Cartelismo valenciano en la Guerra Civil

“Un cartel es un grito que se lanza desde la pared. Aparentemente silencioso, su terreno no es el del sonido: es un grito visual. Una alarma. Un aviso. Un recuerdo urgente. El enemigo amenaza: ciudadanos y campesinos están en alerta permanente. En la guerra civil española los carteles son la conciencia colectiva de resistencia fijada en los muros. Nadie debe relajarse. Ninguno puede olvidarse. Los muros cotidianamente , recuerdan, avisan, alertan, gritan su mensaje en todas direcciones”
La capitalidad de la República atrajo hacia la ciudad a cartelistas forasteros que trabajaron en Valencia durante largas temporadas o que enviaban sus originales a los talleres valencianos para ser litografiados.
Los cartelistas más representativos:
 

Josep Renau
Arturo Ballester
Vicente Ballester
Manuel Monleon
Luis Dubon
Jorge Bardasano
Perez Contel
Vicente Canet
Rafael Garcia Escribá

 

EL CARTELISMO VALENCIANO EN LA II REPÚBLICA Y GUERRA CIVIL

Francisco AGRAMUNT LACRUZ-Doctor en Bellas Artes

Es indiscutible el protagonismo que tuvieron los cartelistas valencianos en la guerra civil a la hora de divulgar entre el pueblo consignas y lemas en apoyo de la causa popular, situando aquellos visuales "gritos en la pared" en lo más destacado del discurso estético de aquellos años. Hoy nadie duda de la trascendencia de esa invasión de carteles que llenaron las paredes de calles y plazas de ciudades y pueblos valencianos trasmitiendo toda clase de consignas, anuncios y mensajes de apoyo a la república amenazada, exhortando a la defensa en el Ejército Popular y denunciando el auge del fascismo.

El cartelismo fue, sin duda, una de las pocas actividades plásticas que gozó de gran popularidad por parte de los cartelistas valencianos durante los años de la guerra civil, lo cual no es de extrañar si se tiene en cuenta que la mayoría ellos habían logrado gran experiencia en el terreno de las artes gráficas y en la publicidad comercial con anterior al inicio de la sublevación militar.

La singularidad del cartelismo valenciano republicano se aprecia mejor si lo situamos en una tradición propia y la compar amos con otras propuestas de su tiempo. Aparece como un fenómeno autóctono que tenía sus orígenes al principio de siglo cuando se crearon en Valencia las primeras litografías especializadas principalmente en la realización de car teles c omerciales y taurinos. Los artistas valencianos - José Renau, Juan Renau, José Espert, Rafael Raga, Arturol Ballester, Vicente Ballester, Antonio Vercher, Luis Dubón, Armando Ramón, Arturo Ballester, Manuela Baile Francisco Carreño, Manuel Monleón Burgos, García Escriba, Femado Cabedo Torrent, Vicente Canet Cabellón Francisco Caro Ferrando, Francisco Climent Mata, José Cros Estrems, José Esper Arcos, Enrique García Carrilero, Ernesto Guasp, José Liceras, José Peris Aragó, José Soriano, Lorenzo Aguirre Sánchez, Jenaro Beltrán, Pascual Roch Minué, etcétera- alcanzaron una gran reputación como cartelistas comerciales, acaparando la mayor parte de los pre mios, y siendo requeridos constantemente por empresas e instituciones para ejecutar sus carteles.

De su importa ncia hay que citar las palabras de José Renau en las que aseguraba que la ciudad en esa época reunía todas las características que se habían dado en la alemana "República de Weimar", en clara referencia al auge que tuvo las artes gráficas y concretamente el cartelismo revolucionario. Coincidiendo con la proclamación de la II República surgió en Valencia un importante grupo de cartelistas muy inquieto, encabezado por José Renau y abierto a las nuevas experiencias gráficas europeas e incluso americanas...

La capital, por otra parte, contaba con una industria litográfica que tenia un amplio desarrollo y un gran arraigo, litografías como Gráficas Valenciana, J. Avino, Talleres Guerri, García Cantos, Sobrinos de J. Gamón, E. Miré Tipografía Moderna, José Pascual, Impresos Cosmos, Gráficas Turia, Sindicato de Gráficas CNT, Litografía Ortega, Simeón Dura. Si Cataluña ocupaba aquellos años uno de los primeros puestos del cartelismo español, no es menos cierto que el País Valenciano contaba con una importante cantera de excelentes profesionales.

La mayor parte de los artistas plásticos valencianos, Incluso los escultores, se entregaron a la actividad cartelística porque era una forma cómoda y sencilla de ganar algún dinero a través de los encargos directos de empresas comerciales o publicitarias, y en menor medida por su participación en los numerosos concursos de carteles que se convocaban, principalmente con ocasión de las Ferias de Julio o durante las Fallas. Hasta tal punto esa actividad se había popularizado tanto entre los artistas, que se crearon grupos y peñas, como la archifamosa del Sifón que se reunía en el Café Colon de Valencia y en la que participaban jóvenes dibujantes y pintores. Se constituyó a principios de los años treinta de una forma espontánea, con el fin de intercambiar experiencias artísticas, mantener un foro de diálogo abierto y, sobre todo, ser un lugar de encuentro y amistad de todos los cartelistas valencianos.

La actividad cartelística de los artistas valencianos aumentó considerablemente después del estallido militar del 18 de julio de 1936, cuando los pintores, escultores y dibujantes valencianos salieron en defensa de la legalidad republicana con los instrumentos creativos que les eran familiares. La indignación contra el fascismo era tan grande, que sindicatos, partidos y el propio Ejército Popular, llenaron de carteles propagandísticos las ciudades y pueblos, creando un ambiente bélico y revolucionario propicio que incitaba al pueblo a la acción. Los temas de los carteles hacían referencia al patriotismo de las masas, formadas por obreros, campesinos, pescadores, intelectuales, etcétera, destacando sus deberes y obligaciones, fijando frases, palabras y consignas. Reflejaban los peligros del fascismo, exhortaban a la lucha y que narraban las atrocidades cometidas por el enemigo.

Numerosos artistas consagrados, otros menos conocidos y numerosos estudiantes de las escuelas de Bellas Artes, Artes y Oficios y Artesanos comprendiendo la trascendencia histórica de esos momentos y la gravedad de la situación bélica pasaron a incorporarse a los talleres de Artes Gráficas de la Alianza de Intelectuales, del Sindicato de Dibujantes e incluso del propio Gobierno y del Ejército. La idea que les movía era la misma que varias décadas antes había impulsado a los artistas rusos a sumarse a la Revolución soviética y a los alemanes de la República de Weimar a denunciar el auge del nazismo y del fascismo. No existían unas consignas precisas ni una política concreta en torno a los temas y a las formas de llevar a cabo la propaganda gráfica. Los carteles eran el fruto espontáneo de partidos políticos, sindicatos, grupos de artistas y de las instituciones gubernamentales.

Tal vez el más activo de todos los talleres fue el de Artes Gráficas y Agitación y Propaganda de la Alianza de Intelectuales que disponía de valiosos medios técnicos que fueron puestos muy a menudo a la disposición de los partidos, sindicatos, ministerios y otras entidades gubernamentales sin otro compromiso que el de ejecutar lo mejor posible el trabajo encargado. Muy pronto el aluvión de pedidos desbordó las limitadas posibilidades del Taller de Artes Gráficas que la Alianza había instalado en el desván de un viejo palacete de la calle Trinquete de Caballeros, número 9. Los artistas para la realización de grandes murales y carteles gigantes que requería mucho personal recurrían al principio a las aulas de la Escuela de San Carlos, a grandes locales o a los talleres donde se construían las fallas.

Luego se creó un Taller de Agitación y Propaganda en los bajos del Conservatorio de Música recayente a la calle Historiador Zurita. Este taller estaba dirigido por el pintor Roch Minu y trabajaban Rafael Raga, Armando Ramón, Valentín Uríos, José Sabina, Pascual Roch Minué, Archelós, Llovera, y un amplio etcétera. Se realizaron allí los decorados para la obra teatral de López de Vega, Fuenteovejuna, representada en el Teatro de la Princesa (1937). Los cartelistas procedían de la publicidad, el periodismo y el arte. Y todos ellos fueron protagonistas en una situación que no permitía refugiarse en postulados esteticistas, sino que exigía el sacrificio de la individualización artística y la inmersión en el torrente revolucionario. La mayor parte de ellos -José Espert, Rafael Raga Montesinos, Rafael Pérez Contel, Vicente Canet Cabellen, Manuel Monleon Burgos, Eleuterio Bausset, Armando Ramón, Valentín Urios, Pascual Roch Minué , José Sabina, Juan Renau, Luis Dubón, Jenaro Beltrán, Juan Bautista Toledo Pinazo, Juan Borras Casanova, Manuela Ballester, Antonio Ballester, Arturo Ballester, Vicente Ballester, Manuel Edo Mosquera, etcétera, buscaron por todos los medios un nuevo lenguaje plástico que separase los hábitos perspectivas tradicionales de las nuevas realidades creadas por la guerra civil. Su preocupación fue la de adoptar un lenguaje estético que tuviese una fuerte implicación con la revolución, las necesidades bélicas y la adopción de un compromiso antifascista. Los carteles llenaron las plazas y las calles de todas las ciudades y pueblos valencianos, con consignas que hacían referencia al patriotismo, al valor, al peligro fascista y que prevenían de los espías, quintacolumnistas y derrotistas.

La actividad de los cartelistas valencianos en la guerra civil fue muy importante como lo acredita la gran cantidad de obras que realizaron. Por primera vez en la historia del País Valenciano los creadores plásticos asumieron un compromiso de defensa de la II República amenazada por el fascismo y lo llevaron hasta las últimas consecuencias.

A consecuencia de su activismo artístico muchos de ellos fueron detenidos, juzgados y condenados a largos años de prisión. Otros se vieron abocados a huir de su país y establecerse en el extranjero, en Francia y en las distintas repúblicas Hispanoamericanas. Los que decidieron quedarse y no fueron detenidos por los vencedores vivieron una existencia oscura, aceptando trabajos de publicidad mal remunerados, sobreviviendo en la construcción de fallas o carrozas y en la realización de carteles de películas. La II República española auspició una de las más formidables generación de cartelistas valencianos cuya memoria histórica es preciso ir desentrañando tras más de sesenta años de permanecer oculta. Con los albores del nuevo milenio se ha iniciado el camino irreversible que hará posible la recuperación de esta pléyade de cartelistas valencianos que, sin proponérselo, cambió radicalmente por unos años la estética tradicional del arte valenciano al asumir patrones ideológicos totalmente desconocidos hasta entonces.

Publicado en Republica 70