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Subsecciones

1.2 Producción Biopolítica

La ``policía'' aparece como una administración presidiendo al Estado, junto con lo judicial, el ejército y el tesorero. Cierto. Pero, de hecho, rodea a todo lo demás. Turquet dijo así: ``Se ramifica en todas las condiciones de la gente, todo lo que hacen o emprenden. Su campo abarca el judicial, las finanzas y el ejército.''. La policía incluye a todo.

Michel Foucault
Desde la perspectiva jurídica hemos sido capaces de vislumbrar algunos de los elementos de la génesis ideal del Imperio, pero desde esa única perspectiva sería difícil si no imposible comprender cómo la máquina imperial se ha puesto hoy en movimiento. Los conceptos jurídicos y los sistemas jurídicos están siempre referidos a algo distinto a ellos mismos. A través de la evolución y el ejercicio del derecho, apuntan hacia las condiciones materiales que definen su inserción en la realidad social. Nuestro análisis de be descender ahora al nivel de esa materialidad e investigar allí la transformación material del paradigma del mando. Necesitamos descubrir los medios y fuerzas de producción de realidad social junto con las subjetividades que la animan.

1.2.1 El Biopoder en la Sociedad de Control

En muchos aspectos la obra de Michel Foucault ha preparado el terreno para dicha investigación del funcionamiento material del mando imperial. Primeramente, el trabajo de Foucault nos posibilita reconocer un pasaje histórico, trascendental, de las formas sociales, desde la sociedad disciplinaria a la sociedad de control.1.33 La sociedad disciplinaria es aquella sociedad en la cual el comando social se construye a través de una difusa red de dispositifs o aparatos que producen y regulan costumbres, hábitos y prácticas productivas. La puesta en marcha de esta sociedad, asegurando la obediencia a sus reglas y a sus mecanismos de inclusión y / o exclusión, es lograda por medio de instituciones disciplinarias (la prisión, la fábrica, el asilo, el hospital, la universidad, la escuela, etc.) que estructuran el terreno social y presentan lógicas adecuadas a la ``razón'' de la disciplina. El poder disciplinario gobierna, en efecto, estructurando los parámetros y límites del pensamiento y la práctica, sancionando y prescribiendo los comportamientos normales y / o desviados. Foucault se refiere habitualmente al Ancien Régime y la era clásica de la civilización francesa para ilustrar la emergencia de la disciplinariedad, pero en general podemos decir que toda la primera fase de acumulación capitalista (en Europa y en cualquier otro lado) fue conducida bajo este paradigma del poder. Por otra parte, debemos entender a la sociedad del control como aquella (que se desarrolla en el extremo más lejano de la modernidad, abriéndose a lo posmoderno) en la cual los mecanismos de comando se tornan aún más ``democráticos'', aún más inmanentes al campo social, distribuidos a través de los cuerpos y las mentes de los ciudadanos. Los comportamientos de inclusión y exclusión social adecuados para gobernar son, por ello, cada vez más interiorizados dentro de los propios sujetos. El poder es ahora ejercido por medio de máquinas que, directamente, organizan las mentes (en sistemas de comunicaciones, redes de información, etc.) y los cuerpos (en sistemas de bienestar, actividades monitoreadas, etc.) hacia un estado de alineación autónoma del sentido de la vida y el deseo de la creatividad. La sociedad de control, por lo tanto, puede ser caracterizada por una intensificación y generalización de los aparatos normalizadores del disciplinamiento, que animan internamente nuestras prácticas comunes y cotidianas, pero, en contraste con la disciplina, este control se extiende muy por fuera de los sitios estructurados de las instituciones sociales, por medio de redes flexibles y fluctuantes.

En segundo lugar, la obra de Foucault nos permite reconocer la naturaleza biopolítica de este nuevo paradigma de poder.1.34 El biopoder es una forma de poder que regula la vida social desde su interior, siguiéndola, interpretándola, absorbiéndola y rearticulándola. El poder puede lograr un comando efectivo sobre toda la vida de la población sólo cuando se torna una función integral, vital, que cada individuo incorpora y reactiva con su acuerdo. Como dijo Foucault: ``La vida se ha vuelto ahora... un objeto del poder''.1.35 La más alta función de este poder es infiltrar cada vez más la vida, y su objetivo primario es administrar la vida. El biopoder, pues, se refiere a una situación en la cual el objetivo del poder es la producción y reproducción de la misma vida.

Estas dos líneas de la obra de Foucault se ensamblan una con otra en el sentido que sólo la sociedad de control es capaz de adoptar el contexto biopolítico como su terreno exclusivo de referencia. En el pasaje de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control se realiza un nuevo paradigma de poder, definido por las tecnologías que reconocen a la sociedad como el ámbito del biopoder. En la sociedad disciplinaria los efectos de las tecnologías biopolíticas fueron aún parciales, en el sentido que el disciplinamiento se desarrolló de acuerdo con lógicas relativamente cerradas, geométricas y cuantitativas. El disciplinamiento fijó individuos dentro de instituciones, pero no logró consumirlos completamente en el ritmo de las prácticas productivas y la socialización productiva; no alcanzó el punto de impregnar por completo la conciencia y los cuerpos de los individuos, el punto de tratarlos y organizarlos en la totalidad de sus actividades. En la sociedad disciplinaria, entonces, la relación entre el poder y los individuos permaneció estática: a la invasión disciplinaria del poder le correspondió la resistencia del individuo. En contraste, cuando el poder se vuelve enteramente biopolítico, todo el cuerpo social queda comprendido en la máquina del poder, y se desarrolla en su virtualidad. La relación es abierta, cualitativa y afectiva. La sociedad, subsumida dentro de un poder que llega hasta los núcleos de la estructura social y sus procesos de desarrollo, reacciona como un único cuerpo. El poder es entonces expresado como un control que se extiende por las profundidades de las conciencias y cuerpos de la población --y al mismo tiempo a través de la totalidad de las relaciones sociales.1.36

En este pasaje de la sociedad disciplinaria hacia la sociedad de control, entonces, uno podría decir que ahora se ha alcanzado la interrelación de implicaciones mutuas, crecientemente intensa, de todas las fuerzas sociales que el capitalismo ha perseguido a través de su desarrollo. Marx reconoció algo similar en lo que denominó el pasaje de la subsunción formal a la subsunción real del trabajo bajo el capital,1.37 y luego, los filósofos de la Escuela de Frankfurt analizaron un pasaje estrechamente relacionado de la subsunción de la cultura (y las relaciones sociales) bajo la figura totalitaria del estado, o, en verdad, dentro de la dialéctica perversa del Iluminismo.1.38 Sin embargo, el pasaje a que hacemos referencia es fundamentalmente diferente en cuanto a que, en lugar de enfocar la unidimensionalidad del proceso descrito por Marx y reformulado y ampliado por la Escuela de Frankfurt, el pasaje Foucaultiano trata básicamente con la paradoja de la pluralidad y la multiplicidad --y Deleuze y Guattari desarrollaron esta perspectiva aún con más claridad.1.39 El análisis de la subsunción real, cuando es entendida como abarcando no sólo la dimensión económica o sólo la cultural de la sociedad, sino, en verdad, el propio bios social, y cuando es aplicado a las modalidades del disciplinamiento y / o el control, rompe la figura lineal y totalitaria del desarrollo capitalista. La sociedad civil es absorbida en el Estado, pero la consecuencia de esto es una explosión de los elementos que previamente eran coordinados y mediados en la sociedad civil. Las resistencias ya no son marginales sino activas en el centro de una sociedad que se abre en redes; los puntos individuales son singularizados en mil mesetas. Lo que Foucault construyó implícitamente (y Deleuze y Guattari hicieron explícito) es, entonces, la paradoja de un poder que, mientras unifica y envuelve dentro de sí a cada elemento de la vida social (perdiendo así su capacidad efectiva de mediar diferentes fuerzas sociales), en ese mismo momento revela un nuevo contexto, un nuevo medio de máxima pluralidad e incontenible singularización --un ambiente del evento.1.40

Estas concepciones de la sociedad de control y del biopoder describen aspectos centrales del concepto de Imperio. El concepto de Imperio es el marco en el que deberá ser comprendida la nueva omniversalidad de los sujetos, y es la meta a la que se dirige el nuevo paradigma de poder. Aquí se abre un verdadero abismo entre los diversos marcos teóricos antiguos de la ley internacional (tanto en su forma contractual y / o en la forma de la ONU) y la nueva realidad de la ley imperial. Todos los elementos intermediarios del proceso han sido, de hecho, dejados a un lado, de modo que la legitimidad del orden internacional no puede ser ya construida mediante mediaciones, sino aprehendida de inmediato en toda su diversidad. Ya hemos conocido este hecho desde la perspectiva jurídica. Vimos, en efecto, que cuando emerge la nueva noción de derecho en el contexto de la globalización y se presenta como capaz de tratar la esfera planetaria, universal, como un único escenario sistémico, debe asumir un prerrequisito inmediato (actuando en un estado de excepción) y una tecnología adecuada, plástica y constitutiva (las técnicas de la policía)

Aunque el estado de excepción y las tecnologías policiales constituyen el núcleo sólido y el elemento central del nuevo derecho imperial, sin embargo, el nuevo régimen no tiene nada en común con las artes jurídicas de las dictaduras o los totalitarismos que en otros tiempos, y con tanta fanfarria, fueron detalladamente descritos por tantos (¡de hecho, demasiados!) autores.1.41 Por el contrario, la regla de la ley continúa representando un papel central en el contexto del pasaje contemporáneo: el derecho sigue siendo efectivo y (precisamente por medio del estado de excepción y las técnicas policiales) se vuelve procedimiento. Esta es una transformación radical que revela la relación no mediada entre el poder y las subjetividades, y así demuestra tanto la imposibilidad de mediaciones ``anteriores'' como la variabilidad temporal incontenible del evento.1.42 A lo largo de los espacios sin límites, hasta las profundidades del mundo biopolítico, y confrontando una temporalidad imprevisible --éstas son las determinaciones en las cuales debe ser definido el nuevo derecho supranacional. Es aquí donde el concepto de Imperio deberá luchar para establecerse, donde deberá probar su efectividad, y, por lo tanto, donde la máquina tendrá que ser puesta en marcha.

Desde este punto de vista, el contexto biopolítico del nuevo paradigma es absolutamente central para nuestro análisis. Esto es lo que presenta al poder con una alternativa, no sólo entre obediencia y desobediencia, o entre participación política formal y rechazo, sino también a lo largo de todo el rango de vida y muerte, riqueza y pobreza, producción y reproducción social, etc. Dadas las grandes dificultades que la nueva noción del derecho tiene para representar esta dimensión del poder del Imperio, y dada su incapacidad para tocar al biopoder concretamente, en todos sus aspectos materiales, el derecho imperial puede a lo sumo sólo representar parcialmente el diseño subyacente de la nueva constitución del orden mundial, y no logra realmente aferrarse al motor que la pone en marcha. Nuestro análisis deberá en consecuencia prestar atención a la dimensión productiva del biopoder.1.43

1.2.2 La Producción de la Vida

La cuestión de la producción en relación con el biopoder y la sociedad de control, sin embargo, revela una debilidad real en la obra de los autores de quienes hemos tomado estas nociones. Debemos clarificar, en consecuencia, las dimensiones biopolíticas o ``vitales'' del trabajo de Foucault en relación con las dinámicas de la producción. Foucault sostuvo en diversos trabajos a mediados de 1970, que no podemos entender el pasaje desde el Estado ``soberano'' del ancien regime hacia el moderno Estado ``disciplinario'' sin tomar en cuenta cómo el contexto biopolítico es puesto progresivamente al servicio de la acumulación capitalista. ``El control de la sociedad sobre los individuos no solo se lleva a cabo mediante la conciencia o la ideología, sino también en el cuerpo y con el cuerpo. Para la sociedad capitalista lo más importante es la biopolítica, lo biológico, lo somático, lo corporal.''.1.44

Uno de los objetivos centrales de su estrategia de investigación en este período fue avanzar más allá de las versiones del materialismo histórico, incluyendo diversas variantes de la teoría marxista, que consideraban al problema del poder y la reproducción social en un nivel superestructural separado del nivel basal, real, de la producción. Por ello Foucault intentó retrotraer el problema de la reproducción social y todos los elementos de la denominada superestructura al interior de la estructura fundamental, material, y definir este terreno no solo en términos económicos, sino también culturales, corporales y subjetivos. Por esto, podemos comprender cómo la concepción de Foucault del conjunto social se realizó y perfeccionó cuando en una fase subsiguiente de su trabajo descubrió los rasgos emergentes de la sociedad de control como figura de poder activa a través de toda la biopolítica de la sociedad. No pareciera, sin embargo, que Foucault --aún cuando haya aprehendido potentemente el horizonte biopolítico de la sociedad y lo haya definido como un campo de inmanencia-- haya podido desprender su pensamiento de esa epistemología estructuralista que guió su investigación desde el comienzo. Por epistemología estructuralista nos referimos a la reinvención de un análisis funcionalista en el campo de las ciencias humanas, método que, efectivamente, sacrifica la dinámica del sistema, la creativa temporalidad de sus movimientos y la sustancia ontológica de la reproducción cultural y social.1.45 De hecho, si llegados a este punto pudiéramos preguntarle a Foucault quién o qué conduce el sistema, o, mejor aún, qué es el ``bios'', su respuesta sería inefable, o ninguna. Lo que Foucault no logra aprehender, en suma, son las dinámicas reales de la producción en la sociedad biopolítica.1.46

En contraste, Deleuze y Guattari se nos presentan con una adecuada comprensión posestructuralista del biopoder que renueva el pensamiento materialista y se afirma a sí misma sólidamente en la cuestión de la producción del ser social. Su trabajo desmitifica al estructuralismo y a todas las concepciones filosóficas, sociológicas y políticas que hacen de la fijación del marco epistemológico un punto de referencia ineludible. Fijan claramente nuestra atención en la sustancia ontológica de la producción social. Las máquinas producen. El funcionamiento constante de las máquinas sociales en sus diversos aparatos y ensamblajes producen el mundo, junto con los sujetos y objetos que lo constituyen. Deleuze y Guattari, sin embargo, parecen capaces de concebir positivamente sólo las tendencias hacia el movimiento continuo y los flujos absolutos, y por ello, también en su pensamiento, los elementos creativos y la ontología radical de la producción de lo social permanecen insustanciales e impotentes. Deleuze y Guattari descubren la productividad de la reproducción social (producción creativa, producción de valores, relaciones sociales, afectos, hechos), pero operan para articularla sólo superficialmente y efímeramente, como un horizonte indeterminado, caótico, marcado por el evento inasible.1.47

Podemos entender mejor la relación entre producción social y biopoder en la obra de un grupo de autores marxistas italianos contemporáneos, quienes reconocen la dimensión biopolítica en términos de la nueva naturaleza del trabajo productivo y su desarrollo viviente en la sociedad, utilizando términos tales como ``intelectualidad de masas'', ``trabajo inmaterial'', y el concepto marxiano de ``intelecto general''.1.48 Estos análisis parten de dos proyectos de investigación coordinados. El primero consiste en el análisis de las transformaciones recientes del trabajo productivo y su tendencia a volverse crecientemente inmaterial. El lugar central ocupado previamente por la fuerza laboral de los trabajadores fabriles en la producción de plusvalía está siendo hoy llenado cada vez más por la fuerza laboral intelectual, inmaterial y comunicativa. Es por ello necesario desarrollar una nueva teoría política del valor que pueda colocar al problema de esta nueva acumulación capitalista de valor en el centro del mecanismo de explotación (y así, tal vez, en el centro de la rebelión potencial). El segundo, y consecuente, proyecto de investigación desarrollado por esta escuela consiste en el análisis de la dimensión comunicativa e inmediatamente social del trabajo viviente en la sociedad capitalista contemporánea, y así instala insistentemente el problema de las nuevas figuras de la subjetividad, tanto en su potencial de explotación como en el revolucionario. La dimensión social inmediata de la explotación del trabajo viviente inmaterial sumerge al trabajo en todos los elementos relacionales que definen lo social, pero también, al mismo tiempo, activa los elementos críticos que desarrollan el potencial de insubordinación y rebelión a través de todo el conjunto de prácticas laborales. Tras una nueva teoría del valor, entonces, debe formularse una nueva teoría de la subjetividad que opere principalmente a través del conocimiento, la comunicación y el lenguaje.

De este modo, estos análisis han reestablecido la importancia de la producción dentro del proceso biopolítico de constitución social, pero también, en ciertos aspectos, lo han aislado --tomándolo en una forma pura, refinándolo en el plano ideal. Han actuado como si descubrir las nuevas formas de las fuerzas productivas --trabajo inmaterial, trabajo intelectual masificado, el trabajo del ``intelecto general''-- fuese suficiente para comprender concretamente la relación dinámica y creativa entre producción material y reproducción social. Cuando reinsertan la producción en el contexto biopolítico, la presentan casi exclusivamente en el horizonte del lenguaje y la comunicación. Uno de los más serios defectos ha sido la tendencia, entre estos autores, a tratar las nuevas prácticas laborales en la sociedad biopolítica solamente en sus aspectos intelectuales e incorpóreos. La productividad de los cuerpos y el valor del afecto, sin embargo, son absolutamente centrales en este contexto. Elaboraremos los tres aspectos primarios del trabajo inmaterial en la economía contemporánea: el trabajo comunicativo de la producción industrial que recientemente se ha reunido en redes informativas, el trabajo interactivo del análisis simbólico y la resolución de problemas, y el trabajo de la producción y manipulación de afectos (ver Sección 3.4). Este tercer aspecto, con su atención en la productividad de lo corporal, lo somático, es un elemento extremadamente importante en las redes contemporáneas de producción biopolítica. El trabajo de esta escuela y sus análisis del intelecto general, por lo tanto, ciertamente marcan un avance, pero su marco conceptual permanece muy pobre, casi angelical. En el análisis final, estas nuevas concepciones también rasguñan apenas la superficie de la dinámica productiva del nuevo marco teórico del biopoder.1.49

Nuestro objetivo, entonces, es construir estos intentos parcialmente exitosos de reconocer el potencial de la producción biopolítica. Precisamente juntando coherentemente las diferentes características definidoras del contexto biopolítico que hemos descrito hasta ahora, y llevándolas a la ontología de la producción, podremos identificar la nueva figura del cuerpo biopolítico colectivo, el que podrá, sin embargo, permanecer contradictorio, tal como es paradójico. Este cuerpo se vuelve estructura no negando las fuerzas productivas originarias que lo animan sino reconociéndolas; se vuelve lenguaje (tanto lenguaje científico como social) porque es una multitud de cuerpos singulares y determinados que buscan relación. Es, por ende, tanto producción como reproducción, estructura y superestructura, porque es vida en el más pleno sentido y política en el sentido estricto. Nuestro análisis deberá descender a la jungla de determinaciones productivas y conflictivas que nos ofrece el cuerpo biopolítico colectivo.1.50 El contexto de nuestro análisis debe por ello desarrollar la propia vida, el proceso de constitución del mundo, de la historia. El análisis no debe ser propuesto por medio de formas ideales sino dentro del denso complejo de la experiencia.

1.2.3 Corporaciones y Comunicaciones

Al preguntarnos como se constituyeron los elementos políticos y soberanos de la máquina imperial, hallamos que no hay ninguna necesidad de limitar nuestro análisis e incluso de enfocarlo en las instituciones reguladoras supranacionales establecidas. Las organizaciones de la ONU, junto con las grandes agencias de finanzas y comercio multi y transnacionales (el FMI, el Banco Mundial, el GATT etc.), todas ellas se vuelven relevantes en la perspectiva de constitución jurídica supranacional sólo cuando se consideran dentro de la dinámica de la producción biopolítica del orden mundial. La función que poseían en el antiguo orden internacional, debemos enfatizar, no es lo que ahora legitima a estas organizaciones. Lo que en realidad las legitima ahora es su nueva posible función en la simbología del orden imperial. Fuera del nuevo marco, estas instituciones son ineficaces. A lo sumo, el viejo marco institucional contribuye a la formación y educación del personal administrativo de la máquina imperial, el ``dressage'' de una nueva elite imperial.

En determinados e importantes aspectos las grandes corporaciones transnacionales construyen la trama conectiva fundamental del mundo biopolítico. El capital siempre se ha organizado mirando hacia la totalidad de la esfera global, pero sólo en la segunda mitad del siglo veinte las corporaciones financieras e industriales multinacionales y transnacionales comenzaron, realmente, a estructurar biopolíticamente territorios globales. Algunos sostienen que estas corporaciones han venido a ocupar simplemente el espacio detentado por los diversos sistemas colonialistas nacionales e imperialistas en las fases previas del desarrollo capitalista, desde el imperialismo europeo del siglo diecinueve hasta la fase Fordista de desarrollo en el siglo veinte.1.51 Esto es en parte cierto, pero este mismo lugar se ha transformado sustancialmente por la nueva realidad del capitalismo. Las actividades de las corporaciones ya no están definidas por la imposición de comando abstracto y la organización del simple robo y el intercambio desigual. Por el contrario, estructuran directamente y articulan territorios y poblaciones. Tienden a hacer de los Estados-nación meros instrumentos para marcar los flujos de mercancías, dinero y poblaciones que ponen en movimiento. Las corporaciones transnacionales distribuyen directamente la fuerza de trabajo sobre los distintos mercados, colocan recursos funcionalmente y organizan jerárquicamente los diversos sectores de la producción mundial. El complejo aparato que selecciona las inversiones y dirige los movimientos financieros y monetarios determina la nueva geografía del mercado mundial, o, realmente, la nueva estructuración biopolítica del mundo.1.52

El cuadro más completo de este mundo está presentado desde la perspectiva monetaria. Desde aquí podemos ver un horizonte de valores y una máquina de distribución, un mecanismo de acumulación y un medio de circulación, un poder y un lenguaje. No hay nada, no hay ``vida desnuda'', no hay punto de vista externo, que pueda ser colocado por fuera de este campo atravesado por el dinero; nada escapa al dinero. La producción y reproducción se visten con vestidos monetarios. De hecho, en la etapa global, cada figura biopolítica aparece vestida con indumentaria monetaria. ``¡Acumulad, acumulad! ¡Este es Moisés y los Profetas!''.1.53

Es de este modo como las grandes potencias industriales y financieras producen no sólo mercancías sino también subjetividades. Producen subjetividades dentro del contexto biopolítico: producen necesidades, relaciones sociales, cuerpos y mentes --es decir, producen productores.1.54 En la esfera biopolítica, la vida está hecha de trabajar para la producción y la producción está hecha de trabajar para la vida. Es una gran colmena donde la abeja reina vigila continuamente la producción y la reproducción. Cuanto más profundo llega el análisis, más encuentra con crecientes niveles de intensidad los ensamblajes interconectados de relaciones interactivas.1.55

Un lugar donde debemos localizar la producción biopolítica de orden es en los nexos inmateriales de la producción del lenguaje, comunicación y lo simbólico, desarrollados por las industrias de la comunicación.1.56 El desarrollo de redes de comunicación tiene una relación orgánica con la emergencia del nuevo orden mundial --es, en otras palabras, causa y efecto, producto y productor. La comunicación no solo expresa sino que también organiza el movimiento de la globalización. Organiza el movimiento multiplicando y estructurando interconexiones mediante redes. Expresa el movimiento y controla el sentido y dirección del imaginario que corre por estas conexiones comunicativas; en otras palabras, el imaginario es guiado y canalizado dentro de la máquina comunicativa. Lo que las teorías del poder de la modernidad se vieron forzadas a considerar trascendente, es decir, externo a las relaciones productivas y sociales, es formado aquí en el interior, inmanente a las relaciones productivas y sociales. La mediación es absorbida dentro de la máquina productiva. La síntesis política del espacio social es fijada en el espacio de la comunicación. Por esto las industrias de las comunicaciones han asumido una posición tan central. No sólo organizan la producción en una nueva escala e imponen una nueva estructura adecuada al espacio global, sino que también hacen inmanente su justificación. El poder, mientras produce, organiza; mientras organiza, habla y se expresa a sí mismo como autoridad. El lenguaje, mientras comunica produce mercancías, pero, sobre todo, crea subjetividades, las pone en relación y las ordena. Las industrias de la comunicación integran el imaginario y lo simbólico dentro de la trama biopolítica, no simplemente poniéndolos al servicio del poder, sino, en realidad, integrándolos dentro de su funcionamiento.1.57

En este punto podemos comenzar a dedicarnos a la cuestión de la legitimación del nuevo orden mundial. Su legitimación no nace de acuerdos internacionales pre-existentes, ni del funcionamiento de las primeras, embrionarias, organizaciones supranacionales, que fueron ellas mismas creadas por medio de tratados basados en la ley internacional. La legitimación de la máquina imperial nace, al menos en parte, de las industrias de las comunicaciones, es decir, de la transformación del nuevo modo de producción en una máquina. Es un sujeto que produce su propia imagen de autoridad. Esta es una forma de legitimación que no se basa en nada externo a sí misma, y es repropuesta incesantemente desarrollando sus propios lenguajes de auto-validación.

Una consecuencia ulterior debe ser considerada sobre la base de estas premisas. Si la comunicación es uno de los sectores hegemónicos de la producción y actúa sobre todo el campo biopolítico, entonces debemos considerar a la comunicación coexistente con el contexto biopolítico. Esto nos lleva mucho más allá del viejo terreno, como fue descrito por Jürgen Habermas, por ejemplo. De hecho, cuando Habermas desarrolló el concepto de acción comunicativa, demostrando tan fuertemente su forma productiva y las consecuencias ontológicas derivadas de ello, él se basó todavía en un punto de vista exterior a estos efectos de la globalización, un punto de vista de la vida y la verdad que podía oponerse a la colonización informacional del ser.1.58 La máquina imperial, sin embargo, demuestra que este punto de vista externo ya no existe. Por el contrario, la producción comunicativa y la construcción de la legitimación imperial marchan de la mano y ya no podrán ser separadas. La máquina es auto-validante, autopoyética --es decir, sistémica. Construye tramas sociales que evacuan o tornan ineficaces cualquier contradicción; crea situaciones en las cuales, antes de neutralizar coercivamente lo diferente, parece absorberlo en un juego insignificante de equilibrio auto-generado y auto-regulado. Como ya hemos sostenido, cualquier teoría jurídica que trate de las condiciones de la posmodernidad deberá tomar en cuenta esta definición comunicativa específica de la producción social.1.59 La máquina imperial vive produciendo un contexto de equilibrio y / o reduciendo complejidades, pretendiendo poner por delante un proyecto de ciudadanía universal y, tras este fin, intensificando la efectividad de su intervención sobre cada elemento de la interrelación comunicativa, mientras disuelve la identidad y la historia en un modo completamente posmoderno.1.60 Contrariamente al modo en que muchos posmodernistas consideraban que ocurriría, sin embargo, la máquina imperial, lejos de eliminar las narrativas maestras, en verdad las producen y reproducen (en particular narrativas maestras ideológicas) a fin de validar y celebrar su propio poder.1.61 En esta coincidencia de la producción con el lenguaje, la producción lingüística de la realidad, y el lenguaje de la auto-validación reside una clave fundamental para comprender la efectividad, validez y legitimación del derecho imperial.

1.2.4 Intervención

Este nuevo marco de legitimidad incluye nuevas formas y nuevas articulaciones del ejercicio de legítima fuerza. Durante su formación, el nuevo poder debe demostrar la efectividad de su fuerza al mismo tiempo que se construyen las bases de su legitimación. De hecho, la legitimidad del nuevo poder está en parte basada directamente sobre la efectividad de su uso de la fuerza.

El modo en que la efectividad del nuevo poder es demostrada no tiene nada que ver con el viejo orden internacional, que muere lentamente; tampoco tiene demasiado uso para los instrumentos del viejo orden dejado atrás. Los despliegues de la máquina imperial son definidos por toda una serie de características nuevas, tales como el territorio sin fronteras de sus actividades, la singularización y localización simbólica de sus acciones, y la conexión de la acción represiva con todos los aspectos de la estructura biopolítica de la sociedad. A falta de un término mejor, continuaremos llamando a esto ``intervenciones''. Esto es meramente una deficiencia terminológica, pero no conceptual, puesto que estas no son realmente intervenciones dentro de territorios jurídicos independientes, sino acciones dentro de un mundo unificado por la estructura gobernante de la producción y la comunicación. En efecto, la intervención ha sido internalizada y universalizada. En la sección previa nos hemos referido a los medios estructurales de intervención, que involucran el despliegue de mecanismos monetarios y maniobras financieras sobre el campo transnacional de regímenes productivos interdependientes, y a las intervenciones en el campo de las comunicaciones y sus efectos en la legitimación del sistema. Aquí queremos investigar las nuevas formas de intervención que incluyen el ejercicio de la fuerza física por parte de la máquina imperial sobre sus territorios globales. Los enemigos que enfrenta hoy el Imperio pueden representar más una amenaza ideológica que un desafío militar, pero, sin embargo, el poder del Imperio ejercido por medio de la fuerza y todos los despliegues que garantizan su efectividad son muy avanzados tecnológicamente y sólidamente consolidados políticamente.1.62

El arsenal de fuerza legítima para las intervenciones imperiales ya es muy vasto, e incluye no sólo intervenciones militares sino otras formas tales como intervenciones morales y jurídicas. De hecho, las fuerzas de intervención del Imperio pueden ser mejor comprendidas como iniciándose no directamente con sus armas letales, sino con sus instrumentos morales. Lo que llamamos intervención moral es practicado en la actualidad por una variedad de cuerpos, incluyendo los medios de noticias y las organizaciones religiosas, pero los más importantes pueden ser algunas de las denominadas organizaciones no-gubernamentales (ONG), las cuales, precisamente por no ser conducidas directamente por los gobiernos, son aceptadas como actuando sobre la base imperativos éticos o morales. Este término se refiere a una amplia variedad de grupos, pero aquí nos referimos principalmente a las organizaciones globales, regionales y locales, dedicadas a aliviar el trabajo y la protección de los derechos humanos, tales como Amnistía Internacional, Oxfam y Médicos Sin Fronteras. Estas ONG humanitarias son, en efecto, (aún cuando esto vaya contra las intenciones de sus integrantes) algunas de las armas pacíficas más poderosas del nuevo orden mundial --las campañas caritativas y las órdenes mendicantes del Imperio. Estas ONG conducen ``guerras justas'' sin armas, sin violencia, sin fronteras. Como los Dominicos en el período medieval tardío y los Jesuitas en el alba de la modernidad, estos grupos se esfuerzan por identificar las necesidades universales y defender los derechos humanos. Por medio de su lenguaje y su acción, definen primero al enemigo como privación (en la esperanza de prevenir daños serios) y luego reconocen al enemigo como pecado.

Es difícil no recordar aquí cómo en la teología moral Cristiana, lo maligno es primero definido como privación del bien, y luego, el pecado es definido como negación culpable del bien. Dentro de este marco lógico no es extraño, sino natural, que, en sus intentos de responder a la privación, estas ONG sean empujadas a denunciar públicamente a los pecadores (o el Enemigo, en adecuados términos inquisitoriales); ni tampoco es extraño que le dejen al ``ala secular'' la tarea de ocuparse de los problemas. De este modo, la intervención moral se ha convertido en una fuerza de avanzada de la intervención imperial. En efecto, esta intervención prefigura al estado de excepción desde detrás, y lo hace sin fronteras, armada con algunos de los más efectivos medios de comunicación y orientada hacia la producción simbólica del Enemigo. Estas ONG están completamente sumergidas en el contexto biopolítico de la constitución del Imperio; anticipan el poder de su intervención de justicia pacificadora y productiva. No debe por ello sorprendernos que honestos juristas teóricos de la vieja escuela internacional (tales como Richard Falk) hayan sido atrapados por la fascinación de estas ONG.1.63 La presentación que las ONG hacen del nuevo orden, como un contexto biopolítico pacífico, parece haber cegado a estos teóricos ante los brutales efectos que la intervención moral produce en tanto prefiguración del orden mundial.1.64

La intervención moral sirve a menudo como un primer acto que prepara el escenario para la intervención militar. En esos casos, el despliegue militar es presentado como una acción policial sancionada internacionalmente. En la actualidad la intervención militar es cada vez menos un producto de decisiones emanadas del viejo orden internacional e incluso de las estructuras de la ONU. A menudo es dictada unilateralmente por los Estados Unidos, quien se encarga de la primera tarea y luego, subsiguientemente, le solicita a sus aliados la puesta en marcha de un proceso de contención armada y / o represión del enemigo actual del Imperio. Estos enemigos son con frecuencia llamados terroristas, una reducción conceptual y terminológica cruda, enraizada en una mentalidad policial.

La relación entre prevención y represión es particularmente clara en el caso de intervención en conflictos étnicos. Los conflictos entre grupos étnicos y el consiguiente refuerzo de nuevas y / o reaparecidas identidades étnicas, efectivamente interrumpe los antiguos agregados basados en líneas políticas nacionales. Estos conflictos vuelven más fluida la trama de relaciones globales y, al afirmar nuevas identidades y nuevas localidades, presentan un material más maleable para el control. En esos casos la represión puede ser articulada mediante una acción preventiva que construya nuevas relaciones (que serán eventualmente consolidadas en la paz, pero sólo tras nuevas guerras) y nuevas formaciones políticas y territoriales, funcionales (o más funcionales, mejor adaptadas) a la constitución del Imperio.1.65 Un segundo ejemplo de la represión preparada mediante la acción preventiva son las campañas contra los grupos corporativos de negocios, o ``mafias'', en particular aquellos involucrados en el tráfico de drogas. La represión actual de estos grupos puede no ser tan importante como la criminalización de sus actividades y el manejo de la alarma social ante su existencia, a fin de facilitar su control. Aún cuando controlar a los ``terroristas étnicos'' y a las ``mafias de las drogas'' puede representar el centro del amplio espectro de control policial por parte del poder imperial, esta actividad es, sin embargo, normal, es decir, sistémica. La ``guerra justa'' es eficazmente sostenida por la ``policía moral'', del mismo modo que el derecho imperial y su funcionamiento legítimo son sostenidos por el necesario y continuo ejercicio del poder policial.

Queda claro que las cortes internacionales o supranacionales están forzadas a seguir esta línea. Los ejércitos y la policía se anticipan a las cortes y preconstituyen las reglas de la justicia que las cortes deben aplicar. La intensidad de los principios morales a los cuales se le encomienda la construcción del nuevo orden mundial no puede cambiar el hecho que esto es realmente una inversión del orden convencional de la lógica constitucional. Las partes activas que apoyan la constitución imperial confían en que cuando la construcción del Imperio esté suficientemente avanzada, las cortes podrán asumir su papel director en la definición de justicia. Mientras tanto, sin embargo, aunque las cortes internacionales no posean demasiado poder, la exhibición pública de sus actividades es aún muy importante. Eventualmente se deberá conformar una nueva función judicial, adecuada a la constitución del Imperio. Las cortes deberán ser transformadas gradualmente de un órgano que simplemente decreta sentencias contra los vencidos, en un cuerpo judicial o sistema de cuerpos que dicten y sancionen la interrelación entre el orden moral, el ejercicio de la acción de policía, y el mecanismo que legitime la soberanía imperial.1.66

Este tipo de intervención continua, entonces, tanto moral como militar, es realmente la forma lógica del ejercicio de la fuerza que deriva de un paradigma de legitimación basado en un estado de excepción permanente y acción policial. Las intervenciones son siempre excepcionales aún cuando se sucedan continuamente; toman la forma de acciones policiales porque están destinadas a mantener un orden interno. De este modo la intervención es un mecanismo efectivo que, mediante despliegues policiales, contribuye directamente a la construcción del orden moral, normativo e institucional del Imperio.

1.2.5 Prerrogativas reales

Las que tradicionalmente se llamaron prerrogativas reales de la soberanía parecen ser, efectivamente, repetidas e incluso renovadas sustancialmente en la construcción del Imperio. Si nos mantuviéramos dentro del marco conceptual de la ley internacional y doméstica clásica, estaríamos tentados a decir que se está formando un quasi-Estado supranacional. Pero esa no nos parece una caracterización exacta de la situación. Cuando las prerrogativas reales de la moderna soberanía reaparecen en el Imperio, toman una forma completamente diferente. Por ejemplo, la función soberana de desplegar fuerzas militares era llevada a cabo por los Estados-nación modernos, y ahora conducida por el Imperio, pero, como hemos visto, la justificación para dichos despliegues ahora descansa sobre un estado de excepción permanente, y los propios despliegues toman forma de acciones policiales. Otras prerrogativas reales tales como aplicar la justicia e imponer impuestos tienen la misma forma de existencia liminal. Hemos discutido la posición marginal de la autoridad judicial en el proceso constitutivo del Imperio, y podemos también sostener que imponer impuestos ocupa una posición marginal en cuanto está crecientemente unido a urgencias específicas y locales. En efecto, podemos decir que la soberanía del propio Imperio se realiza en los márgenes, donde las fronteras son flexibles y las identidades híbridas y fluidas. Sería difícil decir qué es más importante para el Imperio, el centro o los márgenes. De hecho, el centro y los márgenes parecen ser posiciones cambiando continuamente, huyendo de ubicaciones determinadas. Podríamos incluso decir que el mismo proceso es virtual y que su poder reside en el poder de lo virtual.

¡Sin embargo, en este punto podríamos objetar que aún siendo virtual y actuando en los márgenes, el proceso de construcción de la soberanía imperial es en muchos aspectos muy real! Ciertamente no deseamos negar ese hecho. Nuestro reclamo, al contrario, es que estamos tratando aquí con una clase especial de soberanía --una forma discontinua de soberanía que debe ser considerada liminal o marginal en tanto actúa ``en la instancia final'', una soberanía que localiza su único punto de referencia en lo definitivamente absoluto del poder que puede ejercer. El Imperio aparece, entonces, en la forma de una máquina de alta tecnología: es virtual, construida para controlar el evento marginal, y organizada para dominar, y cuando sea necesario intervenir en los colapsos del sistema (en línea con las tecnologías más avanzadas de la producción robotizada). La virtualidad y discontinuidad de la soberanía imperial, sin embargo, no minimiza la efectividad de su fuerza; por el contrario, esas mismas características sirven para reforzar su aparato, demostrando su efectividad en el contexto histórico contemporáneo y su legítima fuerza para resolver los problemas del mundo en última instancia.

Nos hallamos ahora en condiciones de responder la pregunta si, sobre la base de estas nuevas premisas biopolíticas, la figura y la vida del Imperio pueden ser hoy aprehendidas desde el punto de vista de un modelo jurídico. Ya hemos visto que este modelo jurídico no puede ser constituido por las estructuras existentes de la ley internacional, aún cuando sean entendidas en los términos de los desarrollos más avanzados de las Naciones Unidas y las grandes organizaciones internacionales. Sus elaboraciones de un orden internacional pueden, a lo sumo, ser reconocidas como un proceso de transición hacia el nuevo poder imperial. La constitución del Imperio no está siendo formada sobre la base de ningún mecanismo contractual o apoyado en tratados, ni desde ningún origen federativo. La fuente de la normatividad imperial nace de una nueva máquina, una nueva máquina económica-industrial-comunicativa, en suma, una máquina biopolítica globalizada. Parece claro que debemos mirar a algo distinto a aquello que hasta ahora ha constituido las bases del orden internacional, algo que no confía en la forma de derecho que, en las más diversas tradiciones, se asentaba en el sistema moderno de soberanos Estados-naciones. Sin embargo, la imposibilidad de aprehender la génesis del Imperio y su figura virtual con cualquiera de los viejos instrumentos de la teoría jurídica, los que fueron desplegados en los marcos del derecho natural, positivista, institucionalista o realista, no debe empujarnos a aceptar un marco cínico de fuerza pura o alguna postura Maquiavélica similar. En la génesis del Imperio hay, sin embargo, una racionalidad en marcha que puede reconocerse no tanto en términos de tradición jurídica, sino, más claramente, en la historia habitualmente oculta de la administración industrial y los usos políticos de la tecnología. (No debemos olvidar, tampoco, que avanzando por este camino se revelará la trama de la lucha de clases y sus efectos institucionales, pero trataremos estas cuestiones en la próxima sección). Es esta una racionalidad que nos sitúa en el corazón de la biopolítica y las tecnologías biopolíticas.

Si deseamos tomar nuevamente la famosa fórmula tripartita de Max Weber sobre las formas de legitimación del poder, el salto cualitativo que presenta el Imperio en esta definición consiste en la imprevisible mezcla de (1) elementos típicos del poder tradicional, (2) una extensión del poder burocrático que se adapta fisiológicamente al contexto biopolítico, y (3) una racionalidad definida por el ``evento'' y por ``carisma'' que se alza como un poder de la singularización del todo y la efectividad de las intervenciones imperiales.1.67 La lógica que caracteriza a esta perspectiva neo-Weberiana sería funcional antes que matemática, y rizomática y ondulatoria antes que inductiva o deductiva. Se ocuparía del manejo de las secuencias lingüísticas en tanto conjuntos de secuencias maquinizadas de denotación y, al mismo tiempo, de innovación creativa, coloquial e irreducible.

El objeto fundamental que interpretan las relaciones imperiales de poder es la fuerza productiva del sistema, el nuevo sistema biopolítico, económico e institucional. El orden imperial está formado no sólo desde la base de sus poderes de acumulación y extensión global, sino también desde su capacidad para desarrollarse a sí mismo más profundamente, de renacer, y de extenderse por todo el entramado biopolítico de la sociedad mundial. Lo absoluto del poder imperial es el término complementario para su completa inmanencia a la máquina ontológica de producción y reproducción, y, de este modo, para el contexto biopolítico. Tal vez, finalmente, esto no pueda ser representado por un orden jurídico, pero, sin embargo, es un orden, un orden definido por su virtualidad, su dinamismo, y su inconclusividad funcional. La norma fundamental de legitimación será, por lo tanto, establecida en las profundidades de la máquina, en el corazón de la producción social. La producción social y la legitimación jurídica no deben ser concebidas como fuerzas primarias y secundarias, ni como elementos de la base y la superestructura, sino que deben ser entendidos en un estado de absoluto paralelismo y entremezclado, coextensivo a través de la sociedad biopolítica. En el Imperio y su régimen de biopoder, la producción económica y la constitución política tienden crecientemente a coincidir.


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