La fascinación del ser humano por representar la noche desde los primeros tiempos de la fotografía le ha llevado a enfrentarse a todo tipo de obstáculos. Los largos tiempos de exposición requeridos permitían que sucediera lo inesperado: efectos de luz, barridos provocados por los faros de algún vehículo ocasional, figuras distorsionadas... Todo ello, unido a esa mágica complicidad entre la noche y la soledad, hacía de la fotografía nocturna algo diferente.
El desarrollo del alumbrado en las grandes ciudades a finales del XIX permite a los fotógrafos adentrarse en la oscuridad de sus calles. Londres, París o Nueva York iban a ser fotografiadas a la luz azul y amarillenta de los faroles de gas. Los fotógrafos se transformaron así en guardianes de la noche, testigos privilegiados de encuentros furtivos que presenciaban tras su cámara. En ocasiones, sus movimientos resultaban sospechosos. Preparando la serie de fotografías London by Gaslight (1896), Paul Martin llegó a ser interrogado por un policía en las calles de Londres cuando manipulaba su cámara… Desde Nueva York, Alfred Stieglitz lograba reducir el tiempo de exposición a cincuenta y ocho segundos.
Ayudados por el flash de magnesio, los fotógrafos se van interesando por la fotografía como documento social. De la Nueva York de 1888 son las fotografías realizadas por Jacob August Riis sobre la vida en los suburbios –How the Other Half Lives (Cómo vive la otra mitad)– publicadas primero en el Evening Sun. La noche y sus habitantes eran ya noticia.
En España la fotografía nocturna no se hace esperar. Ya en 1895 la revista Blanco y Negro crea una sección titulada “Madrid de noche”. La Puerta del Sol, escenario a la vanguardia en los nuevos sistemas de alumbrado, se convertía en un importante foco de animación y la noche, en un nuevo espacio a conquistar…
Nocturnes. Mentre la ciutat dorm es un homenaje a la vida nocturna en las principales ciudades de España de la primera mitad del siglo XX. Una invitación a recorrer sus calles y adentrarse en sus tabernas, cafés, cines o teatros gracias a las fotografías que nuestros reporteros tan hábilmente supieron captar a la luz del magnesio.
La presente exposición es también una apología de la luz en la noche y la evolución de su alumbrado; el testimonio gráfico de una conquista: la ciudad nocturna, hasta entonces reservada a unos pocos noctámbulos, artistas y “gentes de mal vivir”.
Los autores que firman las fotografías se remontan a los primeros maestros del fotoperiodismo como Alfonso, Cortés y Santos Yubero en Madrid; Brangulí, Gaspar, Sagarra y Torrents en Barcelona; Pacheco en Vigo… o el fotógrafo y editor Lucien Roisin, que recorrió con su cámara toda la geografía española. Gracias a sus instantáneas conoceremos también el trabajo de las personas encargadas de mantener en funcionamiento la maquinaria de la gran ciudad en la noche: los conductores de los últimos tranvías, obreros de la construcción, camareras, faroleros y serenos.
Los juegos de luz y agua de las exposiciones universales darán paso a los años treinta y los tiempos de la Segunda República, con la decidida aparición de las mujeres en la noche –mecanógrafas y universitarias en su mayoría– y los reportajes gráficos de claro contenido social. Los daños producidos por la guerra civil y la falta de medios provocan que el alumbrado público no se recupere. Habrá que esperar hasta la década de los cincuenta para asistir a la llegada de la nueva luz de la modernidad y aguardar, con fotógrafos de la talla de Portillo, Henece o Català-Roca, la llegada de un nuevo amanecer.
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