sus esperanzas, sus temores.
EL PROTAGONISMO POLÍTICO
Desde el 7 de noviembre de 1936 y hasta el final de octubre de 1937, Valencia cumplió un papel institucional desconocido hasta entonces. Se convirtió en la sede del gobierno legítimo de la Segunda República y de sus Cortes. Estas, por ejemplo, se ubicaron en el edificio del Ayuntamiento y celebraron sesiones plenarias durante estos meses en la sede municipal y también en la Lonja. Desde el principio y de manera forzadamente improvisada, numerosos palacios, casas e inmuebles de la ciudad acogieron a los diferentes ministerios y al conjunto de dependencias de la administración central, así como a todo el aparato político (sedes centrales de organizaciones políticas y sindicales, embajadas, etc.) que comportaba la capitalidad. Todo ello confirió a Valencia un protagonismo notable y la hizo convertirse en foco permanente de la atención nacional e internacional.
Durante la capitalidad, la dinámica política de la ciudad se aceleró enormemente, en un clima de intensa movilización en la lucha contra el fascismo. Manifestaciones, concentraciones, mítines, asambleas, conferencias y actos de homenaje de las diferentes organizaciones (republicanas, socialistas, comunistas, anarquistas) hicieron de las calles de Valencia –muchos de los cuales rebautizados de acuerdo con el nuevo imaginario simbólico, revolucionario y antifascista-, llenos de carteles y pancartas, así como de sus teatros, cines y locales públicos, auténticos espacios de la política.
MUJERES Y GUERRA
La guerra de 1936-1939 comportó cambios notables pero también continuados por lo que respecta a las mujeres y su protagonismo político y social y, en general, en las relaciones y modelos de género. Ciertamente, el contexto de la guerra impulsó potentemente la politización femenina, así como también la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado y a espacios antes reservados para los hombres. Al mismo tiempo, sin embargo, se mantuvieron actitudes, normas y comportamientos tradicionales. Más allá de modelos estereotipados como la “miliciana” o la “mujer nueva” vigentes en el imaginario colectivo, -pero, en la práctica minoritarios-, la realidad fue mucho más compleja y presentó notables continuidades tanto en los modelos femeninos – el hegemónico de la mujer madre- como también en los masculinos.
Manifiesta desde el inicio de la Segunda República, la dinamización de la participación política y la movilización social de las mujeres, se incrementó claramente al comienzo del periodo bélico, en unos momentos en que un número creciente de mujeres trabajadoras se había incorporado a los sindicatos obreros CNT y UGT.
Además, la guerra comportó también la llegada de las mujeres al Gobierno por primera vez en nuestra historia, a raíz del nombramiento de Frederica Montseny como ministra de Sanidad del Gobierno de Largo Caballero constituido al inicio de noviembre de 1936. Asimismo, se potenció el desarrollo de organizaciones específicamente femeninas, en particular, durante el tiempo en que el Gobierno republicano residió en Valencia. Destacaron en este sentido la libertaria Mujeres Libres y la hegemónicamente comunista Agrupación de Mujeres Antifascistas (que también integraba, sin embargo, a mujeres republicanas y socialistas).
VIDA COTIDIANA EN LA VALENCIA CAPITAL DE LA REPÚBLICA
“Artificial e increíble”. Así calificó el escrito soviético Ilya Ehrenbur, la improvisada capitalidad valenciana. Es cierto que la complejidad de la vida cotidiana en la Valencia de 1936-1937 está llena de imágenes y experiencias a veces contradictorias. Por un lado, el estereotipo del “Levante feliz”, usado por la prensa madrileña para definir la situación de la ciudad en contraposición a los padecimientos bélicos de la capital española al final de 1936; el “frente de la calle Ruzafa” (y sus teatros, clubs y cabarets) o las paellas en la playa de las Arenas.
Frente a esto, una realidad marcada desde comienzos de 1937 por la escasez de alimentos, las cartillas de racionamiento, o las colas del pan, en las que pululaban los bulistas, quintacolumnistas que filtraban noticias adversas para la República.
Pronto la misma guerra llegó con toda su crudeza a las calles y barrios de la misma Valencia, con los bombardeos de la marina y la aviación franquistas y de sus aliados fascistas, que desde enero de 1937 se ensañaron con los Poblados Marítimos y también con el mimo centro de la ciudad, y forzaron la construcción y el acondicionamiento de un buen número de refugios antiaéreos de diferentes tipos. A la vez la llegada creciente de miles de refugiados –de Madrid o de Málaga y de otras zonas de la España republicana conquistadas por los rebeldes- se convirtió en uno de los fenómenos más característicos de la vida cotidiana en la Valencia en guerra y fue acelerando la necesidad de atender estas nuevas necesidades alimentarias y sanitarias.
Alternativamente, la oferta de ocio, propia de una ciudad de retaguardia que quería olvidar la guerra en la medida de lo posible, fue amplia y diversa, sobre todo en lo que se refiere al consume de cine o teatro, especialmente de entretenimiento, los cafés, el ocio nocturno cada vez menor debido a los bombardeos y las campañas de moralización.
La experiencia del miedo fue una realidad para los valencianos en estos meses, no sólo a raíz de la creciente presencia de la guerra y los bombardeos, sino también en el caso de las personas partidarias de los rebeldes o marcadamente conservadores. Así, aunque muy atenuada ya, la represión política continuó y se extendió también a la misma izquierda antifascista, especialmente a los militantes comunistas antiestalinistas del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista).
SALUD Y SANIDAD
El cuatro de noviembre de 1936, el Gobierno del Frente Popular creó un nuevo Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, que no tenía precedentes, al frente del cual, estaba la anarquista Frederica Montseny. Así, la puesta en marcha del Ministerio coincidió con la capitalidad valenciana… y con la guerra, razón por la cual los proyectos de reorganización sanitaria y asistencial más ambiciosos debieron quedar relegados bajo las urgencias derivadas de las campañas militares y de la necesidad de evitar la difusión de epidemias, al margen de las limitaciones presupuestarias en aquel contexto. Por otro lado, en 1937 se creó el Consejo Nacional de Asistencia Social y los consejos provinciales, en los cuales se integraba la beneficencia privada y la asistencia social pública, un planteamiento de protección social pública inédito en España. El mismo año el Gobierno del Frente Popular puso en marcha también un nuevo modelo de asistencia psiquiátrica.
Aparte de los profesionales sanitarios y los dispositivos y los equipamientos en el frente, en la retaguardia estaba el jefe del servicio de sanidad del frente, responsable de la evacuación de los heridos y los enfermos hacia los hospitales del interior. A pesar de disponer de personal suficiente, el material sanitario era escaso; las instalaciones tenían lo necesario para tratar las heridas (algodón, gasas, vendas…) pero el hecho de que la guerra se alargara amenazaba con provocar un falta de suministros dramática, que había que añadir a la insuficiencia de ambulancias y medios de evacuación en general. En la retaguardia se reservaron setenta hospitales para los heridos de guerra, los denominados hospitales de sangre: una veintena dependían del Ministerio de Defensa; el resto, de las autoridades provinciales, de los comités obreros y de la Cruz Roja. El Gobierno republicano dispuso también de la supervisión y de los informes de las autoridades médicas internacionales y del apoyo de la Central Sanitaria Internacional de Ayuda a la España Republicana (Centrale Sanitaire I(nternationale d’Aide à l’Espagne Républicaine).
Se creó la Cartilla Sanitaria del Combatiente y el ministerio de Montseny se propuso también transformar a fondo las condiciones de acogida, manutención y educación de los niños abandonados, de manera que se ponía así fin al concepto tradicional de asilo y se llevaba a la práctica la proclamación de los derechos de la infancia. Por otro lado, durante el primer trimestre de 1937 se agudizó el movimiento de refugiados, que, según cifras oficiales, comprendían cerca de millón y medio de personas. Además, a mediados de 1937 se había intensifica la campaña de lucha antivenérea, no solo con campañas de propaganda y educación sexual (incluyendo la distribución de preservativos), sino también creando llibertaris de prostitución, para el alojamiento, asistencia y orientación profesional de las prostitutas.
ARTE Y CULTURA VISUAL
La guerra no sorprendió a los artistas valencianos, como tampoco a aquellos llegados a la ciudad. Una rápida configuración de toda una maquinaria de difusión de la cultura visual, el grado de organización colectivo y el volumen de producción constituyen algunas de las características más sorprendentes de este periodo. Un sistema imitador del desarrollado por los artistas en la Revolución Rusa, impulsado por la consciencia de la función social del arte y el compromiso del artista con la sociedad y del cual formaron parte organismos y agrupaciones, como el Subcomisariado de Propaganda, el Sindicato del Arte Popular de Valencia, el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, la Dirección General de Bellas Artes, la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, el grupo Acción de Arte o la sección de Bellas Artes de la FUE, entre otros.
Banderolas, carteles, panfletos, la tribuna y los tranvías sirvieron de suporte a la ingente producción gráfica y artística. La ciudad se politizaba y se teñía con las más diversas manifestaciones visuales, donde se mezclaban el realismo, la estética futurista, el expresionismo, la plástica naíf, el regionalismo, el fotomontaje, el periódico mural, la lineografía, etc.
Las revistas gráficas como por ejemplo Nueva Cultura, Verdad o Pasionaria tuvieron aquí un papel primordial en la creación artística, como también la producción escultórica para placas rotuladoras de calles o el diseño de ninots e iconografías diversas para actos públicos, manifestaciones o cabalgatas.
No faltaron tampoco cuatro fallas antifascistas que cubrieron el hueco dejado por la supresión de la fiesta en 1937, ni tampoco exposiciones artísticas como por ejemplo la Exposición de artes plásticas mexicanas: cien años de arte revolucionario en el Ateneo Popular, con la posterior conferencia del muralista Siqueiros en el Aula Magna de la Universitat; y la Exposición pro-milicias, cuyos beneficios fueron destinados al sostenimiento de las milicias, o la Exposición de dibujos infantiles antifascistas.
La llegada del Patrimonio Nacional al Colegio del Patriarca y a las torres de Serranos y la campaña de conservación preventiva que emprendió la Junta del Tesoro Artístico constituyen, así mismo, uno de los grandes hitos internacionales de salvaguarda del patrimonio.
UNA ACTIVIDAD CULTURAL INTENSA
La tarea cultural desarrollada en la Valencia capital de la República fue muy rica, variada y, en muchos casos, de gran calidad, gracias al trabajo de artistas, escritores e intelectuales, tanto autóctonos como refugiados procedentes de otros lugares de España, así como de extranjeros. Esta producción era el reflejo de una concepción popular y revolucionaria de la cultura, y de la consideración de esta como instrumento -y a la vez emblema- de la lucha contra el fascismo y, por tanto, muy difícilmente distinguible de la propaganda.
El trabajo llevado a cabo desde las instituciones fue muy notable. No sólo desde el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, sino también desde otras instancias, como la Conselleria de Cultura del Consell Provincial de València, cuyo primer titular fue Francesc Boch i Morata, dirigente del Partido Valencianista d’Esquerra, con la creación del Instituto de Estudios Valencianos, para la recuperación y difusión del patrimonio cultural valenciano. O la sede valenciana de Cultura Popular –asociación vinculada a las entidades del Frente Popular-, con programas de distribución de libros y prensa, creación de bibliotecas ambulantes y promoción de la lectura en frentes y hospitales, escoletas y colonias, exposiciones, etc. Otras asociaciones fueren muy dinámicas en este periodo, como la AIDC (Alianza de Intelectuales pera la Defensa de la Cultura) a la que pertenecían entre otros Max Aub, Manuela Ballester, Ángel Gaos, Ramón Gaya, Juan Gil-Albert, Emili Gómez Nadal, Josep Renau o Carles Salvador, y con secciones de literatura, música, publicaciones y artes plásticas. Además, debe destacarse la presencia en la ciudad de los escritores, artistas y científicos evacuados de Madrid –Antonio Machado y León Felipe, entre otros muchos– i alojados en la Casa de la Cultura de la calle de la Paz (Hotel Palace), conocida por los valencianos como el “Casal dels Sabuts”.
Por otro lado, el 4 de julio de 1937 se inauguraban en la sala de plenos del ayuntamiento las sesiones del Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. El congreso en el participaron intelectuales de la talla de dAndré Malraux, Tristan Tzara, Octavio Paz, Alejo Carpentier o Pablo Neruda, entre otros, expresó la solidaridad de los intelectuales antifascistas de todo el mundo con la República Española.
EDUCACIÓN PARA EL PUEBLO
Las iniciativas educativas fueron un ámbito especialmente destacado de la actividad de las instituciones y las organizaciones republicanas durante el tiempo en que Valencia fue capital de la República. El estallido de la guerra comporto que, desde este (y en particular desde el ministerio correspondiente, el de Instrucción Pública y Bellas Artes, dirigido entonces por el comunista Jesús Hernández), se diera un apoyo, aún mayor que durante el período de paz, a la extensión de la educación a sectores tradicionalmente excluidos de esta, con un espíritu más combativo y populista, como consecuencia del contexto bélico.
Entre las acciones más importantes figura, por ejemplo, la gestión de la Infancia Evacuada, con la creación de diferentes colonias para niños refugiados de las zonas de combate, especialmente de Madrid. También destaca el esfuerzo por extender la alfabetización y la cultura, con la puesta en marcha de plataformas como las Milicias de la Cultura en 1937 (para soldados del frente) e instrumentos como la célebre Cartilla escolar antifascista. Se calcula que estas Milicias lograron alfabetizar a más de 105.000 combatientes. La tarea se complementaba con las brigadas volantes de lucha contra el analfabetismo en la retaguardia, con unos 300.000 alfabetizados. A todo ello se debe añadir el trabajo de extensión cultural llevado a cabo autónomamente por las organizaciones obreras, por ejemplo el movimiento libertario, o la actividad cultural del movimiento cenetista y anarquista, articulada en torno a sindicatos, ateneos o agrupaciones con la promoción de escuelas racionalistas y bibliotecas, o la organización de conferencias, cursos y festivales artísticos.
Por otro lado, desde noviembre de 1936 a julio de 1937, el Ministerio construyó 27 escuelas unitarias y 208 de graduados de nueva planta. El presupuesto del departamento para 1937 fue de 496.559.668, que representaba un aumento de casi 149 millones con respecto al año anterior y disponía de una línea específica de 50 millones para construcciones escolares. Los cambios llegaron también a la enseñanza secundaria con la creación de un programa de Bachillerato abreviado para trabajadores entre 15 y 35 años y la apertura de los institutos obreros para facilitar el acceso de los sectores populares a la enseñanza superior, con una política de becas-salario para la manutención e indemnizaciones para las respetivas familias de estos trabajadores. El primero de estos institutos fue inaugurado en Valencia, en las dependencias del antiguo Colegio de Jesuitas de San José, el 31 de enero de 1937.
LA UNIVERSIDAD, CORAZÓN DE LA REPÚBLICA
Con la guerra, la Universitat de València vio obstaculizada –y, en gran medida, paralizada- su actividad docente habitual, con los estudiantes movilizados y los profesores dedicados a servicios especiales. En el curso 1936-1937 se suspendieron las actividades lectivas y, aunque al inicio del curso 1937-1938 se intentó reabrir la Universitat, el semestre no se pudo finalizar. Durante estos años no hubo convocatorias docentes normales y el alumnado inscrito fue muy escaso.
Aun así, la Universiat de València cumplió durante el conflicto un papel muy importante dentro del mapa universitario republicano, ya que fueron asignados profesores de otras universidades españolas y se trasladó parcialmente la universidad madrileña. Además, incrementó su función como institución cultural pública mediante cursos especiales (también muy vinculados a la guerra, sobre todo a la sanidad y a la formación de médicos) y otras actividades extraacadémicas. Y también, durante la capitalidad, como centro cultural (alojando parte de las dependencia del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes) y bibliotecario de la España republicana. Des de septiembre de 1936 la dirección de la Biblioteca Universitaria sería ocupada por María Moliner.
Así mismo, el dinamismo de sus estudiantes, agrupados en la FUE (Federación Universitaria Escolar, asociación democrática de estudiantes creada a finales de los años 20) fue muy grande, además de su participación en el frente como voluntarios o soldados movilizados. Actuaren, en el frente y en la retaguardia, en diferentes ámbitos. Abrieron nuevamente la Universidad Popular, atendieron las colonias escolares y las ampliaron, y participaron en las Milicias de la Cultura y en otras muchas actividades culturales: teatro universitario El Búho (dirigido por Max Aub), Cine-Estudio FUE, Publicaciones (Frente Universitario, El Estudiante en Armas), elaboración de carteles, panfletos y murales, conferencias. Etc.
El final de la guerra y la victoria franquista fueron dramáticas para la Universitat con el exilio de su Rector, el catedrático de fisiología Josep Puche, y el fusilamiento en mayo de 1941 de quien también había sido Rector de la Universitat entre 1932 y 1934, el conocido catedrático de medicina Joan Peset Aleixandre.
Fecha :
Del 7 noviembre de 2016 al 26 marzo de 2017
Horario:
Martes 14, miércoles 15 y jueves 16, abierto de 10:00 a 14:00 h i de 16:00 a 20:00 h
Viernes 17, sábado 18 y domingo 19, abierto de 10:00 a 14:00 h
Lunes cerrado
Entrada libre
Centro: Centre Cultural La Nau
Salas:
Sala Acadèmia
Organiza:
Vicerectorat de Cultura i Igualtat de la Universitat de València
Centre Cultural La Nau de la Universitat de València
Colabora:
Facultat de Geografia i Història de la Universitat de València Fundació General de la Universitat de València Ajuntament de València Archivo Gráfico ABC Culturarts - IVAC, Generalitat Valenciana
Comisariado:
Mireia Ferrer (Dep. d’Història de l’Art de la UV) Toni Morant (Dep. d’Història Contemporània de la UV) Javier Navarro (Dep. d’Història Contemporània de la UV)