
'Burning Man' es uno de los encuentros culturales más influyentes del mundo. Cada verano, en pleno desierto de Nevada (EE. UU.), más de 70.000 personas construyen una ciudad efímera basada en la creatividad, la comunidad y la transformación. Este año, en su centro simbólico y emocional se erigía “el templo”, una estructura monumental construida por voluntarios, concebida como un espacio de recogimiento, memoria y cierre emocional.
A diferencia de otras instalaciones de esta cita, el templo se quemó, como una falla. En 2025, por primera vez en la historia del festival, fue diseñado por un arquitecto hispano: el valenciano Miguel Arraiz (València, 1975). Su propuesta, Temple of the Deep, se inspiraba en el kintsugi, el arte japonés de reparar con oro la cerámica rota. La estructura evocaba una gran roca con grietas doradas, que simbolizaban un corazón fragmentado desprendido de una experiencia dolorosa.
La presentación del proyecto a concurso coincidió con la dana que arrasó la provincia de València, así como el anuncio de la selección con los devastadores incendios en Los Angeles, lo que aportó una dimensión simbólica todavía más profunda al templo de Arraiz.
Tradicionalmente, las ofrendas al templo se envían por correo postal a una dirección centralizada. Sin embargo, en esta ocasión, se estableció una colaboración con el proyecto ‘Salvem les Fotos’, de la Universitat de València, una iniciativa dedicada a preservar la memoria de las personas afectadas por la dana.
Gracias a esta colaboración, el pasado mes de julio se pudieron entregar cartas en persona en los laboratorios ‘Salvem les Fotos’ de la Universitat de València localizados en el Castell de Alaquàs, el Museu Comarcal de l'Horta Sud Josep Ferrís March de Torrent, el Centre d'Art Contemporani ESART de Algemesí, la Casa Alamanzón de Utiel y el Museu d'Història Natural de la Universitat de València, en Burjassot. En la iniciativa también colaboró la Mancomunitat de l'Horta Sud.
El 21 de julio, el equipo del templo en València recogió todas las cartas y viajó con ellas a Estados Unidos, llevando consigo fragmentos de nuestra memoria colectiva.
La crema del templo, el 31 de agosto, marcó el cierre de Burning Man y puso fin a un proceso colectivo de creación, recuerdo y liberación de esta edición.
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