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Factores de riesgo y de protección: duelo complicado

  • 14 septiembre de 2016
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Siguiendo la temática del último post “Tratamiento psicológico para soportar el duelo”, en esta ocasión queremos analizar más a fondo cuáles podrían ser esos factores de riesgo y protección que permitan predecir el surgimiento de posibles complicaciones en familiares o cuidadores.

Como ya explicamos el duelo es un proceso psicológico que se produce ante la pérdida de un ser querido, se trata de una experiencia universal, única y dolorosa. Hablamos de tener que enfrentarnos a la pérdida y tener que adaptarnos al mismo tiempo a una nueva situación vital. Según el “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” el duelo se define como “una entidad susceptible de recibir atención clínica que podría ocasionar síntomas similares a la depresión mayor, al estrés postraumático, tristeza, insomnio y anorexia, siendo la evolución crónica e implicando grandes dosis de padecimiento y considerables gastos sanitarios”.

Hablamos de tener que enfrentarnos a la pérdida y tener que adaptarnos al mismo tiempo a una nueva situación vital

Pilar Barreto (Universitat de València), Patricia Yi (Universitat de València) y Carmen Soler (Hospital Pare Jofre. Valencia) explican en su ensayo “Predictores de suelo complicado”, publicado en la revista Psicooncología en 2008, cómo el estudio del proceso de duelo ha puesto el foco en una serie de manifestaciones fisiológicas, afectivas, cognitivas y conductuales del mismo.

Las académicas citan a Bowlby, Parkes y Kübler-Ross para exponer la teoría de que los dolientes pasan por una serie de fases: negación, anhelo, ira, depresión y aceptación. No obstante, pese a hallarse en el proceso normal de duelo; también se ha descubierto que por ejemplo la aceptación aparece desde el momento en que se conoce la muerte del ser querido pero no se manifiesta como tal hasta al menos dos años después del suceso.

Como ya comentamos existe la posibilidad de que el proceso de duelo se complique, esto conllevaría la alteración del funcionamiento general de la persona, comprometiendo su salud; hecho que puedo llevar años e incluso cronificarse indefinidamente, tal y como señalan las autoras. Esta situación, según se estima en el estudio, podría afectar a unas 300.000 personas. Sin embargo, a la hora de establecer la línea que separa el duelo normal del complicado; esta no está tan clara, “se requiere tener unos criterios claros y útiles en el diagnóstico para poder intervenir psicológicamente”.

Anteriormente, se utilizaba una clasificación en función de la complicación: duelo anticipatorio, crónico, retardado o evitativo, pero actualmente en un intento de afinar mediante la elaboración de ciertos indicadores recogidos en el “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” (incluye la posible psicopatología del duelo) y el “Inventario de duelo complicado” (recoge las respuestas normales del duelo y las que se refieren al estrés).

En este sentido, cabe decir que existen discrepancias en cuanto al tiempo oportuno para determinar si el proceso de duelo no se está desarrollando de forma correcta. Unos hablan de seis meses, mientras que otros aseguran que desde los dos meses de la muerte ya se pueden determinar estos factores, que serían por ejemplo un aspecto del estilo de vida o una conducta personal, una característica heredada o la situación medioambiental; según Barreto, Yi y Soler. Estos factores inciden tanto en la salud del doliente como en el tiempo de recuperación del mismo.

Los más generales son los de la personalidad o el contexto social, que a su vez se dividen en: “factores que modulan los efectos del duelo y factores con efectos específicos en el duelo”, subrayan las autoras. Como ejemplo indican que, el apoyo social afecta a la salud en general; pero también incide en el proceso de duelo. Después, señalan que los factores específicos son por ejemplo aspectos de la situación de la muerte; cuanto menos inesperada la muerte o más traumática peores consecuencias tendrá sobre el doliente.

El apoyo social afecta a la salud en general, pero también incide en el proceso de duelo

Al mismo tiempo, las académicas señalan que tan importantes como los factores de riesgo lo son los protectores: las creencias religiosas y el apoyo social. Las investigaciones en este ámbito van encaminadas a los términos de resiliencia, crecimiento post-traumático o personalidad fuerte (hardiness). Las académicas opinan en su estudio que analizar ambos factores en conjunto “ofrece un mayor margen para la planificación de programas de atención a los familiares”. Y concluyen que a partir de los dos meses del fallecimiento ya se puede observar si existen complicaciones, dato revelador a la hora de determinar la indicación temporal de las intervenciones.