El cine danés
atraviesa en este momento un período de prosperidad, reconocimiento
internacional y auge nacional. En 1987 Gabriel
Axel y El
festín de Babette, su adaptación de la novela
de Karen
Blixen, hicieron que el cine danés irrumpiera en la
escena mundial con un Oscar; un año más tarde Bille
August los emulaba con Pelle
el Conquistador (1987), basada en la novela de Martin
Andersen Nexø. Sin embargo, la auténtica fama del
cine danés, y nórdico en general, llegó con
Las
mejores intenciones (1991), versión cinematográfica
de las memorias de Ingmar Bergman realizada por Bille August que
en 1992 conquistó la Palma de Oro en el festival de Cannes.
Desde finales de la década de los noventa la internacionalización
del cine danés ha continuado de la mano del movimiento
Dogma y de nombres como Lars
von Trier, Thomas Vinterberg, Søren Kragh-Jacobsen
y Lone Scherfig a través de una serie de prestigiosos premios
internacionales y de una creciente exportación cinematográfica.
El estilo nervioso y desprovisto de artificios técnicos
de los cineastas del Dogma ha generado un nuevo realismo y una
frescura en situaciones y personajes con los que el público
ha vuelto a sentirse identificado después de mucho tiempo
Cuestionada por muchos, pero sobradamente respaldada en la taquilla
y en las publicaciones de cine, lo cierto es que Dogma 95 ha sido
el único movimiento estético que ha aportado algo
de renovación dentro del panorama europeo de los últimos
años. Sin embargo, no todo el cine danés se reduce
a este movimiento que ha llegado a las puertas del mismo Hollywood
como la última película de Thomas Vinterberg, Todo por amor
(2002) sino que conviven con directores de la talla de Nils
Malmros, uno de los autores más representativos
del cine danés actual
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