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Instituto Confucio
VOLUMEN 22 | Nº1 ENERO 2014
amorosas imprevisibles y difíciles, pero
no imposibles.
Animal de carga, vehículo de trans-
porte, elemento de guerra, símbolo de ri-
queza y orgullo de competidores hípicos,
el caballo ha sido durante miles de años
descrito, loado y adorado, dando lugar
a múltiples manifestaciones literarias y
artísticas en la poesía, la prosa, la pintura,
la escultura y la artesanía.
En la tumba del Primer Emperador
de China (
秦始皇
, 259-210 a.C.) se ha
desenterrado un impresionante ejército
de terracota, compuesto por 6.000 fi-
guras de caballos y guerreros de tamaño
natural.
Los caballos de cerámica tricolor de la
dinastía Tang (
唐
, 618-907) son una ver-
dadera muestra del esplendor artístico de
los siglos de oro de la historia de China.
La afición por el caballo que cultiva-
ban los emperadores y la nobleza china
fomentó el esfuerzo continuo por la bús-
queda y la selección de los mejores ejem-
plares. Como consecuencia de ello, a lo
largo de la historia de China, junto con
caballos de pura raza, surgieron también
grandes conocedores del tema hípico.
El maestro más consagrado es Bo Yue,
quien podía distinguir en la manda los
que podían correr mil leguas en un solo
día.
Según la tradición china, el 6 de enero
del calendario lunar (este año sería el 5
de febrero según el calendario occidental)
es el Día del Caballo, en el cual la gente
estudia los fenómenos meteorológicos
para predecir si el próximo año es bené-
fico para ese animal. En la Región Autó-
noma de Mongolia Interior, a finales de
agosto, se celebra todos los años anima-
das Fiestas del Caballo, en las que nunca
faltan pruebas de resistencia o carreras.
Los asistentes acuden a caballo, toman el
té con leche de yegua, hablan del animal,
compran o venden algún ejemplar y
finalmente se marchan montados en sus
bellos animales.
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