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Julia González Alonso es especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública.

Ha sido directora del Observatorio Español sobre Drogas, responsable del Sistema Estatal de Información Permanente sobre Adicciones a Drogas; Jefa del Servicio de Bienestar Social de la Junta de Castilla y León; Jefa del Servicio de Registros Sanitarios de la Subdirección General de Promoción de la Salud y Epidemiología.

Ha participado en la elaboración de Leyes Orgánicas. Consejera Técnica Dirección General de Salud Pública y Sanidad Exterior. Colabora con la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Ministerio de Sanidad y Política Social.

En su intervención nos planteó diferentes reflexiones a tener presente en el mundo complejo que tenemos con las drogas. Señaló que aunque cada cultura tiene su droga de elección, en la actualidad el manejo de las nuevas tecnologías ha cambiado de manera sensible el panorama del consumo de sustancias de abuso. El acceso a internet es general y la oferta que se puede realizar a través de este medio, se incrusta en el mundo de las toxicomanías. Así a la adicción a sustancias químicas se une ya la adicción sin sustancias, como juego, sexo, nuevas tecnologías.

Estamos en un momento en el que se ha cambiado el planteamiento en la lucha contra la adicción, donde se intenta no ya eliminar el consumo sino más bien reducir el riesgo y el daño.

Reflexionar sobre todo ha planteado que la adicción en el siglo XXI es un problema de salud pública y no de orden público. La reflexión del tratamiento social que se realiza del consumo de drogas pone de relieve que no se debe normalizar el consumo, regulando los lugares en los que se consume con un determinado patrón, como es el consumo de borrachera. Igualmente, hay que considerar el cambio en el consumo de las drogas que se está produciendo, así en el consumo de alcohol se ha pasado de “me he emborracho porque he bebido” a “voy a beber para emborracharme” que está indicando un patrón de consumo en los países mediterráneos diferente al que se realizaba en el siglo pasado, un patrón más cercano al patrón de consumo de los países nórdicos.

Reflexionando sobre todo esto, se llega a observar que también se van produciendo cambios en los riesgos asociados al consumo: prácticas sexuales, violencia, agresión, percepción del riesgo y cambios en las normas y regulaciones sociales del consumo. 

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