Desde finales de la Baja Edad Media, las actividades relacionadas con el cultivo de la morera y la manufactura de la seda han tenido un intenso protagonismo en la historia y la cultura valenciana.
7 de junio de 2016
Aunque previamente se fabricaban ya en Valencia tejidos de tradición islámica con la seda procedente del Reino de Granada, fue a finales del siglo XIV cuando los comerciantes genoveses contribuyeron a la difusión del cultivo de la morera desde el sur de Italia. Posteriormente, transmitieron también la nueva tecnología textil que se utilizaba en Génova en la elaboración del “velluto” o terciopelo de seda.
De ahí que colaborasen en la creación del gremio de “velluters” de Valencia en 1479, que se convirtió pronto en el oficio más importante de la ciudad y jugó un destacado papel en la revuelta de las Germanías
No obstante, la expansión de esta manufactura tuvo un carácter moderado, ya que Toledo se convirtió en el principal centro sedero español del periodo de los Habsburgo. En esta época, el Reino de Valencia destacó, sobre todo, como el área productora de materia prima más importante de la Monarquía. De hecho, las Cortes valencianas ya proclamaron en 1547 que la seda era el “…principal fruyt del dit Regne…”, por lo que procedieron a la creación de un impuesto que gravaba las exportaciones a Castilla con el fin de financiar la vigilancia y defensa del litoral frente a las incursiones de los corsarios norteafricanos.
La difusión del cultivo de la morera se intensificó en el siglo XVII y llegó a su máxima expansión en el primer tercio del siglo XVIII, cuando se producía seda en el 90% de las algo más de 500 localidades del Reino de Valencia, aunque la mayor parte de ella se concentraba en las comarcas de l’Horta de València, la Ribera Alta y Baixa del Xúquer y el Baix Segura. Pero, además de ser el área productora de seda más importante de España, Valencia se convirtió también en el siglo XVIII en el principal centro manufacturero del país debido a la decadencia que experimentó Toledo.
Las bases de la expansión se sentaron a finales del siglo XVII, manifestándose en el privilegio obtenido por el gremio de “velluters” en 1686 por el que se le otorgaba la condición de “colegio del arte mayor de la seda”. La política mercantilista adoptada tras la finalización de la guerra de Sucesión favoreció el crecimiento manufacturero, aunque dio lugar a la concentración de la actividad en la ciudad de Valencia, en donde se localizaban alrededor del 94% de los cerca de 4.000 telares existentes en el Reino en la segunda mitad del siglo XVIII.
Aunque en 1788 trabajaban directamente en aquellos 7.764 operarios, las labores previas de hilatura, devanado, torcido, tintado, etc., generaban una intensa actividad, por lo que se estimaba que alrededor de la mitad de la población de la ciudad de Valencia trabajaba, directa o indirectamente, en el sector. De ahí que la seda marcase profundamente, no solo la fisonomía y la economía urbana, sino también las relaciones sociales y las manifestaciones culturales de la ciudad.
Aunque la manufactura textil sufrió una aguda crisis desde principios del siglo XIX, el cultivo de la morera y la hilatura de la seda sobrevivieron, llegándose a experimentar un importante proceso de mecanización de dicho proceso en la primera mitad de la centuria.
No obstante, la irrupción de la epidemia de la pebrina a partir de 1854 debilitó considerablemente el sector, que desapareció prácticamente a finales de la centuria.
Pero los testimonios dejados por los más de 400 años en los que el sector ha tenido un intenso protagonismo en la historia y la cultura valenciana son muy numerosos.
La Universitat de València quiere contribuir a su recuperación con esta página web y las actividades científicas y culturales que ha organizado en el marco de las iniciativas impulsadas por las Cortes y la Generalitat valenciana con ocasión del ingreso de España en el programa de la Ruta de la Seda de la OMT y la UNESCO.
Ricardo Franch Benavent. Universitat de València