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La información conquista la física

¡La información!. Famosa palabra. Pero ¿qué tiene que ver con todo esto?. Esta noción no es fácil de definir con precisión, pero todo el mundo sabe intuitivamente de qué va: la información es un elemento de conocimiento sobre un suceso y puede ser codificada por una serie de unos y ceros, como en informática. Nada que ver "a priori" con la mecánica cuántica.

Y eso, aunque que los físicos se dieran cuenta, a mediados de los años 80, de que las leyes cuánticas permiten manipular la información de una manera totalmente nueva. Las correlaciones a distancia entre dos objetos autorizadas por dichas leyes pueden ser vistas como un nuevo canal de información que permitiría, por ejemplo, "teleportar" información de un lugar a otro, asegurarse de que un mensaje no ha sido interceptado o efectuar cálculos masivamente paralelos. Impulsados por todas estas posibilidades, los teóricos y experimentadores han elaborado un nuevo lenguaje y una nueva especialidad de la física -la "teoría cuántica de la información", aún en mantillas-.

Pero, a finales de los 80, empezó a surgir en la mente de los físicos la idea de que la información se podía utilizar como una herramienta para comprender la misma mecánica cuántica. ¿Y si la información cuántica no fuera una aplicación de la teoría, sino su fundamento?.

Esta es la idea que está actualemente en el meollo de los debates: afirmar que la mecánica cuántica no habla del objeto en sí mismo, sino de lo que se sabe sobre él (!). Que no es el protón, la molécula o la piedra lo que está representado por el "vector de estado en el espacio de Hilbert", sino la información que puede tenerse de él.

A primera vista, esto puede parecer una idea muy banal, hasta una perogullada: es evidente que no tenemos acceso al mundo más que a través de las informciones que extraemos de él a través de nuestras sensaciones, mas bien pobres y simplificantes: de Demócrito a Kant, los filósofos nos han avisado de este velo inevitable que nos separa de la realidad. Pero al prolongar el pensamiento de los grades fundadores de la físca moderna como Niels Bohr, Ervin Schrödinger o Wolfrang Pauli, esta idea se revela de hecho como extraordinariamente adecuada para interpretar la mecánica cuántica. Y esto debido a que la información no se comporta en absoluto como la materia: a diferencia de una piedra, no tiene posición espacial ni temporal y se la puede duplicar, partir, resumir, suprimir a gusto... basta entonces retomar uno a uno todos los fenómenos cuánticos que, atribuidos a la materia, parecían tan extraños para darse cuenta que son clarísimos cuando se les atribuye a la información.

Algunos ejemplos: ¿como puede un sistema estar en varios estados a la vez?. Sencillamente porque las informaciones disponibles no permiten saber más exactamente en cuál estado se encuentra. ¿Porqué una medida hace que el sistema se colapse bruscamente en un determinado estado? Porque la medida ha hecho evolucionar nuestro conocimiento, el cual ha sido bruscamente actualizado por la nueva información. ¿Cómo pueden dos sistemas estar correlacionados en el espacio y el tiempo? Pues porque estos dos sistemas tienen características comunes y lo que descubrimos sobre uno nos informa automáticamente sobre el otro. ¿El azar presente en el mundo cuántico? La manifestación de una falta de información que nos obliga a responder al azar a una pregunta que se nos hace. ¿El hecho de que la energía no sea continua, sino necesariamente cuantificada? Una consecuencia de al cuantificación de la misma información, que se reduce a respuestas binarias 0 o 1... en resumidas cuentas, tal como explicaba Anton Zeilinger hace algunos años, "si se parte del principio de que la noción fundamental de la mecánica cuántica es la información, emerge una conprensión muy natural de los fenómenos cuánticos". Un gran alivio para nuestro sentido común.

Pero más allá de esta elegancia pedagógica, esta idea no ha cesado de tomar amplitud en los últimos años. Es ahora a golpe de teoremas que la nueva interpretación de la mecánica cuántica espera "cambiar el curso de la física". El objetivo ya no es interpretar el corpus cuántico, pero reinventarlo. No tomar ya como por dadas esas leyes empíricas "bricoleadas" a pricipios del siglo XX, sino demostrar que son las consecuencias de restricciones ligadas a la adquisición, representación y transmisión de la información. ¡Una postura extraodinariamente fecunda!. Suponiendo que, en nuestro mundo, la información sufre ciertas restricciones e intentando deducir qué aspecto tendría una teoría que no describa la realidad, sino nuestro acceso a esta información, Jeffrey Bub, Alexei Grinbaum, Lucien Hardy y Christopher Fuchs han, cada uno de ellos por separado, conseguido ¡generar toda o parte de la teoría cuántica!.

  • (Ver "Mecánica cuántica, una teoría..." más abajo...)

Cuatro trabajos tan turbadores como racionales que merecen una atención particular. Sus principios de partida difieren: para algunos, la información es subjetiva y depende del que plantea la cuestión; para otros, es objetiva, como una especie de nueva substancia que existe independientemente del observador.

Pero todos están de acuerdo en una cosa: la facilidad con la cual la teoría cuántica se genera partir de esta noción de la información milita fuertemente para no verla ya como una mecánica realista que describe el comportamiento de las ondas, de las partículas o de los campos, sino únicamente como una teoría que describe EL COMPORTAMIENTO DE LA INFORMACIÓN.

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© Hector Rulot, Universitat de Valencia. email Contact Mod: 24 mayo 2013 03:48  documentacion wiki traza de la pagina Editar