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El pasado 14 de abril se cumplían 30 años del falleciimiento de la filósofa y escritora francesa que rompió esquemas en favor de la igualdad.
18 de d’abril de 2016
“Cuando era niña, los libros me salvaron”, decía Simone, que desde bien pequeña siempre soñó con ser intelectual. Hoy, 30 años después de su muerte, su legado inspira a generaciones. La filósofa y escritora francesa rompió esquemas en favor de la igualdad y contagió su feminismo a través de sus libros.
Nacida en 1908 en el parisino bulevar Raspail, la autora de obras filosóficas como Para una moral de la ambigüedad, de novelas como La invitada o Los mandarines, con la que ganó en 1954 el premio Goncourt, y de libros memorialísticos como La fuerza de las cosas o Una muerte muy dulce, consagrado a su madre, halló en Jean Paul Sartre el compañero ideal para crecer vital e intelectualmente. Muchos la acusaron de excesivo apego a las ideas sartrianas, aunque la pareja jamás viviera bajo el mismo techo; sí comparten lápida en el cementerio de Montparnasse.
Cuando empezó su libro más emblemático, El segundo sexo, publicado en 1949 y hoy considerado la biblia del feminismo moderno, no anidaba aún en ella el gusanillo de la reivindicación. Devino feminista en el proceso de su redacción, y tras vender más de 20.000 ejemplares en una semana, constató la indignación que causaba entre algunos próceres y el agradecimiento que suscitaba entre las lectoras.
Siempre participó activamente de la actualidad. En su día la vimos salir a las calles a reivindicar el derecho a la contracepción y al aborto junto a las chicas del MLF, a quienes recibía en su propia casa algunos domingos.
En Memorias de una joven formal, Simonie escribía: “No, no hemos ganado la partida: en realidad desde 1950 no hemos ganado casi nada. La revolución social no alcanzará a resolver nuestros problemas. Estos problemas conciernen a un poco más de la mitad de la población: hoy los considero esenciales. Y me asombro de que la explotación de la mujer sea tan fácilmente aceptada”. Beauvoir nos dejó en 1986, y la explotación persiste, pero su obra y referente, como el de muchos y muchas otras, sigue sembrando esperanza a favor de la igualdad.