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¿Para qué hacemos actividades de expresión oral en pareja?

  • 29 noviembre de 2022

Con frecuencia los alumnos desconfían de que las actividades en pareja o en grupos de tres sean realmente útiles porque el profesor no puede controlar durante toda la conversación los errores gramaticales o las carencias de vocabulario de cada grupo.

Hay que enfrentarse a esta situación sabiendo que el profesor está actuando encubiertamente, en absoluto desvinculándose de su función. Cada docente tiene un sistema para recopilar todos los errores que el grupo va cometiendo, mientras se funde más o menos con el alumnado, y repasarlos posteriormente. Veremos que en algunos casos está en silencio y apunta sin llamar demasiado la atención o que se une a las parejas y participa en la conversación (muy probablemente para insistir en palabras nuevas o estructuras que se están explicando en ese momento), incluso puede pasar, si el fallo es muy relevante, que corrija sobre la marcha. En general esto no será muy frecuente dado que, en este tipo de actividad, la corrección no es totalmente el objetivo.

¿Qué se pretende entonces? Hacer desaparecer la presión que la mirada del profesor ejerce sobre el alumno cuando se realiza una práctica. Ya es suficientemente difícil no romper el hilo de la argumentación que estamos tejiendo, añadir contenidos y tener en cuenta al compañero como para, encima, sentir que el profesor escruta cada una de las palabras que decimos.

Un número excesivo de correcciones, lejos de ayudar, corre el riesgo de hacer olvidar al hablante la razón de la comunicación e, incluso peor, hacerle pensar que no es capaz de llevarlo a cabo con éxito y cohibirlo hasta hacerle desistir en los peores casos.

 

Para ser capaz de elaborar un monólogo o realizar una interacción con eficacia hace falta haber adquirido una cierta fluidez que viene dada por la confianza. Es muy común que el alumno se haya enfrentado previamente a estructuras que no domina como para utilizar porque no ha dedicado el suficiente tiempo a practicarlas fuera de un ejercicio de completar frases. Es necesario enfrentarse a la improvisación y la imprevisibilidad del compañero y, aunque parezca contradictorio, no tener la presencia y la mirada del profesor tan directa puede ser beneficioso. Con seguridad, insistimos, el profesor está tomando nota, mental o física, de algunas carencias, pero, sobre todo, el alumno está comprobando que lo que ha aprendido es útil, que es capaz de comunicarse y, si no, dónde está el fallo o la inseguridad para buscar luego una solución. El profesor será siempre más eficaz si es el alumno el que pregunta que si es el/ella la que previene fallos.

Tener confianza suena muy básico y parece un tópico irrelevante, pero cualquier alumno de cursos iniciales, o más avanzados a los que se les pide una competencia formal específica, sabe que básico no significa fácil.

Por otro lado, hay alumnos que necesitan reforzarla más que otros.

Suele ocurrir en todos los grupos que hay uno o dos alumnos que naturalmente adoptan el rol de portavoces. Esto es útil para que la clase fluya y para ellos mismos puesto que aprovechan al máximo las opciones para interactuar. Sin embargo, simultáneamente hay estudiantes más introvertidos, o que simplemente se sienten menos seguros en ese momento, que no tienen tiempo para reunir las suficientes fuerzas como para intervenir y no se enfrentan a la situación. Esto no es importante si ocurre esporádicamente, pero sistemáticamente puede desembocar en una especie de reparto de roles en el que los menos seguros adoptan el de pasivos para el resto del curso. Si esto se da, romper la inercia es todavía más complicado porque, además, la diferencia entre ambos grupos se va acrecentando y empeora su propia percepción de sí mismos.

Todo lo que el profesor ha planeado hacer en el aula tiene alguna función, aunque no siempre quede claro a primera vista.