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Las desigualdades económicas y el acceso a la sanidad

acceso sanidad

El acceso a la sanidad todavía presenta numerosas barreras para muchas personas en diversos países del mundo. Las diferencias económicas configuran las posibilidades de las familias para acceder a servicios sanitarios básicos y de calidad.

29 de febrero de 2016

La cobertura sanitaria básica como la atención a embarazadas, la prevención de enfermedades como el tétano o el tratamiento adecuado de infecciones tan extendidas y conocidas mundialmente como la tuberculosis o la difteria todavía sigue siendo algo que está fuera del alcance de muchas personas en gran parte del mundo. Mientras en muchas zonas la vacuna para el tétano está consolidada y concebida socialmente como un ritual para recién nacidos, en países con peor situaciones económicas no se facilita este servicio, perpetuando las desigualdades entre países con altos ingresos y estados con ingresos bajos o medios. Un informe de La Organización Mundial de la Salud y el Banco Mundial indica que hasta 400 millones de personas no tienen acceso a servicios sanitarios esenciales y un 6% de la población mundial se acerca a la pobreza extrema por el gasto en sanidad al que realizan.

El estudio se basa en ocho indicadores distintos para evaluar el nivel de acceso a la sanidad en las regiones de los países analizados y han sido elegidos por su relación con las intervenciones sanitarias de las que cualquier persona debería beneficiarse como por ejemplo la planificación familiar, la atención a recién nacidos, la inmunización infantil de enfermedades como el tétano o la difteria o el tratamiento de enfermedades infecciosas como la tuberculosis. Además, también se tienen en cuenta factores de fuera del sector sanitario, pero que son determinantes para la salud como puede ser el acceso a agua potable.

La diferencia de porcentajes de estos indicadores que hacen referencia a los servicios sanitarios prestados continúa siendo muy grande entre países desarrollados y estados con ingresos medios o bajos. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) asegura que los países desarrollados cubren casi todos los servicios sanitarios esenciales mientras que en el África Subsahariana va muy por detrás en las prestaciones básicas. Un ejemplo es el indicador de atención reproductiva y de recién nacidos. En los países ricos la cobertura media de seguimiento prenatal de al menos cuatro visitas médicas se cumple hasta en el 83% de las embarazadas, en cambio este porcentaje no llega al 50% en algunos de los 37 países en desarrollo o subdesarrollados que se han analizado en el estudio.

La inversión en servicios sanitarios realizados directamente por los ciudadanos alcanzó el 32% del gasto en sanidad en 2013, una cifra que no tiene en cuenta la financiación por parte del estado que puede variar según las políticas económicas de cada país. A partir de un 25% de gasto en sanidad por hogar supone un dispendio elevado, llamado "catastrófico" en el estudio. Esta cifra empuja a un total del 6% de la población a superar el umbral de pobreza al no poder hacer frente a los demás gastos debido al desembolso en servicios sanitarios. 

SOLUCIONES

La mejora de la salud y el acceso de la sanidad es uno de los principales retos establecidos por la cumbre del Desarrollo Sostenible celebrada en 2015 a cargo de las Naciones Unidas. Entre la lista de 17 problemas mundiales como el hambre, la pobreza o el cambio climático, las mejoras en sanidad se establecen como el tercer objetivo más importante que se debe solucionar en un plazo de 14 años. 

Para revertir la situación en los países que sufren desigualdades económicas y no pueden acceder a la sanidad se requieren cambios en los sistemas sanitarios y en la forma de proporcionar estos servicios. El Instituto McKinsey estima en un estudio reciente que se pueden conseguir notables mejoras reduciendo costes en la cadena de suministros de servicios sanitarios y medicamentos. Según el informe, un 25% de los gastos farmacéuticos se desprenden de las cadenas de suministro y más del 40% de los dispositivos médicos. Todo esto supone un gasto de hasta 352.000 millones de dólares, una cifra que podría descender hasta 130.000 millones con las siguientes medidas que sugiere el instituto estadounidense: 

  • Una mejor segmentación de productos, mercados y clientes.
  • Mayor agilidad, para reducir costes y aumentar la flexibilidad.
  • La medición continua y la evaluación comparativa.
  • La alineación con los estándares globales.
  • La colaboración en toda la cadena de valor de la salud.