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Conferencia Plenaria de Carsten Reinhardt en el 14 ICHC (13 de junio 2025)

  • July 30th, 2025
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El pasado mes de junio, tuvo lugar la celebración de la 14th International Conference for the History of Chemistry,, cuya temática, Chemistry and Capitalism, dio pie a un intenso programa de sesiones en torno a la circulación de sustancias tóxicas, la estandarización técnica, la imagen pública de la ciencia o el papel político de la química en contextos autoritarios. En este marco, la última de las ponencias plenarias corrió a cargo del reconocido historiador Carsten Reinhardt, profesor de la Universidad de Bielefeld especializado en las relaciones entre ciencia aplicada, tecnología e instituciones estatales. Su conferencia, titulada Executive Science: Governmental Research in Germany, 1933 to 1945, sirvió también como discurso de aceptación del prestigioso Morris Award, premio otorgado por la Society for the History of Alchemy and Chemistry en reconocimiento a su extensa trayectoria investigadora.

            Reinhart reflexionó acerca del papel de las agencias científicas del Tercer Reich alemán integradas en la rama ejecutiva del poder estatal. Comenzó reconociendo la influencia del historiador Peter Morris, cuyo trabajo sobre el programa estadounidense de caucho sintético durante la Segunda Guerra Mundial —un caso paradigmático de instrumentalización tecnológica promovida desde el Estado— le sirvió como referente para plantear la cuestión central de su conferencia: ¿puede considerarse la química como una ciencia de la autosuficiencia (self-sufficiency)? Su papel en el análisis y síntesis de sustancias la convierte, en determinados momentos, en una disciplina clave para la gestión estatal de la escasez y la planificación estratégica. Así, a partir de un proyecto recientemente finalizado, Reinhart formula el concepto de “ciencia ejecutiva” (executive science), para describir una forma extrema de ciencia reguladora, plenamente integrada en la estructura del poder estatal con funciones administrativas, técnicas e incluso coercitivas.

El contexto de aplicación de este modelo fue la Alemania nazi, que no era un aparato desorganizado y caótico, como solía interpretarse hasta la historiografía de la década de 1980. Reinhardt subrayó que el régimen nacionalsocialista desarrolló un sistema estatal altamente eficiente en la articulación entre sus diferentes ramas ejecutivas: partido, departamentos técnicos, fuerzas armadas, SS y agencias civiles. Siguiendo a su colega Whitaker Hartman, definió esta estructura como un “nuevo Estado” (neuer Staat), caracterizado por una doble forma de autorización: legal —ediante decretos y leyes como la Measures and Waste Act o el Imperial Oil Deposit Act, y personal —a través de individuos designados directamente por los nazis. Esto concentró la autoridad en ciertas agencias clave, donde la ciencia pasó a tener funciones administrativas y decisorias. A esto se sumaba un segundo factor fundamental: la dimensión geopolítica. El bloqueo británico durante la Primera Guerra Mundial había revelado la vulnerabilidad alemana en cuanto a importaciones estratégicas, y el régimen nacionalsocialista extrajo de esa experiencia una valiosa lección: la preparación para la guerra requería asegurar el autoabastecimiento. Las agencias científicas que Reinhardt analizó —químicas, geológicas, materiales— fueron parte central de esa estrategia, orientada simultáneamente a la sustitución de recursos y a la acción militar directa.

Entre los casos presentados, destacaron el Instituto Imperial de Química (Reichsinstitut für Chemie), encargado de tareas como la formulación de explosivos alternativos (en particular, la pentrita como sustituto del TNT) y la normalización de procesos químicos en el sector militar e industrial. La Oficina de Ensayos de Materiales (Staatliches Materialprüfungsamt) también tuvo un papel fundamental en la evaluación de nuevos materiales como el caucho sintético, crucial ante el bloqueo del caucho natural. Un tercer ejemplo especialmente revelador fue el del Instituto Geológico, encargado de explorar, cartografiar y controlar recursos minerales estratégicos, particularmente petróleo.

Quizá el aspecto más sugerente de la conferencia fue la invitación a los asistentes a reflexionar en torno a la persistencia o transformación del modelo de “ciencia ejecutiva” tras 1945. Si bien la caída del régimen nazi supuso la disolución de muchas de estas agencias, Reinhardt se preguntó si gran parte de sus elementos estructurales habrían sobrevivido, en formas modificadas, durante la reconstrucción de la República Federal Alemana. La tecnocratización de la toma de decisiones o la creciente implicación de expertos en la gobernanza posbélica pueden entenderse, de cierto modo, como herencias del régimen anterior. Reinhart incluso abrió la puerta a establecer comparaciones con el presente, aludiendo a fenómenos contemporáneos como la elaboración de agendas tecnológicas en cuestiones de sostenibilidad ambiental o seguridad estratégica. ¿Hasta qué punto las actuales agencias reguladoras, nacionales o supranacionales, replican lógicas de control propias de esa ciencia ejecutiva?

La ponencia plenaria representó un excelente cierre del congreso, combinando el tono solemne con apelaciones distendidas para amenizar la rica exposición, una minuciosa documentación y un esfuerzo explícito por no caer en el determinismo tecnológico ni en la demonización simplista. A una auténtica lección sobre el pasado alemán se sumó el incentivo para repensar críticamente el papel de la ciencia en las lógicas contemporáneas del poder.

Patricia Nájera, estudiante colaboradora en el 14 ICHC