Logo de la Universdad de Valencia Logo Unidad de Parasitología Sanitaria Logo del portal

Cómo se infectan los humanos de Fasciola zoonóticos

Fasciola

Según estimaciones actuales, esta infección afecta a 17 millones de personas. Su elevada patogenicidad y propagación se deben al cambio climático y al cambio global.

5 de julio de 2018

En 1987, la OMS solicitó nuestra ayuda para comprender cómo los seres humanos se infectan de Fasciola en Córcega, en áreas sin ganado. En 1992, nos pidió evaluar si el helminto que causa la enfermedad en el Altiplano boliviano, a unos 3800‑4100 m sobre el nivel del mar, era un parásito altitudinal particular y no el tradicional Fasciola de tierras bajas. Estas dos iniciativas fueron cruciales para entender que se trataba de un trematodo de una adaptabilidad, capacidad de transmisión y heterogeneidad epidemiológica increíbles, lo que difería notablemente de la simple y homogénea imagen de la fascioliasis que era generalmente aceptada en ese momento. Los resultados del estudio fueron sorprendentes, pues indicaban una mayor prevalencia de la infección en niños que en ganado bovino y ovino en ciertas localidades. Según estimaciones actuales, esta infección afecta a 17 millones de personas. Su elevada patogenicidad y propagación se deben al cambio climático y global.

Estos treinta años nos han permitido verificar la gran heterogeneidad de esta enfermedad gracias a las primeras lecciones que aprendimos en Córcega y el Altiplano boliviano. Sin importar el continente ni el país, siempre hemos empezado nuestros proyectos de investigación desde cero, considerando el conocimiento local previo tan solo como un punto de partida que debería reevaluarse por completo. En la mayor parte de las áreas endémicas humanas, el conocimiento previo era incorrecto o insuficiente, principalmente a causa de una extrapolación demasiado simplificada de la infección animal.

La fascioliasis es una enfermedad que requiere estudios paralelos tanto en el campo como en el laboratorio. Por separado, ninguno de los dos permite entender las características de esta enfermedad en un área ni diseñar medidas de control adecuadas para un área endémica dada. Desafortunadamente, este tipo de investigaciones combinadas requiere una gran financiación, ya que los costes de los viajes y de las técnicas de laboratorio modernas son elevados. Este es el mayor problema de la fascioliasis humana, pues sigue considerándose la enfermedad más desatendida de entre todas las enfermedades desatendidas. Rara vez surgen convocatorias de investigación en las que la fascioliasis humana aparece en el listado de objetivos financiables, y rara vez puede competir con éxito contra otras enfermedades infecciosas bien conocidas. Por otro lado, la fascioliasis humana ofrece a los especialistas en parasitología y medicina tropical un modelo extraordinario para todo tipo de estudios multidisciplinares, que permite investigar a una escala global debido a su distribución por todo el mundo.

Nuestro artículo sobre fuentes de infección refleja todos los aspectos mencionados con anterioridad. Se trata de un paso decisivo en la transmisión y epidemiología de enfermedades humanas que nunca antes se había dado, y que esperamos que se convierta en un punto de partida estándar para las investigaciones futuras. Principalmente, será útil tanto para medidas de prevención individuales como para iniciativas de control generales impulsadas por las autoridades sanitarias nacionales e internacionales.

Numerosas fotografías ilustran la diversidad de las fuentes de infección humanas y la heterogeneidad de la enfermedad según el país. A los autores, además, estas imágenes nos recuerdan enseguida las múltiples anécdotas divertidas que ocurrieron durante nuestras misiones. Como cuando nos tapamos la nariz delante de un agente aduanero en un aeropuerto, quien insistía, furioso, en que abriéramos una caja que transportaba muestras de heces humanas. O las caras de sorpresa al ver cómo unos obispos repetían la señal de la cruz sobre nuestros caracoles al explicarles su importancia como vectores de enfermedad. O aquella vez en la que, mientras estábamos tumbados en el suelo recogiendo caracoles, un lugareño se puso a mi lado y me ofreció una cantidad de camellos que subía paulatinamente —¡hasta un centenar!— a cambio de mi mujer, seguido por otra persona que me reprochaba que no la hubiera vendido por tan buen precio. O cuando nos invitaron a comer, junto al ministro de salud, justo la especialidad local responsable de la infección humana de la zona, sin poder escabullirnos de la situación.

Bonitos recuerdos de un iniciativa global muy larga y fructífera.