
- Un artículo publicado en la revista ‘Addiction’, demuestra que a través del análisis de aguas residuales es posible identificar nuevas tendencias de abuso con una celeridad mayor con la que lo hacen las metodologías tradicionales.
- Los patrones temporales de consumo de drogas muestran las grandes diferencias que existen en el uso de sustancias psicoactivas entre los distintos países europeos.
Un estudio en el que ha participado Yolanda Picó, investigadora del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE), centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universitat de València y la Generalitat Valenciana, demuestra el potencial del análisis de las aguas residuales con fines epidemiológicos. Esta disciplina científica de reciente desarrollo presenta el potencial de monitorizar el uso de drogas de abuso a nivel poblacional y en tiempo prácticamente real. Mediante el análisis del agua de entrada de una estación depuradora de aguas residuales (EDAR), y a partir de la concentración de la propia sustancia y/o de los metabolitos que se excretan por orina, se puede estimar la cantidad de droga consumida por la población.
Esta metodología se aplicó por primera vez a nivel internacional en el 2011 y, desde entonces, el grupo internacional de científicos SCORE (Sewage analysis CORe group Europe, www.score-network.eu) ha realizado análisis y recopilado datos de un número creciente de ciudades año tras año. Los resultados de las campañas de monitorización llevadas a cabo entre el 2011 y el 2017 se acaban de publicar en la prestigiosa revista Addiction, en un artículo liderado por la doctora Iria González Mariño, investigadora y profesora del Departamento de Química Analítica, Nutrición y Bromatología de la Universidad de Salamanca. En total, el estudio ha analizado el agua residual generada por ca. 60 millones de personas de 120 ciudades en 37 países durante al menos una semana, lo que ha permitido evaluar las tendencias espaciales de uso de cuatro sustancias ilegales: anfetamina, metanfetamina, éxtasis y cocaína. Además, 26 ciudades de 14 países europeos (unos 19.3 millones de personas aproximadamente) participan en el estudio desde el 2011, proporcionando datos anuales que han contribuido a discernir patrones temporales de consumo de drogas.
Los resultados confirman las grandes diferencias que existen en el uso de sustancias psicoactivas entre los distintos países europeos. La cocaína es la droga dominante en las ciudades del sur y oeste del continente (en Suiza, Italia, Francia, España o Reino Unido), y su consumo ha experimentado un aumento remarcable en la mayor parte de las localidades monitorizadas durante el período 2011-2017. En Bélgica y Países Bajos se observa un importante consumo de cocaína y anfetamina, una sustancia cuya popularidad se ha incrementado en estos países y también en el norte de Europa. El consumo de metanfetamina, aunque menor que el de las otras cuatro sustancias estimulantes consideradas, es especialmente elevado en países del este (en Eslovaquia, República Checa y este de Alemania) y está expandiéndose al norte y al centro de Europa. El éxtasis, sin llegar a dominar ningún escenario dentro del consumo de sustancias de abuso, ha experimentado un aumento a lo largo del período estudiado. A diferencia de lo que ocurre en Europa, el consumo de metanfetamina domina en las ciudades monitorizadas en América del Norte (Estados Unidos y Canadá) y Australasia (Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur), con niveles medios que superan con creces los estimados en Europa del este. En América del Sur (Colombia y Martinica), la cocaína vuelve a ser la sustancia dominante.
La correspondencia entre los datos de consumo de drogas de abuso derivados del análisis de aguas residuales y los obtenidos mediante otros indicadores epidemiológicos establecidos, como las encuestas a la población o las estadísticas de decomisos, demuestran el potencial de esta metodología como indicador complementario en las estimaciones de consumo de sustancias psicoactivas. El análisis de aguas residuales proporciona resultados a nivel poblacional y casi en tiempo real, lo que permite identificar nuevas tendencias de abuso con una celeridad mayor con la que lo hacen las metodologías tradicionales.
Iria González‐Mariño, Jose Antonio Baz‐Lomba, Nikiforos A. Alygizakis, Maria Jesús Andrés‐Costa, Richard Bade, Leon P. Barron, Frederic Been, Jean‐Daniel Berset, Lubertus Bijlsma, Igor Bodík, Asher Brenner, Andreas L. Brock, Daniel A. Burgard, Erika Castrignanò, Christophoros E. Christophoridis, Adrian Covaci, Pim de Voogt, Damien A. Devault, Mário J. Dias, Erik Emke, Despo Fatta‐Kassinos, Ganna Fedorova, Konstantinos Fytianos, Cobus Gerber, Roman Grabic, Stefan Grüner, Teemu Gunnar, Evroula Hapeshi, Ester Heath, Björn Helm, Félix Hernández, Aino Kankaanpaa, Sara Karolak, Barbara Kasprzyk‐Hordern, Ivona Krizman‐Matasic, Foon Yin Lai, Wojciech Lechowicz, Alvaro Lopes, Miren López de Alda, Ester López‐García, Arndís S. C. Löve, Nicola Mastroianni, Gillian L. McEneff, Rosa Montes, Kelly Munro, Thomas Nefau, Herbert Oberacher, Jake W. O'Brien, Kristin Olafsdottir, Yolanda Picó, Benedek G. Plósz, Fabio Polesel, Cristina Postigo, José Benito Quintana, Pedram Ramin, Malcolm J. Reid, Jack Rice, Rosario Rodil, Ivan Senta, Susana M. Simões, Maja M. Sremacki, Katarzyna Styszko, Senka Terzic, Nikolaos S. Thomaidis, Kevin V. Thomas, Ben J. Tscharke, Alexander L. N. van Nuijs, Viviane Yargeau, Ettore Zuccato, Sara Castiglioni, Christoph Ort. Addiction. DOI: 10.1111/add.14767
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