Lobo ibérico (Canis lupus signatus Cabrera, 1907) MUVHNZJ0328. Colección Padre Ignacio Sala S.J. Depositado en el M[UV]HN.

Los lobos (Canis lupus) siempre han suscitado interés y han generado sentimientos encontrados en la cultura popular. Por un lado, nos recuerdan a nuestros fieles compañeros, los perros. Por otro lado, las historias populares los han estigmatizado, mostrándolos como un enemigo en la sombra, acechando y esperando para atacar y matar una presa fácil; todos conocemos cómo acaba el cuento de Caperucita…y qué le pasó a Pedro con el lobo.

Pero lejos de estas ideas, el lobo es un animal inteligente que vive en manadas de entre cinco y diez individuos, donde se impone con frecuencia un estricto y bien definido orden jerárquico. Encontramos un macho y una hembra alfa que dominan a los demás miembros de la manada y que acostumbran a ser su propia descendencia. Todos cooperan para defender el territorio y criar a los lobeznos, aunque la dominancia es exclusiva de la pareja reproductora. Pese a ello, algunos grupos son más laxos que otros. La comunicación corporal es muy importante entre ellos. De esta forma, el macho dominante se impone de forma usual al grupo manteniéndose erguido con la cola y orejas levantadas. El lobo es un animal adaptable a diversos biotopos, pudiendo ocupar desde la tundra hasta los bosques de llanura y montaña. Carnívoro por excelencia, se alimenta desde pequeños roedores a grandes ungulados como los ciervos (Cervus elaphus). Aunque no es raro que ocasionalmente compita con las aves carroñeras por los restos de animales, así como consumir en determinadas estaciones bayas silvestres.

En concreto, este ejemplar es un lobo ibérico perteneciente a la subespecie Canis lupus signatus, endémica del territorio de la Península Ibérica. Esta subespecie fue descrita por Ángel Cabrera en 1907, aunque su proximidad filogenética con el lobo europeo hace que algunos taxónomos la incluyan dentro de la subespecie nominal C. l. lupus. “Signatus” significa “señalado” o “marcado” en latín, haciendo referencia a las marcas blancas de los belfos (bigoteras) y las líneas verticales oscuras que recorren su frente, patas, cola y cruz. Esta subespecie presenta individuos de tamaño medio, respecto al resto de subespecies existentes; no es de los más grandes que podemos encontrar. El lobo ibérico, además, se encuentra dentro del grupo de los “lobos pardos”, junto con otras subespecies.

En la imagen podemos ver uno de los últimos lobos que poblaron el Sistema Ibérico meridional, en la provincia de Teruel abatido en el año 1925. En España siempre ha sido el antagonista en la noche, aunque ya son varias las décadas en las que no se han dado ataques por parte de estos a los humanos. Esto no ha impedido que se hayan cazado en número hasta menguar drásticamente sus poblaciones. Sin embargo, en el año 2021 el Gobierno español dio un paso crucial para la conservación del lobo ibérico al declararlo especie no cinegética en el conjunto del territorio nacional, según la orden del Ministerio para la Transición Ecológica publicado en el BOE, quedando incluido dentro del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (Real Decreto 139/2011) no sin estar exento de polémica.

Pese a ello, nosotros deseamos una larga y plena vida al lobo ibérico.