
Cualquier persona puede comprender que la lengua no es algo estático ni, mucho menos, algo inerte. La lengua está viva, crece, evoluciona y se adapta a las necesidades de comunicación que las personas vamos creando según evoluciona (o involuciona) nuestro mundo, de ahí que, consideremos que la lengua pertenece a todos los hablantes que la usamos para expresarnos mediante ella.
El problema viene cuando la evolución se produce no porque nuestra cultura o sociedad incorpore nuevos conceptos a la vida humana, en muchos casos ya existentes, pero escondidos o censurados, si no cuando una palabra incorrecta en su origen se expande por la comunidad lingüística, y empiezan a surgir dudas como: ¿Se dice así o asín? ¿Destender no es un verbo? ¿Mañana comemos croquetas o cocretas?
Es habitual encontrar falsas leyendas sobre palabras que la RAE admite como correctas cada año, este es el caso del almóndigas. Lo cierto es que no ha sido admitida recientemente, sino que está presente en el corpus del diccionario académico desde 1726. En la actualidad, podemos encontrarla como un vocablo vulgar, por tanto, aunque encontremos esta entrada en el corpus lingüístico, lo correcto es utilizar la palabra albóndiga para referirnos a esas bolitas de carne tan deliciosas propias de nuestra gastronomía.
Otro caso curioso es el del vocablo cocretas, sinceramente, no conozco una palabra “incorrecta” más extendida que esta. La escuchamos en la tele, a nuestros conocidos, muy probablemente a algún miembro de la familia, pero, sin embargo, no hay ni rastro de ella en el Diccionario Académico, y mi pregunta es ¿por qué?
¿Cuál es el criterio que los académicos siguen para incorporar nuevas palabras al diccionario? En principio, el criterio básico para que una palabra pueda incorporarse o registrarse en el Diccionario de la RAE es su uso, entonces, ¿cocreta no debería ser una palabra admitida como correcta en la actualidad?
Por otro lado, sí podemos encontrar algunas palabras que son frecuentemente utilizadas en el ámbito coloquial como son friki, referido a una persona extravagante, rara u obsesionada con un tema en concreto, o depre como adjetivo coloquial para referirse al carácter de una persona o a la enfermedad de la depresión. Estas palabras, no están exentas de polémica, ya que algunas de ellas pueden resultar en su definición algo discriminatorias, como muestra hablaremos de muslamen, que la RAE define como “muslos de una persona. Especialmente los de la mujer”.
En conclusión, cada vez que la Real Academia ha decido incorporar a su corpus una nueva palabra, encontramos voces que manifiestan su opinión a favor o en contra de la inclusión de estas. Como decíamos al principio de este artículo, la lengua está viva y nos pertenece, sin embargo, ¿este es motivo suficiente para que podamos opinar sobre qué debería admitirse?, ¿deberíamos aceptar sin rechistar las normas que la academia establece como correctas? Hoy queremos dejar este debate abierto para invitaros a reflexionar sobre las palabras que utilizamos en nuestro día a día, la corrección en nuestro discurso y lo más importante, para poner en valor una lengua tan extensa y extraordinaria como es la nuestra.