Durante los últimos años se ha intensificado la ocurrencia de fenómenos meteorológicos extremos provocando importantes pérdidas materiales e, incluso de vidas humanas, y alterando de forma significativa el funcionamiento de la comunidad y el territorio. Estos eventos ponen de manifiesto las vulnerabilidades existentes en los sistemas sociales, económicos y ambientales, y evidencian la necesidad de revisar y fortalecer los mecanismos de prevención, respuesta y recuperación ante estos fenómenos. Generalmente, cuando estos acontecimientos tienen lugar, nos referimos a ellos como desastres naturales. Sin embargo, es importante matizar que un desastre no corresponde al evento físico en sí (como una inundación o una Depresión Aislada en Niveles Altos - DANA), sino a las consecuencias que dicho evento genera sobre una población o espacio territorial. Por lo tanto, ante los fenómenos meteorológicos extremos podemos hablar de riesgo de desastre, que no es el desastre en sí sino la probabilidad de que éste ocurra. El concepto de “riesgo” es el resultado de la combinación de tres factores: peligro, exposición y vulnerabilidad.