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Teletrabajo y conciliación: el estrés se ceba con las mujeres

30 de abril de 2020

 

Dirima / Shutterstock

Cristina Benlloch, Universitat de València y Empar Aguado Bloise, Universitat de València

Son infinitas las miradas que se podrían lanzar sobre la alteración que producen en nuestra vida cotidiana las medidas de confinamiento de la ciudadanía incluidas en el Real Decreto Ley 8/2020.

Entre todas ellas, creemos que es necesario un análisis sobre las dificultades afrontadas por las mujeres con cargas familiares que viven esta etapa de confinamiento teniendo que compaginar dichas cargas con su jornada laboral a través de la fórmula del teletrabajo (que apenas era el 4 % antes de la pandemia).

Esta es una mirada hacia la ‘hipotética’ conciliación familiar y laboral cuando confluyen y transcurren ambos acontecimientos en el mismo espacio y tiempo, en un escenario donde todo se solapa y se desdibuja.

Ha sido la división sexual del trabajo la que ha legitimado tanto la separación de espacios como los falsos discursos dicotómicos, dando lugar a antagonismos entre las identidades sexuales por un lado y entre los ámbitos público y privado-doméstico por otro.

El primero (el ámbito público), dedicado a la producción de bienes, tradicionalmente atribuido a los hombres. Y, el segundo (el ámbito privado), centrado en las tareas de reproducción y cuidado de la vida, tradicionalmente asignado a las mujeres e invisibilizado en su problemática y especificidad. Con todo, en este momento esa división queda diluida en muchos hogares como consecuencia de la conjunción entre el confinamiento y el teletrabajo.

El papel de la cultura y el discurso social

Por mucho discurso oficial emitido en pro de la igualdad de oportunidades, y a pesar de los cambios de modelo de paternidades y masculinidades que van produciéndose, la cultura y el discurso social marca los distintos usos de los espacios y de los tiempos.

Mientras que para las mujeres este discurso ha condicionado un catálogo de prácticas de cuidado y una serie de demandas que impedían apropiarse de un tiempo en singular, en los hombres se ha traducido en el beneficio del tiempo propio. Una buena parte de las prácticas cotidianas de cuidados vienen regidas por este uso del tiempo. En la última Encuesta de Usos del Tiempo disponible las mujeres dedicaban el doble de tiempo a las tareas de cuidado que los varones.

Mujeres con menores a su cargo

En este contexto de crisis sin precedentes, y desde la Sociología, pretendemos comprender los efectos que pueda tener esta situación sobre la conciliación entre las mujeres que se encuentran teletrabajando y que tienen menores a su cargo.

Para ello, un grupo de investigación de la Universidad de Valencia ha iniciado un estudio basado en entrevistas telefónicas a mujeres que cumplen con estas características. Es posible ya mostrar algunos resultados preliminares a este respecto. Además de las entrevistas en profundidad sobre su situación, se ha puesto en marcha un cuestionario que todavía se encuentra abierto a respuestas.

Algunos resultados preliminares

  1. Las mujeres que están teletrabajando mientras los niños y niñas se encuentran confinados en casa no tienen solo que trabajar y a la vez realizar tareas de cuidado de los pequeños, sino que en ocasiones se añade que deben intentar facilitar que sus parejas trabajen o teletrabajen. Esto suele ser así cuando los horarios de trabajo de la pareja son rígidos y no se permiten interrupciones.

  2. Algunas sienten que están todo el día trabajando. A menudo, tener flexibilidad de horarios se convierte en una demostración continua y un ejercicio de responsabilidad para con sus superiores. Muchas de ellas están trabajando a la vez que están cuidando, y eso es durante todo el día.

  3. El seguimiento escolar de los hijos e hijas en edad educativa suele desarrollarse mayoritariamente por las madres. Esto se ha convertido en un elemento de ansiedad y estrés añadido. Esta situación podría, incluso, llegar a dañar la convivencia con las y los menores recluidos.

  4. Las pantallas digitales en criaturas de corta edad se están convirtiendo en un perverso recurso facilitador de la jornada laboral.

  5. En algunas parejas se ha observado una mayor disposición por parte de los hombres a realizar tareas que no solían realizar antes (poner lavadoras, cocinar, ir a la compra, compartir horas de juego con los niños…).

  6. Por ultimo, es un recurso habitual por parte de las madres con ocupaciones de desempeño flexible, y que requieren tareas de máxima concentración y silencio, el teletrabajar durante la madrugada, bien sea retrasando el momento de ir a la cama o levantándose antes que el resto de miembros de la familia.

    Esto último, también permite a las madres atender la rigidez del trabajo de cuidados, organizar y gestionar la jornada educativa de hijos e hijas confinados en edad escolar de nivel obligatorio.

¿Cambiará algo tras el confinamiento?

Para concluir, y tras estas incipientes observaciones, son muchas las preguntas que se vislumbran de cara a un futuro inmediato. ¿Qué ocurrirá cuando la ciudadanía tenga que dar respuestas a la potencial crisis de cuidados que ya se deja entrever? ¿Cómo se resolverá la situación tras el confinamiento sin los servicios educativos esenciales que permitan el desarrollo de las jornadas laborales presenciales? ¿Seguirán siendo las mujeres las que con mayor frecuencia se constituyan como el eslabón flexible cuándo el requerimiento en cuidados se vuelve rígido y exigente?The Conversation

Cristina Benlloch, Departamento de Sociología y Antropología Social, Universitat de València y Empar Aguado Bloise, Profesora del Departamento de Sociología y Antropología Social de la UVEG- Miembra del Institut Universitari d'Estudis de la Dona UVEG- Miembra del Consejo del IET de la UAB, Universitat de València

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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