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¿Cuán a menudo ocurren estos impactos? La respuesta la tenemos en la propia distribución de tamaños de estos objetos, que como vimos seguía una ley de potencias. No es de extrañar por tanto que, cuando estudiamos el tamaño de los cráteres en cuerpos fuertemente bombardeados como nuestra Luna, nos encontremos con que la distribución del tamaño de estos cráteres también sigue una ley de potencias (en la cual, como antes, cuanto más pequeño es un cráter, más abundante es, y al revés). Se ha hecho también este tipo de estudio en Marte, y los cráteres marcianos siguen prácticamente la misma ley de potencias que la Luna. Es de esperar que lo mismo ocurra en otros cuerpos del Sistema Solar.

Sin embargo, si examinamos nuestro propio planeta, nos encontramos con una inesperada sorpresa: hay prácticamente tantos cráteres pequeños como medianos como grandes (y en todos los casos, muy pocos). Al representar el número de cráteres frente al tamaño de los mismos, obtenemos a grandes rasgos una distribución uniforme. Esto se debe a los procesos de erosión y de tectónica de placas de nuestro planeta, que borran de manera continua la huella que nos dejan asteroides y cometas. Los cráteres pequeños deberían en principio ser más abundante, pero por otro lado son también los más fáciles de borrar. Con todo y con eso, hay todavía bastantes cráteres de impacto en nuestro planeta, buena parte de los cuales se han descubierto recientemente desde el espacio, gracias al uso de los satélites de teledetección.

Muchas formaciones que desde tierra firme parecían otra cosa (como era el caso de algunos lagos) han mostrado su verdadera naturaleza al observarlos desde arriba. Entre este listado de cerca de 160 cráteres mayores de 20 m de diámetro que hay en nuestro mundo, mencionaremos por su vistosidad el Barringer en Arizona, Estados Unidos (el primero que se reconoció como cráter de impacto, un trabajo por cierto del propio Eugene Shoemaker), el Bosumtwi en Ghana, los lagos Clearwater en Canadá, el Lonar en la India, el Roter Kamm en Namibia o el Wolf Creek en Australia. En España también tenemos nuestro propio cráter de impacto, el cráter Azuara, en Teruel, hoy bastante erosionado por la actividad humana.


Impactos del SL9 sobre Júpiter, vistos por el Hubble.

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