Las aportaciones de la Institución Libre de Enseñanza, la recepción aquí del movimiento de la Escuela Nueva y el ilusionado interés del regeneracionismo por reconstituir la vida nacional impulsan, desde finales del XIX, un importante proceso dirigido a reorientar y modernizar la enseñanza primaria. Ideas y prácticas que estimulan una educación integral, una enseñanza que despliegue la actividad del alumnado, una organización escolar y una metodología renovada, el avance de la graduación en las escuelas, etc.
Ese propósito avanza esforzadamente entre resistencias, lentitudes, inflexibilidades administrativas. Y desde una política escolar que va consiguiendo logros: el pago a los maestros por parte del Estado, o la ampliación de la escolaridad obligatoria hasta los 12 años; o el establecimiento en 1909 de la Escuela Superior del Magisterio, para que sus enseñanzas “tengan un carácter práctico, educativo y de aplicación […] para que el carácter de los futuros profesores de Escuelas Normales e inspectores de Primera Enseñanza se forje en ejercicios pedagógicos, inteligentemente dirigidos […]”. (R.D. 3-VI-1909).