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Después de la alambrada. El arte español en el exilio 1939-1960

Después de la alambrada. El arte español en el exilio 1939-1960, analiza, por primera vez en profundidad, los distintos exilios geográficos, sociológicos, ideológicos y estéticos que desgarraron e impregnaron el arte español del siglo XX. La exposición, comisariada por Jaime Brihuega, reúne casi doscientas obras de medio centenar de artistas que evidencian la importancia de la cultura artística del exilio y su aportación fecunda a las nuevas tierras de acogida.

 

 

 

 

Sala d'exposicions. Foto Eduardo Alapont

 

 

 

 

Después de la alambrada. El arte español en el exilio 1939-1960, analiza, por primera vez en profundidad, los distintos exilios geográficos, sociológicos, ideológicos y estéticos que desgarraron e impregnaron el arte español del siglo XX. La exposición, comisariada por Jaime Brihuega, reúne casi doscientas obras de medio centenar de artistas que evidencian la importancia de la cultura artística del exilio y su aportación fecunda a las nuevas tierras de acogida. La muestra también ahonda en las claves temáticas y formales del imaginario artístico del exilio, así como en los elementos que asociaron o disociaron el arte producido antes y después de la contienda fratricida.

 

Como el resto de nuestro acontecer histórico y cultural, el arte español del siglo XX quedó violentamente fracturado por el conflicto bélico de 1936 y su fatal desenlace, partiéndose en dos hemisferios cronológicos claramente diferenciados y separados por la guerra civil. Los efectos de tal corte se acrecentaron más aún, si cabe, como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Con ella se perturbó también el hilo conductor de la cultura artística internacional y se congeló momentáneamente el marco de referencias que había venido presidiendo la modernización de la cultura artística española durante todo el primer tercio de siglo. El aislamiento internacional de la España de la Autarquía terminó de sellar con rigor el muro de esta frontera del tiempo histórico. En medio de tales circunstancias, tras la victoria de los sublevados, muchos españoles fieles a la República se vieron forzados a abandonar el territorio nacional. Entre ellos un buen número de artistas que, por razones políticas o de asfixia cultural, debieron exiliarse y se dispersaron por varios rincones del planeta.

 

 

 

 

Sala d'exposicions. Foto Eduardo Alapont

 

 

 

 

El espacio cronológico que plantea la exposición tiene como límites simétricos los años 1939 y 1960, dos hitos claros en el proceso evolutivo del arte español. La primera fecha marca el final de la guerra civil y el comienzo del exilio mientras que la segunda señala el inicio de modernización que comenzó a manifestar el arte en la España gobernada por Franco. Sobre este segmento histórico se despliega una reflexión estética e ideológica acerca del arte del exilio español en su conjunto, abordando la naturaleza de las transformaciones experimentadas por los lenguajes visuales que los artistas transterrados llevaban como equipaje al abandonar España y ahondando en la tensión que se produjo entre la persistencia (o desvanecimiento) de la memoria del origen y su metamorfosis a partir de la irrupción del nuevo paisaje histórico, cultural y estético que supusieron los nuevos contextos.


La muestra reúne casi doscientas piezas que han sido cedidas para la ocasión por más de 70 colecciones públicas y privadas de dentro y fuera de nuestras fronteras. El conjunto de la obra expuesta -en cuya elección ha primado la excelencia artística o su intensidad semántica- articula un paradigma estético abarcable y operativo de cara a la inserción del arte del exilio en el imaginario colectivo. La restricción en el número de artistas representados obedece a la intención de huir de la minuciosidad erudita por lo que se ha seleccionado al medio centenar de nombres historiográficamente más consolidados. De ellos, se exponen no sólo algunas de las obras que realizaron durante su exilio sino también algunas de las piezas que crearon durante el periodo republicano con el objetivo de dotar al espectador de una mirada activa que le haga reflexionar sobre la mutación de los paradigmas argumentales y estéticos del arte español de los años treinta o, por el contrario, sobre el espejismo de su continuidad. La exposición ofrece, además, la posibilidad de ver por primera vez en España algunas obras de Remedios Varo, El Tiforal 1947; Julián Castedo, Moreno, Villa Nocturno 1950-1952; Alberto, Manuela Ballester, Retrato de Totli, 1949; José Bardasano, Fernández Balbuena, García Narezo, Elvira Gascón, Cristo, c. 1957; Rodríguez Luna, Maruja Mallo, Gausachs, Martín Durbán, Maternidad, 1943; Clavé, Óscar Domínguez, Feliú Elías, García Lamolla, Pérez Rubio.

 

 

 

 

Sala d'exposicions. Foto Eduardo Alapont

 

 

 

 

Las obras se han agrupado en torno a dos grandes territorios geográficos sobre los que se diseminó nuestro exilio artístico:


1 Europa: Sala Estudi General. A pesar de la ocupación nazi y de comenzar a perder luego el liderazgo como centro mundial del arte contemporáneo, París siguió representando una meca para los artistas del exilio español. Por supuesto, para los que ya habían experimentado previamente la esplendorosa vida cultural de la Ciudad Luz pero, renovadamente, para los que la abordaban por primera vez. A ello hay que añadir que, después de la liberación, París se convertiría en un verdadero santuario del antifranquismo.


Pero el caso de Francia y, fundamentalmente el de París, requiere un tratamiento especial, pues muchos artistas que no viajaron a España después de la guerra estaban ya instalados de antemano en la capital francesa y prácticamente no tenían protagonismo directo en la vida artística de la España republicana (Picasso, Julio González, Bores, Viñes, De la Serna, Dalí.). En estos casos, e independientemente de sus ideas y comportamientos políticos, no puede hablarse estrictamente de artistas transterrados. En cambio, sí hemos de considerar de alguna manera exiliados políticos a aquellos que, residiendo más o menos habitualmente en París, pero teniendo importantes vínculos con la vida cultural española, decidieron desconectarse de ella y no pisar territorio español hasta pasado largo tiempo. Por eso, sumando el transterramiento propiamente dicho y el "de facto", los artistas exiliados en Francia componen un plantel considerable: Esteban Francés, Timoteo Pérez Rubio (irá también a Suiza y a Brasil), Manuel Viola, Joan Rebull, Antonio Clavé, Baltasar Lobo, Honorio García Condoy, Feliú Elías, Óscar Domínguez, Ángel López Obrero, Antoni García Lamolla, Leandre Cristòfol (también en Marruecos), entre otros, que están presentes en este capítulo de la exposición.


Londres, por su parte, supuso una residencia fugaz para José María Ucelay y Gregorio Prieto, mientras que la Unión Soviética representó una circunstancia intensísima en la vide de Alberto, proporcionándole elementos para un diálogo entrañable entre la memoria de España y la asimilación de la nueva realidad geográfica y cultural y de Julián Castedo.


Además se ha producido para esta exposición un cortometraje cinematográfico sobre el exilio español realizado por el cineasta Joan Dolç ,así como dos collages antológicos (un audio musical y un vídeo cinematográfico) realizados respectivamente con obra compuesta por nuestros músicos y cineastas en el exilio.

 

 

 

 

Sala d'exposicions. Foto Eduardo Alapont

 

 

 

2 América: Salas Thesaurus y Martínez Guerricabeitia.


México. Fue uno de los escenarios más intensos. Con el aparatoso despliegue del muralismo y con la orientación de cuño indigenista de muchas de sus propuestas culturales, México ofrecía un clima artístico densamente pertrechado en lo ideológico. Eran señas de identidad muy visibles que, asociadas a una infraestructura cultural y artística tupida y solvente, convertían al país azteca en un escenario apto para agitadas confrontaciones de ideas y de formas. Pero también se trataba de un país permeable para ser fecundado por el voluminoso equipaje de sabiduría y creatividad que aportaba el exilio español en el campo del pensamiento, la literatura, la música, la arquitectura, el diseño gráfico y por supuesto, las artes plásticas. Este desembarco de intelectuales y creadores españoles dio lugar, a su vez, a una importante trama de plataformas culturales asociadas al exilio en un auténtico encuentro entre culturas.


Entre los artistas más importantes de este destino del exilio cuyas obras están presentes en la exposición cabe mencionar a Aurelio Arteta, Antonio Ballester, Manuela Ballester, José Bardasano, Salvador Bartolozzi, Enrique Climent, Roberto Fernández Balbuena, José García Narezo, Elvira Gascón, Ramón Gaya, José Moreno Villa, Josep Renau, Antonio Rodríguez Luna, Miguel Prieto, Arturo Souto i Remedios Varo.


El exilio en el Cono Sur americano. Es el segundo destino que congregó a más artistas dentro del exilio de ultramar, sobre todo Buenos Aires, que componía un espacio cultural dotado de mucho peso específico, donde los transterrados, sobre todo los de origen gallego, estaban dispuestos a convertirse en términos activos de diálogos fecundos. Este apartado de la exposición reúne obras de Rafael Alberti, Manuel Ángeles Ortiz, Manuel Colmeiro (que en 1948 se trasladó a París), Maruja Mallo (que también estuvo en Chile) y Luis Seoane.


Otros destinos del exilio transoceánico. El resto de los destinos de encuentro de América Central y del Sur, como Cuba, República Dominicana, Venezuela, Puerto Rico o Guatemala, supusieron escenarios de menor intensidad, tanto por sus variadas situaciones políticas y actitudes frente al exilio republicano, como por la menor solvencia de sus respectivas tramas culturales. Y, en todo caso, por el menor numero de artistas transterrados, que no llegaban a componer "colectivos de exilio", como ocurría en México o Argentina. En cambio, Nueva York se mostraba ante los ojos de los artistas exiliados como un nuevo y deslumbrante epicentro de la creación artística mundial.


Este apartado reúne obras de Eugenio Granell quien residió en Santo Domingo, Guatemala, Puerto Rico y USA; Cristóbal Ruiz, que vivió en Puerto Rico (además de pasar por París y Nueva York); Ramón Martín Durbán, residió en Venezuela; Josep Gausachs y Vela Zanetti en Santo Domingo (el segundo también en Nueva York). En Estados Unidos fijaron su residencia principal Esteban Vicente, Luis Quintanilla (en 1957 se trasladó a París) y Joan Junyer (primero había estado en Santo Domingo).

 

 

 

 

Sala d'exposicions. Foto Eduardo Alapont

 

 

 

 

Catálogo


El catálogo que acompaña a la muestra incluye textos de Jaime Brihuega (Después de la alambrada. Memoria y metamorfosis en el arte del exilio español), Joan Dolç (Los múltiples reflejos del exilio), Miguel Cabañas Bravo (De la alambrada a la mexicanidad. Andanza y cerco del arte español del exilio de 1939 en tierras aztecas), Diana B. Wechsler (Las maletas del exilio), Javier Pérez Segura (Otros horizontes del exilio español: los países del Caribe y Estados Unidos) y Concha Lomba Serrano (Tan cerca y tan lejos: Europa como refugio). El volumen se completa con estudios de diversos especialistas sobre arquitectura (Sofía Dieguez Patao), escenografía (Ana María Arias de Cossío), cine (José Luis Sánchez Noriega), música (Francesc Bodí) y publicaciones (Juan Manuel Bonet), así como con las biografías de los artistas presentes en la exposición.

 

 

 

 

Sala d'exposicions. Foto Eduardo Alapont