
10 de julio de 2018
Andreu Sentí | Departamento de Filología Catalana. Universitat de València
Durante años la comunicación oral ha quedado en un discreto segundo plano en las escuelas e institutos. En nuestra tradición educativa, toda la atención se centraba en la escritura y la lectura. En cambio, como hablar ya sabíamos todos, no había que hacer muchos esfuerzos. Esta situación está cambiando y, poco a poco, parece que empezamos a darnos cuenta que cualquier profesional será mejor si domina la expresión oral. Y, así, las habilidades lingüísticas orales empiezan a hacerse un hueco también en las escuelas. De hecho, el nuevo decreto que regula las lenguas en el País Valenciano incorpora específicamente unas horas semanales de trabajo de la Competencia Comunicativa Oral, lo que es una oportunidad única para implementar una enseñanza consciente y específica de la lengua oral formal.
Pero, ¿cómo se tiene que enseñar la comunicación oral en las escuelas? ¿Basta de hacer exposiciones? En el arte de la oratoria, nos enfrentamos a muchas dificultades lingüísticas, culturales y psíquicas. ¿Cómo empezamos a hablar? ¿Cómo unimos las ideas? ¿Cuánta información queremos dar? ¿A quien nos dirigimos? ¿Se nos ha entendido? ¿Y si me quedo en blanco? ¿Y que hago con las manos? ¿Y con la voz? La única vía para mejorar la eficacia comunicativa es trabajar específicamente cada una de estas habilidades.
Las ligas de debates que organiza la Red Vives de Universidades son una gran iniciativa para aprender a controlar la expresión oral. El año 2005 la Red puso en marcha una liga universitaria en que las universidades de los territorios de habla catalana debaten durante cuatro días alrededor de una temática. En la edición de este año, se debatía si "Hace falta un control público de los medios de comunicación?". Desde el año 2014 la Red Vives, con el apoyo de Escola Valenciana, organiza también una competición de debates de estudiantes de secundaria y bachillerato. En este caso, hay dos fases. En la fase local, las escuelas se inscriben en una universidad próxima y participan en la liga que se lleva a cabo en la universidad de referencia. La escuela que gana representa esta universidad en la segunda fase, la fase final, que se celebra cada año en una universidad diferente. En la edición de este año, en que se debatía sobre el tema ¿Los animales tienen derechos?, ha ganado el Instituto Nou Derramador de Ibi, en representación de la Universidad Miguel Hernández de Elche.
El acierto de las ligas de debates es que ponen en funcionamiento una serie de alicientes y de objetivos didácticos muy variados. Por un lado, es una competición formal –con un jurado, unos ganadores y unos perdedores– y, por lo tanto, el entusiasmo para jugar –y ganar– anima a todos los participantes. Es decir, el debate tiene un componente de juego, de gamificación. De la otra, combina un conjunto de actividades que inciden enormemente en la formación integral de los alumnos. Desde el punto de vista conceptual, la preparación de un debate implica buscar y seleccionar información, comprender textos, relacionar ideas, integrar contenidos, etc. Después, se tienen que elaborar discursos orales y, por lo tanto, hay que elegir una idea central, argumentar una tesis, relacionar las partes de un texto… También hay que trabajar la puesta en escena, el dominio de la voz, de los silencios, de la mirada y del cuerpo… Y todo esto en equipo, un equipo que tiene que cooperar, ceder la palabra, escuchar el equipo contrario, identificar el argumentario y atacar los puntos débiles, hacer las preguntas pertinentes, ajustarse al tiempo… En definitiva, el orador-estudiante tiene que dominar un todo de habilidades que tienen que fluir a la vez.
Pero lo más importante de toda la competición es la pasión que exuda la Liga. Todos los estudiantes participan con emoción en la batalla dialéctica. En cada debate, hablar, razonar y reflexionar se convierte en un placer: pura emoción. Y, como sabemos, la emoción es la gran vía de acceso al conocimiento.
www.vives.org/serveis/lliga-de-debat
Este artículo ha sido publicado en el número 34 de la revista Futura (2017)