Béroul pág.1

 

Béroul pág.2

Béroul pág.3

(aquí)

Béroul pág.4
Béroul pág.5
Béroul pág.6

 

 

No abundan, pero sí se dan casos en los que el trovador fanfarronea sobre su superioridad con respecto al marido, o su facilidad para engañarlo a conciencia, como en un arriesgado y excitante juego. Blacasset acaba una composición con un desafío parecido:

Gentils domna, se lo non fos en oc,

amanz del mon non agra tan bon lloc

del joi d'amor, don aten honrat joc

qu'al flac jelos cuig dir mat ses tot roc.

[Dama gentil, si el "no" se convirtiera en "sí", ningún amante del mundo tendría tan buen lugar en el gozo del amor, del que espero honroso juego, pues al desmedrado celoso le pienso dar mate sin ninguna torre.](34)

 

 

Pero en general, ya lo hemos dicho, no se cuestiona la figura del marido, ni la institución del matrimonio. Se presupone, se soslaya, pero no parece significar un obstáculo insalvable.

Al amante no suele interesarle una confrontación directa con un personaje así. Es mucho más práctico intentar granjearse su confianza, conseguir acercarse amablemente al círculo de los íntimos del matrimonio.

 

 

 

Por lo menos así se consigue sin violencia acceder a la dama. Después, el amante ya pensará en la táctica más adecuada para conseguir los siguientes objetivos. Aunque haya que soportar junto a la esposa la figura amenazante del marido, el primer paso ya está dado. Es precisamente de lo que se lamenta el trovador Albertet. En verdad resulta complicado responder a la irritación de su gilos. Ya no sabe cómo ingeniárselas para neutralizar sus sospechas:

Al sieu marit volgr'ieu un pauc atanher:

doncx l'anera ieu plus soven vezer,

e nom calgra per ver guaire malamen:

«Aquest vassals, que sa ven tan soven,

ben volria saber que vai queren»;

e s'ieu agues razon que•m pogues dire,

plus soven, pogr'ab lieys joguar e rire.

[Quisiera ser algo pariente de su marido: así iría a menudo a verla y realmente no tendría que temer mucho cuando el villano celoso dice malhumorado: «Quisiera saber qué va buscando este vasallo que viene por aquí tan a menudo.» Y si yo tuviera alguna razón para responderle, podría jugar y reír con ella más a menudo.](35)

A lo que realmente aspira Albertet, como tantos otros trovadores, es a tener acceso directo a la dama con cualquier excusa; y no existe mejor pretexto que el de pertenecer a los más allegados de la enamorada. Pero está claro que ser familia del marido es una de las mejores excusas que un amante puede tener para frecuentar con tranquilidad la casa que habita el objeto de sus desvelos. Probablemente este trovador habría disfrutado con la resolución de la escena del pino.

Se trata en efecto de un caso extremo muy célebre. Cuando empieza la obra, sabemos que Tristán ha sido apartado de palacio. Los felones ya han alertado a Marc, que no se resiste a exiliarlo definitivamente, sólo le impide el acceso a la habitación de la reina.  Pero para su sorpresa, los amantes mantienen en el jardín una conducta imprevista.  Desde su puesto de vigilancia en el árbol, Marc no observa, como le habían dicho, una conducta libidinosa.

 

 

 

Los amantes se encargan de presentar los móviles de los felones bajo la luz más negra, como hemos visto.

De hecho, son los argumentos como el parentesco y el linaje lo que a Marc más le duele. Desconfiar así de alguien de tu propia sangre, mientras esos felones ocultan intenciones tan turbias... (v. 57-68; 71-77; 92-106).

 

El rey sólo puede extraer dos conclusiones: o los amantes le engañan ahora, o los felones le han engañado a él desde el principio.

Pero Marc desea con demasiada intensidad creer en la inocencia de su sobrino y de su mujer como para considerar la primera opción. Y he aquí la resolución de un marido que a Albertet le hubiera gustado tener como rival. La cita ha terminado, y los amantes, que han fingido un casto comportamiento, se separan. Habla Marc:

Mot es fous qui croit tote gent.

Ben deüsse ainz avoir prové

De ces deus genz la vérité

Que jë eüse fol espoir.

Bien virent aprimier cest soir.

Au parlement ai tant apris,

Jamais jor n'en serai pensis.

Par matinet sera paiez

Tristran o moi: s'avra congiez

D'estre a ma chambre a son plesir. (v. 284-293)

Los deseos se cumplen a veces. Marc no sólo se convence de desestimar el punto de vista de los felones, sino que desea recompensar a su sobrino permitiéndole libre acceso a la habitación de la reina. Fantástico. Su arrepentimiento es tan inocente, los felones tan negativos, los amantes tan hábiles, que Béroul consigue su propósito: la escena no puede ser más divertida y sin embargo Marc no resulta ridículo, sino simpático.

¿Y los amantes? Los amantes ya han logrado neutralizar la primera maniobra peligrosa de los felones. A partir de aquí, Tristán e Iseo sólo tendrán que insistir en sus presupuestos iniciales: no se aman par puterie; los felones mienten. Y no existe más alternativa que la de ejercer hábilmente la astucia, como le aconseja un interlocutor imaginario a Guiraut de Bornelh:

-Senher, e cals conselhs n'er pres?

-Bos e cortes.

-Er lo•m diatz!

-Tu venras denan leis viatz

et enquerras la de s'amor. (...)

-E si•s n'apercep lo gilos?

-Adonc n'obraretz plus ginhos. (...)

-Be te sera tos jois doblatz,

sol lo dichs no•t fassa paor.

-Senher, tan senti la dolor,

mortal,

per qu'es ops c'o partam egal!

-Er donc tos sens

que te valh'e tos ardimens!

[-Señor, ¿qué determinación tomar? -Una buena y cortés. -Decídmela ahora. -Vete en seguida ante ella y pídele su amor (...) -¿Y si se da cuenta el celoso? -Entonces obraréis con más astucia (...) Doblará tu alegría a condición de que no temas hablar. -Señor, he sufrido un dolor tan mortal que ahora conviene que nos lo repartamos igualmente. -Pues entonces que te ayuden tu juicio y tu atrevimiento.](36)

 

 

Como ejemplo de astucia y de atrevimiento, la escena siguiente es ilustrativa. Caeríamos de nuevo en el fabliau o en el vodevil si las reacciones del marido no estuvieran tan dibujadas, si Béroul no insistiera tanto en los gestos de ternura y de arrepentimiento del rey (v.434-449). Anonadado por lo que acaba de ver, Marc necesita que Iseo le cuente con sus propias palabras la entrevista.

 

 

 

Evidentemente, la reina le relata lo que el rey ya ha visto, lo que cree ser la verdad. El rey calla; la deja hablar; la estrecha entre sus brazos; la besa plus de cent fois; Iseo llora. Marc no puede más. Acaba de reafirmarse en su resolución: sólo espera que Tristán le perdone por haber desconfiado de él (!). La reina sonríe (v.502); Brangien y Tristán se abrazan entusiasmados, saltan de alegría cuando conocen el brusco cambio de la situación:

Brengain s'en ist les sauz par l'us.

Tristan estoit a la paroi:

Ben les oiet parler au roi.

Brangain a par les bras saisie;

Acole la, Deu en mercie...

...D'estre o Yseut a son plaisir. (v.503-508)

Es un sueño hecho realidad. Al menos las circunstancias ayudan a que el sueño se haga realidad. Y los amantes no descartan ninguna posibilidad de verlo realizado, por muy arriesgado que sea el intento. Está claro que los amantes corteses no se arredran ante los obstáculos. El atrevimiento no tiene, en efecto, otro objetivo que el de suplantar al marido en el lecho de la amada. No es que los trovadores se sientan muy celosos de los maridos, pero sí que envidian la libertad con la que el marido consigue todo su placer con la dama. A Guilhem Ademar la idea le obsesiona:

E per aisso mi teing per ereubut

e non envej el mon nuill home nat,

si•m vol midonz tener vestit o nut

un ser lonc se en luoc de moillerat.

Anc no fo faig al mieu pat tals honors

cum a mi er, si•naissi s'esdeve

qe•l sieu blanc cors gras, escafit e le

remir baisan ni teng'entre mos bratz.

[Y por esto me tengo por dichoso y no envidio a ningún hombre nacido en el mundo si mi señora me quiere tener, vestido o desnudo, una tarde a lo largo de ella, en lugar de marido. Nunca a ningún igual mío fue hecho tal honor como lo será para mí si llega a suceder que contemple besándolo su blanco cuerpo lleno, esbelto y terso y lo tenga entre mis brazos.](37)

 

 

 

A Tristán también le obsesiona. Curiosamente como en la obra de Thomas. Por eso aprovecha aquí la primera ausencia de Marc para ver a la reina en su lecho.

Aunque parece que el sueño no podrá realizarse satisfactoriamente: Béroul sabe preparar el ánimo del público y nos advierte de que la catástrofe se cierne sobre los amantes (v.614-622).

 

Y es que los felones vuelven a la carga. Han perdido la primera batalla, pero, en su inocencia, creen que ganarán la guerra. El enano Froncin, con su costumbre de leer en las estrellas lo que no debe, acaba de esparcir harina entre el lecho de Marc y el de Tristán. Se trata de una gran sala comunitaria, donde eventualmente duerme el linaje del rey con algunos cortesanos. Si nuestro héroe pretende aproximarse a la reina, sus huellas quedarán en evidencia.

Pero Tristán ve la estratagema. Da igual, necesita estar con Iseo. Con un salto prodigioso, el sobrino de Marc se reúne con Iseo, pero está tan ensimismado en son delit, que no se da cuenta de nada. Ni siquiera de una herida reciente que está empezando a manchar las sábanas de la reina. Por mucho que vuelva a su cama, la sangre hace presuponer el crimen. Los felones entran, seguidos del rey. Alarma, reacción violenta de los delatores: acaban de ver confirmadas sus acusaciones. Estupor de Marc.

El escándalo es público y no se puede volver atrás, no se puede razonar con el marido engañado. De hecho es curioso observar que el rey no abre la boca. Son los felones los encargados de hacerle ver la dificultad de refutar la evidencia, son ellos los que amenazan a Iseo, los que reducen a Tristán. La reacción de Marc está condicionada, sin duda, por la escena anterior: si se había convencido de la "inocencia" de los amantes, su ira se manifiesta ahora en proporción geométrica a la confianza traicionada. Ya no desea oír más excusas, ni más razones y concibe en silencio la condena: sólo la muerte de los amantes podrá calmar su deseo de venganza (v. 863-868)(38).

 

 

 

Béroul agota en esta primera parte del relato todas las posibilidades que podía ofrecer el recurso de los encuentros clandestinos. El que tiene lugar bajo el pino se ha saldado con la victoria de los amantes, pero el segundo no: los van a quemar en la hoguera. También agota Béroul la reserva verosímil de paciencia que puede llegar a tener un marido, por muy complaciente que éste sea.

 

Llega un momento en que la evidencia del delito es tan patente, que urge un giro radical en el planteamiento, si no se quiere hacer del rey, un pelele. Y el narrador aprovecha esta nueva orientación para diseñar un sorprendente cambio de actitud en Marc.

Para mayor escarnio del rey, los amantes han escapado de la justicia y llevan en el Morrois una existencia de prófugos. Pero como nunca faltan los que desean realizar un servicio útil al soberano, un guarda forestal descubre por casualidad el escondite de los amantes y corre a comunicárselo a Marc. Por primera vez desde que empezó el relato, Béroul pretende poner cara a cara a los tres protagonistas. No es que vayan a explicarse abiertamente, sería muy complicado, o muy crudo.

Pero por primera vez, Marc tendrá que actuar sin el diligente consejo de los felones. Y lo que es más importante: sólo él podrá juzgar sobre la "verdad" de lo que vea, sin intermediarios, sin intérpretes de la realidad. Al final del episodio, el rey llegará a saber cómo se comportan los amantes, sin que éstos le engañen o sin que los felones intervengan. Quizá con la del filtro, se trate de la escena más conocida de la leyenda de Tristán e Iseo.

 Nos habíamos dejado al rey con el forestal. La segunda parte del relato de Béroul, decíamos, presenta notables cambios en el comportamiento del rey. Por primera vez, ante una posibilidad de descubrir a los amantes, Marc... ¡miente! Es más, rechaza la simple presencia de sus consejeros. Hemos visto que en los dos casos anteriores, en la escena del pino y en la de la harina, Marc admitía las delaciones de los felones con bastante celeridad, casi con ganas de compartir con ellos la evidencia.

 

De hecho siempre se había apoyado en sus consejeros, ya que eran los testigos de cargo. En este caso, la denuncia viene de fuera de la corte y los felones ignoran la información del forestal. Cuando éste acaba de relatar al rey como dormían de abrazados Tristán e Iseo en la cabaña del Morrois, a Marc no se le ocurre, como antes, decidir la resolución a tomar con sus vasallos.

 

 

 

El relato de su reacción transmite un ritmo emocional muy intenso:

Li rois l'entent, boufe et sospire.

Esfreez est, forment s'aïre.

Au forestier dist et conselle

Priveement dedenz l'orelle:

«En qel endroit sont il? Di moi.

-En une loge de Morroi

Dorment estroitet embrachiez.

Vien tost: ja seron d'eus vengiez.

Rois, s'or n'en pren aspre venjance,

N'as droit en terre, sanz doutance.»

Li rois li dist: «Is t'en la fors.

Si chier comme tu as ton cors,

Ne die a nul ce que tu sez,

Tant soit estrange ne privez.

A la Croiz Rouge, au chemin fors,

La on enfuet soven les cors,

Ne te movoir: iluec m'atent.

Tant de dorrai or et argent

Com tu voudras, je l'afi toi.» (v.1869-1887)

El rey sigue en un estado de cólera notable y no sería de extrañar que degustase, ya en estos momentos, el agradable sabor de la venganza. El rey no desea sin embargo que la información se haga pública. La amenaza al forestal es fulminante a este respecto. Pero además Marc desea deshacerse de la mirada de los consejeros. Éstos intentan hacerle desistir de salir de la corte sin escolta. Por eso se inventa Marc una rocambolesca historia (v.1895-1916) sobre ir a ver a una amante: según el rey, es la dama la que insiste en que vaya solo.

 

 

Podría ser que la actitud del rey al ir a ver a una dama en solitario, fuera un comportamiento, si no habitual, al menos probable desde el punto de vista de los cortesanos.

Porque éstos aceptan la mentira del rey como verosímil, por lo tanto el rey consigue su objetivo que era convencerles de que, esta vez, saldría completamente solo de la corte.

 

 

Es mera hipótesis, pero un comportamiento así responde a las espectativas que el público cortés tiene de un fin'amant, esté casado o no. Para ser la primera vez que asistimos a una mentira del rey, no parece irle tan mal en el uso de la retórica. Porque de hecho, Marc utiliza un argumento verosímil, aquel precisamente que podía servirle para sus fines.

Solo, con la única guía del guarda, Marc se dirige a la cabaña donde supuestamente duermen los amantes. Pero veamos primero cómo escenifica Béroul los preliminares de la gran escena. Tristán e Iseo han pasado un día agotador. Muertos de calor y de sueño, se disponen a dormir en el interior de su refugio. El narrador nos informa de los más mínimos detalles de sus ropas, de la posición de sus cuerpos, de la distancia entre sus labios, pero no comenta el valor de cada gesto (v.1777-1808).

Sin embargo, cada uno parece importante. Por ejemplo, no sabemos por qué, pero Tristán ha colocado una espada entre ellos. No se suele dar esta explicación, pero es posible que Tristán deposite la espada en un lugar protegido, a mano para poder empuñarla rápidamente en caso de una mala sorpresa. Dada la facilidad con la que el forestal les ha encontrado, no sería de extrañar que Tristán estuviera prevenido.

Pero Béroul no dice nada al respecto. Iseo lleva una camisa, aunque podría haber ido desnuda. Béroul sólo nos informa de que, de ser así, les hubiera podido suceder una desgracia (Merveilles lor fust meschoiet). Tristán tampoco va desnudo, conserva los pantalones (Et Tristran ses braies ravoit). Bastantes casualidades juntas. Sus cuerpos están muy juntos, pero no del todo. Tristán tiene a la reina entre sus brazos, pero sus labios no acaban de estar unidos. Béroul parece tener mucho interés en subrayar todas las concesivas:

Lor amistié ne fu pas fainte.

Les bouches furent près assises,

Et ne por qant si ot devises,

Que n'asemblaoient pas ensemble.

Vent ne cort ne fuelle ne tremble.

Uns rais decent desor la face

Yseut, que plus reluist que glace.

Eisi s'endorment li amant. (v. 1794-1802)

 

 

En este momento llega Marc. Primero se deshace del guarda, le paga sus servicios y le despide. Marc no quiere testigos de lo que allí vaya a suceder.

Todo parece indicar que el rey va a tomarse la justicia por su mano, porque el tono dramático de Béroul no hace prever una solución feliz para los amantes:

 

 

 

Del fuerre trait s'espee fors.

Iriez s'en torne. Soven dit

Qu'or veut morir s'il nes ocit.

L'espee nue an la loge entre. (...)

Li rois en haut le cop leva.

Irié le fait, si se tresva.

Ja descendist li cop sor eus,

(Ses oceïst, ce fust grant deus!)

Qant vit.... (v.1955-1969)(39)

Con la espada desenfundada y a punto de asestar un golpe mortal en la soledad del bosque, Marc se encuentra por primera vez cara a cara con los amantes. Es cierto que están dormidos, pero ¿qué mejor ocasión para juzgar el comportamiento de unos supuestos amantes, que cuando se encuentran más relajados y confiados? Además no pueden hablar, no pueden proferir falsas verdades ni esgrimir argumentos a su favor.

Lo que Marc descubre allí, lo que ve en la cabaña, le impacta notable y dramáticamente, en el sentido teatral de la palabra. Pero no por lo que más se temía. Todo porque, por primera vez, nadie le ha preparado una escena equívoca o una explicación  interesada de los hechos. Ni a favor ni en contra de los amantes. Ahora comprendemos por qué Béroul daba tanta importancia a los detalles circunstanciales, y providenciales, en el interior de la cabaña.

Marc lee en esos detalles, adivina el significado de los gestos, los objetos, las actitudes. Esta vez no se permite creer la verdad que otros le relatan. La verdad, la realidad, la tiene ante sus ojos. Marc descubre pues el sentido de unos detalles que hubiera podido malinterpretar bajo el efecto de la cólera. Recordamos de pasada cómo Thomas censuraba las consecuencias de una pasión como la cólera, para todo aquel que quisiera juzgar con propiedad.

 

 

 

Béroul coincide plenamente con él, ya que la primera reacción del rey es controlar sus emociones, serenarse y analizar fríamente los datos.

De ellos extrae Marc unas conclusiones firmes, esta vez sí, sobre cuál es la verdad en la que va a creer de ahora en adelante, su verdad. Al menos una verdad que no se verá desmentida en lo que queda de relato:

 

 

Qant vit qu'ele avoit sa chemise,

Et qu'entre eus deus avoit devise:

La bouche o l'autre n'ert jostee.

Et qant il vit la nue espee

Qu entre eus les desvrot,

Vit les braies que Tristran out:

«Dex! dist li rois, que ce puet estre?

Or ai veüst tant de lor estre.

Dex! je ne sai que doie faire

Ou de l'ocire ou du retraire.

Ci sont el bois bien a lonc tens.

Bien puis croire, se jë ai sens,

Së il l'amasent folement,

Ja n'i eüssent vestement.

Entrë eus deus n'eüst espee.

Autrement fust cest'asemblee.

Corage avoie d'eus ocire:

Nes tocherai, retrairai m'ire.

De fole amor corage n'ont.

N'en ferrai nul: endormi sont.

Se par moi eirent atouchié,

Trop par feroie grant pechié,

Et se j'esvel cest endormi,

Et il m'ocit ou j'oci lui,

Ce sera laide reparlance.

Je lor ferai tel demostrance

Quë, ançois qu'ils s'esvelleront,

Certainement savoir porront

Qu'il furent endormi trové

Et qu'en a eü d'eus pitié

Que je nes vuel noient ocire,

Ne moi ne gent de mon empire. (v.1975-2000)

 

 

La cita era muy larga, pero no nos ha parecido conveniente cortar esta argumentación de Marc tan cómoda, tan escolástica  y tan verosímil.

Como en el razonamiento dialéctico, Marc encadena una serie de silogismos, a partir de premisas verosímiles, que le deberían permitir concluir una afirmación igualmente probable o verosímil(40).

 

 

 

Es un tipo de deducción lógica que, a veces, no es más que aparente, sobre todo, cuando se parte de premisas no necesarias, de premisas que se pueden invalidar. Marc pretende descubrir la verdad a partir de los detalles reales, pretende saber a partir de lo que ve, cosa bastante lógica. Pero no considera que utilice premisas equivocadas; Béroul tampoco dice nada a este respecto. El rey parte de que si ellos se amaran con locura el comportamiento de Tristán e Iseo sería muy distinto.

Pero la premisa "cualquier pareja de amantes dormiría en una actitud distinta" es falsa. El resto del silogismo: "ellos no duermen como lo harían unos amantes, luego, Tristán e Iseo no se aman de fole amor", también es equivocado. Pero partiendo de premisas así: "si se amaran... no habría una espada entre ellos", "si se amaran... no estarían vestidos", etc, Marc llegará a convencerse incluso de aspectos que antes ni había considerado, como es el escándalo que se produciría si el rey de Cornualles matara al vencedor del Morholt. Antes no lo había pensado. Pero sabemos que antes estaba bajo el efecto irrefrenable de la cólera.

Marc ha extraído de la realidad aquellas pruebas que le permiten conformar la idea que desea hacerse de la verdad. Tras la escena del pino, Iseo ya había conducido al rey a un razonamiento muy similar: él los había visto, había podido comprobar la honestidad de la entrevista. Tristán ni siquiera se le había aproximado, ¿no era la prueba más fehaciente de que no se amaban d'amor vilaine o de fole amor? Iseo se permitía incluso rematar el razonamiento lógico:

Sire, s'or ne nos veïssiez

Certes, ne nos en creïssiez.

-Per Deu, je non, li rois respont.(v. 477-480)

No, Marc no lo hubiera creído si no lo hubiera visto. Pero a este razonamiento, en la cabaña del Morrois, el rey ha llegado por su propia iniciativa. Y como hemos dicho, no se desdecirá de sus conclusiones hasta el final de la obra. De hecho, tras esta escena del Morrois, todo parece indicar que asistimos a una inversión de la situación de partida.

 

 

 

Teníamos un rey sometido por completo a las iniciativas de los felones y unos amantes perseguidos por los lauzengiers. Y Marc siempre en el centro para juzgar, emitir un veredicto en favor o en contra de los amantes. Es como si ya no quisiera ejercer esa potestad judicial o como si hubiera aceptado la situación. En cualquier caso, a partir de este momento, Marc, ya no sólo no será una amenaza para Tristán e Iseo, sino que acogerá con alegría la propuesta de reconciliación que le hacen los amantes, con la mediación del eremita Ogrin.

 

Y no se dejará arrancar por los felones una promesa de juramento público de la reina, más que a regañadientes. De hecho, a partir de este momento, las iniciativas de los felones se estrellan contra un muro infranqueable que no esperaban encontrar: el rey se niega a escucharlos, ya no cree en sus palabras, no quiere aceptar un juicio público.

Y lo más sorprendente, Marc retoma contra los felones los argumentos que esgrimían los amantes para defenderse. El juez acaba de franquear el paso hacia el campo de los acusados y participa del punto de vista de los amantes corteses. Desde el principio de la obra, Tristán había reclamado el derecho a defender a la reina de la acusación de adulterio con las armas. Nunca se le permitirá hacerlo legalmente, los felones no se atreverán a demostrar el adulterio por esa vía.

Ahora bien, por primera vez, Marc admite que la negativa de los felones a batirse contra el supuesto culpable significa indudablemente que son unos cobardes mentirosos. La consecuencia lógica es que merecen un castigo ejemplar por extralimitarse en sus atribuciones y por viciar las relaciones con su sobrino (Mis m'en avez el cuer la boce, Que n'en istra jusqu'a un an/ G'en ai por vos chacié Tristran. v.3106-8).

La reacción de Marc ante esta petición de juicio público merece ser tenida en cuenta, porque subraya el notable cambio en su actitud, sobre todo, si recordamos cómo se comportó en la anterior delación, la del guarda forestal. Los felones acaban de terminar su alegato, exigiendo del rey que si la reina no se disculpa públicamente, tendrá que repudiarla o exiliarla. Marc no puede contener su cólera, esta vez hacia los felones:

Li rois rogi qui escouta.

“Par Deu, seigneurs Cornot, mot a

Ne finastes de lié reter.

De tel chose l'oï ci reter

Que bien peüst remaindre atant.

Dites se vos alez querant

Que la roïne aut en Irlande.

Chascun de vos que li demande?

N'osfri Tristran li a defendre?

Ainz n'en osaste armes prendre.

Par vos est il hors du païs.

Or m'avez vos du tot sorpris.

Lui ai chacié: or chaz ma feme!

Cent dehez ait par mié la cane

Qui me rova de lui partir. (v.3027-3041)

 

 

La maldición que les lanza en los últimos versos es clara: esta vez, un marido firme y resuelto sale en defensa de los amantes, y amenaza duramente a los delatores. No creemos que haya ironía o burla en esta escena. Si participábamos del punto de vista de los amantes, Marc ya nos era simpático, entendíamos sus reacciones: ahora el personaje es menos ridículo que nunca, y cobra una nueva consistencia por el mero hecho de tomar sus propias iniciativas, de impulsar el relato precisamente a favor de los protagonistas.

 

 

El verso 3031 es digno de resaltar porque subraya el cambio de actitud hacia los amantes: De tel chose l'oï ci reter/ Que bien peüst remaindre atant. ¿Qué significa? Para Jean Charles Payen: "Voici nouvelle attaque qui aurait pu attendre". Roberto Ruiz Capellán(41) traduce: "Estoy oyendo que se la acusa de algo que muy bien podría pasarse por alto".  En cualquier caso, como cambio de orientación no está nada mal.

La actitud de Marc puede sorprendernos o divertirnos, o las dos cosas. Pero no es menos cierto que se asemeja notablemente a la figura ideal del marido en la fin'amors. En efecto, ya habíamos dicho que normalmente el marido no merece mucha atención por parte de los trovadores. Suele recibir sólo tibias críticas de los amantes ¿Será porque paga? ¿Será porque el trovador tiene todo el interés en no azuzar con sus críticas a un personaje del que depende en gran medida su subsistencia?(42)

No hay duda de que los trovadores, ya lo hemos dicho, no pretenden de ningún modo acabar con la institución del matrimonio. Los hay incluso que están casados y siguen con su actividad de trovadores, manifestando una concepción del matrimonio muy particular. Raimón de Miraval acusa precisamente a un marido de no comportarse cortésmente. No es que pegue a su esposa o la maltrate, como hemos visto más arriba. Simplemente, pretende que su situación es la ideal porque es capaz de amar cortésmente a su esposa. Raimon le responde:

e puois q'el vol entre toz moilleratz,

ja no•i ajam dampnatge

nos autres drutz que segrem dreich viatge.

La dompna q'es bell'e plazens

lais Deus venir lai on hom ri,

et el nostr'alberc atressi

nos don cortejadors plazens

ab moiller qe•ns fass'honranssa.

[y si él quiere ser un marido perfecto, no por ello recibamos daño los amantes que seguiremos el camino recto. A la dama que es hermosa y agradable déjela Dios ir a donde se ríe, y dénos también en nuestra morada cortejadores amables con esposa que nos honre](43)

 

 

 

Obsérvese que Raimon no considera la situación como imposible, sólo desea que no se instituya como la única, la que todos deban seguir por obligación. Él prefiere continuar amando a la mujer de otro, independientemente de que esté casado, como es su caso, pues Raimon también tiene esposa. El marido que recibe este alegato de Raimon de Miraval no es otro que el trovador Huguet de Mataplana. Hemos conservado la composición en la que el poeta responde a ésta de Raimon de Miraval. En ella, Huguet expone su concepción del marido ideal.

 

Lo que sorprende es que está perfectamente de acuerdo con el otro trovador. Eso confirmaría la hipótesis de que ambos se limitan a debatir un tema de actualidad y defienden posturas opuestas, aunque en el fondo coincidan en la visión del marido cortés:

Issutz es de l'esperanssa

d'esser drutz, a ma semblanssa,

car si•l plagues mais dompneis ni solatz,

non feira tal utratge

don tuich cortes volguesson son dampnatge.

Car maritz a cui platz jovens

deu sofrir, per so c'atressi

sofrant lui siei autre vezi (...)

fassa•il tant d'avantatge

qu'ill sofr'un drut qui trob'a son coratge.

E pois er sos albercs gauzens

qand an lieis aura faita fi,

ab que ja mais non la chasti (...)

ni de lieis no•is don doptansa

ni non s'o teign'a grevanssa

si sos albercs es soven cortejatz;

c'assi er d'agradatge

a nos cortes et als gelos salvatge.

[A mi parecer se ha alejado de la esperanza de ser amante, pues si realmente le pluguiera la galantería y el solaz, no cometería tal ultraje debido a lo cual todos los corteses quisieran su daño. Porque al marido a quien agrada juventud debe soportar, para que del mismo modo lo soporten sus demás vecinos (...) Concédale la ventaja de soportarle un amante que encuentre a su gusto. Y luego después, cuando haya hecho las paces, su morada será feliz a condición de que nunca más la reprenda (...) que no tenga duda de ella y no se lo tome a agravio si su morada es a menudo cortejada; porque así será del agrado de nosotros, los corteses, y desagradable a los celosos.](44)

 

   

 

 

 

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NOTAS

(34) Riquer, op.cit., p.1291-1292, VI

(35) Riquer, op.cit., p.1133, III

(36) Riquer, op.cit., p.487-488, v.25-29; 35-36; 40-47

(37) Riquer, op.cit., p.1102, nota nª 7

(38) La escena tiene notables parecidos con la que cuenta Ovidio en el Arte de Amar, II, v.561-600, sobre los amores de Venus y Marte. Vulcano, ante la denuncia del Sol,  construyó una finísima red sobre el lecho de su mujer para sorprender a los adúlteros. La trampa funcionó y Vulcano convocó a los demás dioses para que ratificaran públicamente el crimen. Pero no logró la felicidad y se arrepintió incluso de su iniciativa. Ovidio critica evidentemente la manía de los maridos por preparar trampas y por urdir tretas contra los amantes.

(39) Es posible que exista alguna relación entre esta escena y la historia de Céfalo y Procris que relata Ovidio en su Arte de Amar, III. Procris también cree que su marido la engaña con alguien en el bosque. Alguien le revela la posible traición y ella se precipita a comprobarlo por sí misma, y sin testigos. Damos la traducción de Vicente Cristóbal López: "Alguien, servicial en mala hora, transmitió con memoriosa boca a los tímidos oídos de la esposa las palabras que había escuchado (...) Cuando casi habían llegado, deja en el valle a los que la seguían y penetra ella, resuelta, en el bosque con paso silencioso y ocultándose. ¿Cuál era, Procris, tu pensamiento, cuando así te ocultabas, delirante? ¿Qué ardor había en tu desconcertado corazón? Pensabas sin duda que estaba a punto de llegar aquella Brisa, quienquiera que fuese, y que tus ojos habrían de contemplar el delito. Unas veces te arrepientes de haber venido (pues no querrías sorprenderlos), otras veces te alegras de ello: el amor dudoso turba tu corazón. Lo que le mueve a dar crédito es el lugar y el nombre y el delator, y el que la mente siempre piensa que existe aquello que teme." p.458-459

(40)  Aristóteles los denomina entimemas

(41)Béroul. Tristan e Iseo, Edición de Roberto Ruiz Capellán, Cátedra, Madrid, 1985, p. 169

(42) Parece ser la opinión de Pierre Bec, quien afirma: "En contre-partie, on peut remarquer que, dans le grand chant courtois, le mari n'est jamais bafoué ni ridiculisé! c'est une ombre menaçante, que l'on pressent dans les coulisses, mais qui, étant en même temps bien souvent le protecteur du troubadour, est loin d'être sans prestige.", en La lyrique française au moyen-âge (XIIe-XIIIe siècles). Contribution à une typologie des genres poétiques médiévaux, 2 vol., Paris, 1977, p.85

(43) Riquer, op.cit., p. 1002, v.34-41

(44) Riquer, op.cit., p.1092-1093, v.23-45.

 

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