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La moralidad se aprende en colectivo

La manera de potenciar la moralidad y la actitud cívica en los niños es darles la autonomía de juzgar cuando algo está bien y está mal

El profesor del Máster en Políticas, Gestión y Dirección de Organizaciones Educativas, Juan Manuel Fernández Soria reflexiona sobre la influencia e importancia de la Escuela Nueva, respecto a una educación más cívica y moral.

20 de mayo de 2016

La Escuela Nueva (o New School), es un término que nace en la Europa de finales del siglo XIX. Se trata de un conjunto de principios que nacen de la intención de los maestros y los pedagogos de potenciar una alternativa a la escuela tradicional.

Los partidarios de la Escuela Nueva entendían la infancia bajo unos conceptos diferentes a los establecidos. Se entendía que los niños tenían unas necesidades que iban más allá de aprender los números y las letras. La Escuela Nueva presenta una idea rompedora hasta la fecha: convertir al niño en el centro del proceso de enseñanza y aprendizaje.

Ese modelo se denomina paidocentrismo; que se encuentra enfrentado al modelo hasta entonces predominante, el magistrocentrimo; en el que el profesor ejerce de punto de referencia fundamental.

El profesor del Máster en Políticas, Gestión y Dirección de Organizaciones Educativas, Juan Manuel Fernández Soria, en colaboración con Alejandro Mayordomo Pérez; ha desarrollado un artículo sobre la influencia e importancia de la Escuela Nueva, respecto a una educación más cívica y moral.

El eje del artículo gira en torno a la idea de basar la educación social en la idea de ‘comunidad escolar’, desarrollando así el espíritu de solidaridad, la conciencia social y el sentido de la ciudadanía. Fernández recupera las ideas de pensadores como Georg Kerschensteiner, pedagogo alemán que acuño el término ‘themselfgoverment’; o lo que es lo mismo, la educación autónoma moral o gobierno de uno mismo como manera de potenciar su concepto de responsabilidad de lo que hace o deja de hacer. En resumen, el autogobierno.

“Sólo podemos saber si nosotros somos morales en verdad por la acción realizada por propia responsabilidad para los otros y con los otros en la comunidad a que pertenecemos” (Kerschensteiner, 1926, p. 20).

Con la llegada de la Escuela Nueva, la educación moral se empieza a integrar como una parte del desarrollo total y armónico del individuo. Este modelo procura generar, no tanto un cúmulo de conocimientos, como un colectivo de costumbres o hábitos morales; aquellos que forman la conciencia y la conducta mediante hechos, a diferencia de los antiguos modelos educativos, que se basaban únicamente en las palabras.

Ya lo explicó Ángelo Patri, autor italoamericano, en el Tercer Congreso Internacional de Educación Moral, celebrado en 1922:

‘La moralidad no se puede aprender mediante reglamentos, leyes u ordenanzas; la moralidad no se aprende sino por el contacto vivo con los seres humanos’.