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Hector Rulot - Web Tree

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La información lo es todo

Un gran videojuego

Matrix. La idea de que no seríamos más que las criaturas virtuales de un inmenso videojuego no tiene nada de absurdo. Aunque es más ficción que ciencia porque no podemos realizar ningún experimento que la refute. Contrariamente a los héroes de Matrix, no disponemos de una píldora roja que nos haga pasar al otro lado de la pantalla. Entonces ¿Porqué preocuparse en construir meta-universos que quedarán para siempre hipotéticos?.

Sin embargo... La ola informática que está rompiendo desde hace unos años sobre la física lleva a algunos a jugar con dicho escenario. Es que la idea resulta fecunda si se la toma acertadamente: no para llevarnos a una realidad más allá de las apariencias donde desenmascarar un eventual "Gran Programador", pero, al contrario, para reconcentrarse en nuestro mundo y redefinir la relación física que mantenemos con él.

Basta partir de una observación, casi de una tautología: no tenemos acceso a la realidad más que a través de las informaciones que tenemos sobre ella. "La información es el mediador entre lo material y lo abstracto, entre lo real y lo ideal" subraya el físico americano Hans Christian von Baeyer. Es esa extraña substancia compresible que surge de los objetos tangibles, ya sea de un átomo, de una molécula de ADN, de un libro o de un piano, y que, después de una serie de transformaciones complejas en las que intervienen los sentidos, termina alojándose en nuestro cerebro consciente".

Un debate que data del siglo XIX

Antes de esperar fijarse en el mismo mundo real, la objetividad a la que aspiran los físicos debe pues primero ocuparse de esta famosa "información". Antes de ser una ontología -una ciencia de las esencias-, la física debe ser una epistemiología -el estudio de la forma como sabemos lo que sabemos y de los límites ligados a este conocimiento-.

Para Hans Christian von Baeyer, "si podemos comprender la naturaleza de la información e incorporarla en nuestro modelo del mundo físico, entonces habremos dado el primer paso en el camnio que nos lleva hacia la comprehensión de la realidad objetiva". "It from bit?", el slogan propuesto por el físico americano John Wheeler en 1989, resume bellamente la ambición de la que se trata. ¿Es posible que todo lo que nos rodea no sea más que las manifestaciones de un vasto maelstrom de 0s y 1s?. ¿Es posible reconstruir las leyes de la física, el espacio, el tiempo, la materia en términos puramente informáticos?.

Por intranquilizadora que sea, esta idea no hace más que recoger los términos de un agitado debate abierto durante la segunda parte del siglo XIX, cuando se realizaron los trabajos sobre los fundamentos de la termodinámica. Desarrollada para describir el flujo de calor en el interior de las máquinas de vapor, la termodinámica estaba, en aquella época, solidamente basada en conceptos físicos medibles (la energía, el calor, la temperatura o la entropía), en leyes simples y precisas ("la energía se conserva" o "la entropía sólo puede crecer") y en una eficacidad probada cuando se trataba de mejorar el rendimiento de las máquinas.

El ejemplo termodinámico

La cuestión que agitaba entonces a la comunidad de los físicos era comprender como estas leyes de la materia macroscópica estaban relacionadas con los comportamientos microscópicos de las moléculas. Fue el físico austriáco Ludwig Bolztmann el que, el primero, rompió el debate defendiendo una postura epistemiológica: apoyándose en trabajos estadísticos, demostro en 1875 que la noción de entropía -central en la termodinámica- podía interpretarse como una medida del desorden, de la confusión, de la cantidad de información DESCONOCIDA sobre las posiciones y las velocidades de cada una de las moléculas del sistema. Y como subrayó el escocés James Clerk Maxwell, "la confusión, así como su correlativo, el orden, no es una propiedad de las cosas materiales en sí mismas, es algo relativo al espíritu que las percibe". Una entidad supra-humana dotada de una percepción, de una memoria y de una potencia de cálculo demoníaca podría, efectivamente, conocer todo sobre las moléculas y, por lo tanto, atribuir a la entropia un valor nulo... A pesar de los gritos de los defensores de las definiciones realistas, estos físicos pioneros de la edad de la información se atrevieron a afirmar que los conceptos termodinámicos son "relativos a la extensión de nuestro conocimiento" y que no existen más que "para un ser de nivel intermedio, que puede percibir ciertas formas de energía mientras otras se le escapan totalmente".

Este debate no ha sido nunca decidido. Y algunos decenios más tarde, un segundo frente entre esta batalla entre "ontologistas" y "epistemologistas" se abrió cuando nació la mecánica cuántica. Arrinconados por los extraños descubrimientos ocurridos en los rincones últimos de la materia, muchos físicos presintieron pronto la necesidad de pasar al otro lado del espejo. Pero hubo que esperar al desarrolo de la teoría matemática de la información por Claude Shannon a principios de los años 50 y su encuentro con la teoría cuántica a mediados de los 80 para que esta "postura informática" empieze a convertirse en un programa científico. Un programa seductor a la vista de que la teoría de Shannon y la física comparten un mismo objetivo: comprimir al máximo la información. De hecho, esta compresión es, para Shannon, el único medio de evaluar la cantidad de información contenida en un mensaje, mientras que, para los físicos, es la exigencia de encontrar leyes y conceptros sificientemente generales para abarcar la mayor cantidad de fenómenos posibles. Y aún si la noción de información sigue siendo delicada de definir, los nuevos físicos parecen dispuestos a retomar el punto de vista iconoclasta de Boltzmann y Maxwell.

El espacio es una red de datos

Salvo que, ahora, son todos los conceptos utilizados por la física para describir el mundo -el espacio, el tiempo, la materia, las leyes- los que se trata de reintepretar en términos de información.

Un programa que no podrá, sin duda, realizarse sin reintepretar la teoría de la relatividad general de Einstein, que es la que actualmente describe la relación entre materia, tiempo y espacio. Una reinterpretación aún incierta.

Y no es la noción del espacio la que plantea más dificultades. Clásicamente, este término describe el medio geométrico en el que se desplazan los objetos materiales. Pero para Carlo Rovelli, "el espacio no es más que relaciones". Este teórico italiano de la universidad del Mediterráneo, en Marsella, ha demostrado cómo una entidad que tiene todas las características del espacio puede constituirse a partir de una red de interacciones fundamentales -es decir, de una red de intercambio de información-.

Un poco como una cota de mallas que, vista de cerca, no es una superficie, pero un amasijo de pequeños bucles. Una aproximación que aprovecha los métodos surgidos de la "gravedad cuántica de bucles" actualmente desarrollada para reconciliar las teorías cuánticas y relativista. Más que el marco de los movimientos, el espacio puede ser redefinido, desde el punto de vista informático, como el resultado de innumerables transferencias locales de datos.

"El tiempo, es la ignorancia"

"En lo que respecta al tiempo, hay algunas buenas ideas, pero aún confusas", prosigue Carlo Rovelli. Sin embargo, junto con el matemático francés Alain Connes, ha demostrado recientemente que un flujo temporal, que no existe a nivel microscópico puede surgir de nuestra inevitable necesidad de compresión de la información a nivel macroscópico. Más precisamente, es al despreciar las diferencias de información entre los estados elementales que adquiriríamos la posibilidad de observar un parámetro "t", independiente de los mismos estadosy que tiene todas las características del tiempo...

Como la entropía, el tiempo, visto con gafas informáticas, dependería entonces de las capacidades de tratamiento informático del observador y no existiría más que para "seres de nivel intermedio" como nosotros. Más que un flujo independiente que marca la sucesión de los acontecimientos, sería en definitiva la marca de nuestra incapacidad de apreciar los detalles!. Es lo que resume la frase de choque del joven filósofo ruso Alexei Grinbaum, que ha consagrado parte de su tesis a esta cuestión: "El tiempo, es la ignorancia".

La edad de la información

¿Quid, entoces de una reinterpretación de las nociones de materia y energía?. Por el instante, ninguna pista precisa aparece. Pero como subraya Alexei Grinbaum "'electrón' o 'átomo' son ante todo palabras, términos del lenguaje común que permiten hacer abstracción de lo que constituye estos objetos" y, en el marco del vasto programa epistemológico, será necesario redefinirlos en términos de información. Puede que la respuesta venga de una nueva teoría capaz de celebrar alrededor de la noción de información la reconciliación tan esperada de la mecánica cuántica y la relatividad general...

Entrada en la "edad de la información", la física trata desde ahora de describir, más que el mundo en sí mismo, el empeño de nuestro cerebro, encerrado en su caja craneana, de comprender este munto. En vez de poner en ecuaciones la materia que se agita en un espacio y un tiempo, la física intenta hacer surgir estas nociones a partir de nuestra tentativa -limitada pero valiente- de dominar el flujo de datos.

En cierto sentido estamos en Matrix. En la Matrix de nuestros propios cálculos realizados sobre las informaciones que recogemos cuando nos enfrentamos al mundo. Una Matrix que no es un encierro sino una liberación, pues nos evita ahogarnos en el flujo enorme de información que nos rodea.

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© Hector Rulot, Universitat de Valencia. email Contact Mod: 24 mayo 2013 03:48  documentacion wiki traza de la pagina Editar