My Sörensson en una película
de Cecilia Neant-Falk
Una idea muy difundida acerca del cine sueco
es que llegó a su fin en 1982, año en que se estrenó
Fanny y
Alexander, la última película argumental de
Ingmar
Bergman. Sin embargo, durante los veinte años que siguieron,
varios guiones de Bergman sirvieron para largometrajes dirigidos
por otras personas, mientras que él mismo creó varios
más, aunque de formato menor, para la televisión.
Bergman, que en la sala de proyección propia que tiene
en la isla báltica de Fårö consume la mayor
parte de cintas que se ven en las pantallas suecas, constata que
la década de 1990-2000 estuvo a veces llena de adversidades.
Pero últimamente ha cambiado mucho la situación,
no sólo para Bergman, sino también para el público
que ha vuelto a las salas de cine y encontrado una gama de películas
caracterizadas por una seguridad cada vez mayor de los cineastas
en sí mismo: un rasgo que también ha notado el público:
nuevos talentos, temas y géneros.