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5 iconos literarios que también fueron traductores

Mark Twain

Hojeamos las biografías de algunos de los novelistas y poetas más reputados de nuestros tiempos para descubrir sus particulares flirteos con el mundo de la traducción.

26 de d’abril de 2016

No son precisamente aisladas las historias que vinculan a fenómenos literarios con sus traductores. De vez en cuando surgen crónicas positivas, como la satisfacción de Gabriel García Márquez con la versión en inglés de Cien años de soledad realizada por Gregory Rabassa, tras años de espera; por regla general, las críticas se mantienen más tiempo en la memoria literaria que las buenas obras, anónimas.

Sin embargo, son menos comunes los autores que compatibilizaron las dos tareas. En lengua castellana es conocido el loable trabajo de Cortázar sobre la obra de Edgar Allan Poe, así como la teoría de Borges sobre la traducción literaria. Pero fuera de las fronteras del mundo hispano, ¿qué autores se dedicaron también la traducción? Repasamos aquí cinco de esas figuras.

 

  1. Boris Vian

Basta con recitar las tres palabras “Monsieur le Président” para evocar la grandeza de Vian (sin mencionar la memorable melodía de su adaptación musical). Aunque El desertor y La espuma de los días son sus obras más conocidas, Vian también trabajó como traductor varios años por necesidad económica. Se especializa en llevar al francés novelas negras americanas, aprovechando el tirón que tenía la cultura americana en Francia tras la guerra. Sus años como “traductor” (véase, ‘seudotraductor) de Vernon Sullivan se merecen una mención aparte.

 

  1. Robert Graves

El poeta y novelista inglés era un especialista en la traducción de obras históricas del latín y del griego antiguo. Sin embargo, su reinterpretación de las Rubaiyyat de Omar Khayam (como fueron recopiladas y traducidas originalmente por el poeta Edward Fitzgerald) resultó desastrosa para su reputación, al originar de un manuscrito alternativo de dudosa legitimidad.

 

  1. Vladimir Nabokov

Decir que Nabokov era partidario de la rigidez en la traducción es quedarse corto. El novelista ruso-americano llegó a afirmar que la traducción literal más torpe era “mil veces más útil que la paráfrasis más bonita”. Desconfiado, llevó él mismo sus obras escritas en inglés al ruso y vice-versa, así como su precisa aunque discutida traducción al inglés de Eugenio Onegin, de Aleksandr Pushkin.

 

  1. Charles Baudelaire

Baudelaire, como Cortázar, era un apasionado de Edgar Allan Poe, hasta el punto de que el argentino teorizó sobre si eran esencialmente la misma persona. Más allá de la constancia de que Spleen y El cuervo no procedieron de la misma pluma, sí que es cierto que el trabajo de Baudelaire es de los más fieles que se han efectuado sobre la obra del poeta estadounidense.

 

  1. Mark Twain

La última entrada de la lista es algo tramposa. La célebre rana saltarina del distrito de Calaveras, su primer éxito como escritor, fue publicada originalmente en inglés. Tras descubrir lo que consideró ser una pésima traducción al francés de esta obra, decidió “retraducir” el cuento al inglés, referenciando de forma literal la malograda versión francófona. Juntó las tres versiones en una obra titulada de la siguiente forma: “La rana saltarina: En inglés, luego en francés, y luego recuperada una vez más para una lengua civilizada merced a una labor paciente y no remunerada”. Adjuntamos la versión original, por si acaso.