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Chikungunya. Transmisión, diagnóstico y prevención

  • 20 junio de 2016
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La fiebre chikungunya es una enfermedad vírica transmitida por mosquitos infectados que se descubrió por primera vez durante un brote en el sur de Tanzania en 1952. Se trata de un virus ARN del género alfavirus, familia Togaviridae. “Chikungunya” es una voz del idioma Kimakonde, hablado en zonas de Tanzania y el norte de Mozambique que significa “doblarse”, en alusión al aspecto encorvado de los pacientes debido a los dolores articulares.

Además de estos dolores articulares propios de la sintomatología de la enfermedad, el virus produce fiebre, dolores musculares, de cabeza, náuseas, cansancio y erupciones cutáneas. Ciertos síntomas del chikungunya son iguales a los del dengue, con lo que ambas enfermedades se pueden confundir, en mayor medida allí donde el dengue es frecuente.

La mayoría de los enfermos se recuperan completamente, a pesar de que en algunos casos los dolores articulares pueden durar meses o incluso años. Ocasionalmente se han descrito casos con complicaciones oculares, neurológicas y cardiacas o acompañados de molestias gastrointestinales. Las complicaciones graves no son frecuentes, pero en el caso de las personas mayores es más factible que la enfermedad acabe siendo mortal.

La fiebre chikungunya se ha detectado hasta ahora en más de sesenta países, y está presente sobretodo en África, Asia y el subcontinente indio, aunque en las últimas décadas los vectores de la enfermedad han llegado también a los continentes europeo y americano. De hecho, en 2007 se notificó la primera transmisión de la enfermedad en Europa, concretamente en un brote que se registró en el nordeste de Italia.

La enfermedad es incurable, ya que hasta el momento no existe ningún antivírico específico para tratarla y el tratamiento consiste principalmente en aliviar los síntomas, entre ellos el dolor articular, con antipiréticos, analgésicos óptimos y líquidos.

Uno de los factores de riesgo importante es la proximidad de las viviendas a lugares de cría de los mosquitos, ya que el virus se transmite por la picadura de mosquitos hembra de las especies Aedes aegypti y Aedes albopictus, que también pueden transmitir otros virus, entre ellos el del dengue. Ambos suelen picar durante el día, con picos de actividad al principio de la mañana y al final de la tarde. Suelen picar al aire libre, pero Ae. aegypti también puede hacerlo en ambientes interiores.

Acerca de los vectores

Mientras que Ae. aegypti está confinado a las zonas tropicales y subtropicales, Ae. albopictus también está presente en regiones templadas, e incluso templadas-frías. En comparación con Ae. aegypti, la especie Ae. albopictus prospera en una variedad más amplia de acumulaciones de agua, tales como cáscaras de coco, vainas de cacao, tocones de bambú, huecos de árboles y charcos en rocas.

¿Cómo se diagnostica?

Los primeros síntomas suelen aparecer entre 4 y 8 días después de la picadura del mosquito infectado, aunque realmente el intervalo puede oscilar entre 2 y 12 días.

Existen varios métodos para establecer el diagnóstico del chikungunya. Las pruebas serológicas, como la inmunoadsorción enzimática (ELISA), pueden confirmar la presencia de anticuerpos IgM e IgG contra el virus chikungunya. Las mayores concentraciones de IgM se registran entre 3 y 5 semanas después de la aparición de la enfermedad, y persisten alrededor de dos meses.

Hay que tener en cuenta que el virus puede aislarse en la sangre en los primeros días de la infección. Existen diversos métodos de reacción en cadena de la polimerasa con retrotranscriptasa (RCP-RT), pero su sensibilidad es variable. Los productos de RCP-RT de las muestras clínicas también pueden utilizarse en la genotipificación del virus, permitiendo comparar muestras de virus de diferentes procedencias geográficas.

Vías de prevención

La proximidad de las viviendas a los lugares de cría de los mosquitos vectores es un importante factor de riesgo para el contagio de la fiebre chikungunya y otras enfermedades y, por tanto, según las directrices de la OMS, la prevención y el control deben basarse principalmente en la reducción de la presencia de depósitos de agua naturales y artificiales que puedan servir de criadero de los mosquitos.

Una vez detectado el brote, es conveniente recurrir a la aplicación de insecticidas, ya sea por vaporización o sobre las superficies de los depósitos donde se posan los mosquitos. También se pueden utilizar para tratar el agua de los depósitos a fin de matar las larvas inmaduras.

Como protección durante los brotes, la OMS recomienda llevar ropa para reducir al mínimo la exposición de la piel a los vectores y aplicar repelentes a la piel o a la ropa, respetando estrictamente las instrucciones de uso del producto. Los repelentes deben contener DEET (N, N-dietil-3-metilbenzamida), IR3535 (etiléster de ácido 3-[N-acetil-N-butil]-aminopropiónico) o icaridina (2-(2-hidroxietil)-1-metilpropiléster de ácido 1-piperidinocarboxílico). Para los potenciales enfermos que duerman de día, sobre todo niños pequeños, enfermos y ancianos, los mosquiteros tratados con insecticidas son una buena solución.

Por su parte, las personas que viajen a zonas de riesgo deben adoptar precauciones básicas, como el uso de repelentes, pantalones largos y camisas de manga larga, o la instalación de mosquiteros en las ventanas.