La pasión por coleccionar maravillas de la naturaleza desembocó en la creación de un espacio fundamental para entender la ciencia de los siglos XVI y XVII: el gabinete de curiosidades.
Como bien nos desveló en su día Giuseppe Olmi, la pasión que por el coleccionismo que se desató en las cortes del Renacimiento –principescas, nobiliarias o eclesiásticas, tanto da– dio origen a la aparición de las llamadas Wunderkammern ("cámaras de maravillas") o gabinetes de curiosidades. A partir de la segunda mitad del siglo XVI, el coleccionismo fue adoptado también como práctica cultural de prestigio social por otros grupos sociales. A medida que crecían el enriquecimiento económico y el poder de estos nuevos grupos (mercaderes, banqueros, burócratas), se procedió a la adopción de prácticas culturales aristocráticas, como la de mantener un gabinete donde albergar, estudiar y exponer las colecciones de sus propietarios. Como suele ocurrir, al ser apropiado por nuevos grupos, el coleccionismo se transformó de acuerdo con sus nuevos intereses, posibilidades y peculiaridades. Fue en esa transformación en la que muchos de estos lugares se convirtieron en espacios de creación y de circulación de conocimiento acerca de la naturaleza, hasta alcanzar un lugar de gran relevancia dentro de la compleja topología de los saberes y las prácticas científicas de la primera edad moderna.
Para continuar leyendo: