Con el objetivo de ayudar a las personas afectadas por la dana, el estudiantado del Grado en Ciencias Gastronómicas de la Universitat de València se unió durante las semanas posteriores a la catástrofe a las cocinas de la ONG World Central Kitchen (WCK), una organización reconocida internacionalmente por su capacidad para suministrar alimentos a quienes más lo necesita en situaciones de crisis.
El Grado en Ciencias Gastronómicas de la Universitat de València (UV) colaboró con la ONG WCK, fundada por el chef José Andrés, para apoyar a las víctimas de la dana que afectó a la región el 29 de octubre de 2024. A través de esta colaboración, el estudiantado participó activamente en la preparación y distribución de miles de raciones de comida caliente. Esta experiencia no solo tuvo un impacto directo en la comunidad, sino que también ofreció una formación práctica invaluable en un entorno de cocina a gran escala, esencial para su desarrollo profesional en el mundo de la gastronomía.
La solidaridad en acción: el estudiantado como protagonista
El Tinglado 2 del Puerto de València se había convertido en un hervidero de solidaridad y trabajo en equipo. En aquel espacio, WCK preparaba más de 14.000 raciones diarias de comida caliente para las personas afectadas por las lluvias torrenciales. En colaboración con la ONG, el estudiantado de la UV no solo aprendió sobre la cocina a gran escala, sino también sobre el verdadero significado de la solidaridad y el trabajo comunitario.
World Central Kitchen había repartido hasta la primera semana de diciembre más de 3.350.000 raciones de comida, tanto caliente como sándwiches y bocadillos. Esta cifra impresionante reflejaba la magnitud del esfuerzo realizado por WCK y su voluntariado para mitigar los efectos de la catástrofe natural y ofrecer apoyo a las personas afectadas por la dana.
Carla Soler, coordinadora del Grado en Ciencias Gastronómicas de la UV, explicaba cómo surgió esta colaboración: "La idea de que nuestros estudiantes colaboraran con esta ONG surgió por parte del Vicerrectorado de Sostenibilidad, Cooperación y Vida Saludable de la UV, que nos comentó la posibilidad de colaborar en esta iniciativa y decidimos sumarnos porque era una gran oportunidad. Nuestros estudiantes iban en grupos de 8 a 10 cada día y colaboraban en todo lo que hiciera falta, sobre todo en todo el proceso de cocinado, pero, si hacía falta, también en el emplatado y distribución, o incluso en la logística”.
Soler destacaba que, más allá de la cocina, lo que los estudiantes vivieron había sido una experiencia profundamente humana y transformadora: "Esto es mucho más que cocina. Es solidaridad. Los estudiantes vinieron pensando que iban a cocinar, pero se dieron cuenta de que esto era mucho más. Desde que llegamos nos acogieron como parte del equipo y nuestros estudiantes se integraron muy bien. Sintieron qué es formar parte de un equipo de cocina y la experiencia fue brutal para ellos".
Aprendizaje práctico y humano
El estudiantado de la UV no solo contribuyó con su trabajo, sino que recibió una formación intensiva en una cocina de grandes volúmenes, algo fundamental para su futuro profesional. Lluís Meseguer, estudiante de Ciencias Gastronómicas, señalaba qué significaba para él participar en este proyecto: "Soy de Sueca, y cuando pasó la dana estuve sacando barro en Algemesí, una zona afectada a la que pude acceder desde Sueca. No podía ir más allá porque las comunicaciones estaban afectadas. Ahora continúo colaborando, pero de otro modo: cocinando para las personas que no pueden hacerlo en sus casas porque todavía no tienen gas, agua corriente ni supermercados cerca".
"Es muy gratificante trabajar aquí porque sabes que es por una buena causa", añadía Lluís. "Yo recomendaría a todo el mundo que pudiera venir que lo haga, que colaboren. Además, como estudiantes de Ciencias Gastronómicas estamos aprendiendo mucho. Normalmente tenemos experiencia en cocina a pequeña escala, en restaurantes cocinando para unas 40 personas. Aquí estamos dando 14.000 raciones diarias, es una barbaridad. Está siendo una experiencia muy positiva", apuntaba.
Clara Sofía Pradas, también estudiante de cuarto curso del Grado en Ciencias Gastronómicas y con aspiraciones de dedicarse a la I+D+i en su futuro, describía cómo era su jornada en el Tinglado 2: "Empezamos a primera hora de la mañana. Nada más llegar, nos ponemos bajo las órdenes de los jefes de cocina, que nos organizan para empezar con el cocinado de paellas gigantes. Empezamos con los sofritos de verduras y carne, después añadimos el agua, el arroz... y tenemos que ir mezclando todos los ingredientes con palas gigantes. Es un trabajo muy físico, porque todo es a gran escala. Después de las paellas, hacemos los guisos y, cuando acabamos con las comidas, empezamos con las cenas. Nosotros acabamos sobre las 14 horas, pero aquí hay voluntarios trabajando hasta las 16 horas".
Para Clara, a pesar de lo exigente que era el trabajo, la recompensa era más que satisfactoria: "Es un trabajo duro, pero gratificante. Merece mucho la pena. Aunque acabo cansada después de toda la jornada, sabes que lo haces para ayudar a quién más lo necesita", decía.
Una colaboración que va más allá de la cocina
La colaboración de la Universitat de València con WCK fue un ejemplo claro de cómo la educación superior puede ser una herramienta poderosa para fomentar la solidaridad y el compromiso social. A través de este proyecto, el estudiantado no solo estaba aprendiendo habilidades técnicas y prácticas en la cocina, sino que también estaba participando activamente en la reconstrucción de los pueblos afectados.
Cómo concluyó Carla Soler: "Este es un aprendizaje humano y profesional que deja una impronta en nuestros estudiantes y en las personas a las que ayudamos. Desde la Universitat de València queríamos que nuestros estudiantes fueran parte activa de la reconstrucción, queríamos ayudar en todo lo que pudiéramos y, además, queríamos que el estudiantado mejorara su formación práctica, sus conocimientos gastronómicos, y aprendieran qué es trabajar en una gran cocina con grandes cantidades".
En cada plato que se servía, no solo había comida, sino también un acto de esperanza y compromiso. El estudiantado de la UV contribuyó con su esfuerzo a la recuperación de los pueblos afectados, demostrando que la gastronomía puede ser una potente herramienta para apoyar a las comunidades en momentos de necesidad.











