
La ciencia surgió como profesión en el siglo XIX, al mismo tiempo que se consolidó una estructura de disciplinas y especialidades.
William Whewell (1794-1866) desarrolló una singular carrera académica en la primera mitad del siglo XIX. Era hijo de un carpintero y se interesó pronto por cuestiones de filosofía natural y teología. Pocas personas de sus orígenes sociales consiguieron entrar en Cambridge en esos años y, muchas menos, realizaron unos estudios tan brillantes como para obtener una plaza de profesor de mineralogía y luego de filosofía. Su recorrido intelectual se desarrolló entre las humanidades y las ciencias, cuando las fronteras entre ambas eran borrosas y existían muchos puentes para el trasiego frecuente de personas e ideas. Whewell escribió obras de poesía, ensayos de economía política, libros de filosofía e innumerables artículos sobre temas variados relacionados con la naciente geología y cuestiones diversas de ciencias. En la actualidad se le recuerda, sobre todo en el mundo anglosajón, por sus trabajos de historia y filosofía de la ciencia. Participó en debates sobre la ciencia de su tiempo y acuñó diversas expresiones con más o menos fortuna. Entre las que han permanecido hasta la actualidad figuran «ánodo» y «cátodo» que fueron popularizados por su colega Michael Faraday.
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