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LÍNEA DE INVESTIGACIÓN EN INTELIGENCIA Y SEGURIDAD

PROFESOR RESPONSABLE: JOSÉ LUIS GONZÁLES CUSSAC

Hoy parece una evidencia comúnmente aceptada que nos hallamos ante un nuevo escenario geopolítico, estratégico, económico-social y criminológico, en el que se aprecia no sólo un salto cuantitativo sino cualitativo, y en este sentido se habla de una ruptura. Muchos factores han contribuido a un cambio de paradigma de la seguridad.

En efecto, desde hace unos años, tras una época de cierta estabilidad y solidez social, política y económica, Europa redescubre la incomodidad del desequilibrio y la incertidumbre, integra en su vocabulario los conceptos de “modernidad líquida” y “sociedad del riesgo”, y trata de gestionar confusamente su miedo a la inseguridad.

El protagonismo de esa inseguridad se muestra precisamente en la progresiva centralidad que está adquiriendo “la seguridad” y el interés por todo lo relacionado con ella. En prácticamente todos los ámbitos. Sin duda en el campo institucional, en el que tanto los Estados como las organizaciones supranacionales vienen adoptando documentos, decisiones políticas y normativas de enorme impacto social y económico. Correlativamente, se está desarrollando una importante labor por parte organizaciones académicas y centros de pensamiento (think tanks), que celebran incontables seminarios y elaboran numerosos estudios, análisis y propuestas en relación con los riesgos y amenazas, locales y globales. Y qué decir de los medios de comunicación. No hay información sobre cumbres diplomáticas, reuniones políticas, eventos deportivos o culturales, e incluso fiestas populares, en la que falte la sección que relate al detalle las medidas de seguridad establecidas para protegerlas.

La preocupación por la seguridad no está, desde luego, injustificada. El cambio de paradigma obliga a los Estados a reinventar los medios con los que combatir esas amenazas y cumplir así la función de protección ciudadana y del sistema constitucional que se espera de ellos. Es evidente que no resulta una tarea fácil.

En la actualidad, los Estados son conscientes de que el poder y la fuerza por sí mismos no se traducen en seguridad, por lo que su aproximación a ésta se realiza a través de una perspectiva integral y multifuncional. Esta perspectiva se refiere, de una parte, a la necesidad de llevar a cabo acciones conjuntas y coordinadas por parte de los Estados, para hacer frente con eficacia a los riesgos y amenazas globales más relevantes. De otra, suscribe un enfoque de la seguridad en el que se conjugan muchos elementos de diferente naturaleza; en el que, por ejemplo, la diplomacia, la inteligencia y la ayuda humanitaria comparten protagonismo con el enfoque puramente militar y policial. Se trata de un planteamiento comprensivo de la seguridad, que reconoce tanto una permeabilidad fronteriza entre las distintas áreas tradiciones de la seguridad (exterior – interior), como un equilibrio entre sus dimensiones políticas, económicas, social-culturales y ambientales.

La seguridad es poliédrica. Su comprensión requiere de un estudio interdisciplinar como el desarrollado por el ICCP, no perdiendo de vista ninguna de sus piezas, ni dejándolas sueltas. Se trata de un desafío extraordinario, porque estos ingredientes son muy diferentes en su naturaleza y en la realidad en que se desenvuelven, porque adquieren protagonismo en distintos momentos del proceso securitario concreto, y porque las circunstancias en las que aparecen son cambiantes y muchas veces imprevisibles. De ahí que resulte imprescindible una metodología para el análisis de las amenazas y la evaluación e impacto de las respuestas que el Estado prevé para hacerles frente.

Una metodología que incluye el estudio de las respuestas políticas, criminológicas y jurídicas, así como de los actores implicados, entre los que destacan todo el entramado de seguridad del Estado y la Administración de Justicia, y de modo muy especial las fuerzas y cuerpos de seguridad, los servicios de inteligencia, las fuerzas armadas y otros organismos públicos y privados

 

Seguridad: amenazas, riesgos y respuestas

Todos los documentos estratégicos actuales, desde las Estrategias nacionales, a la europea o a la de la OTAN advierten que: “La unión de diferentes riesgos y amenazas, como son el terrorismo empeñado en ejercer la máxima violencia, la disponibilidad de armas de destrucción masiva, la delincuencia organizada, el debilitamiento del sistema estatal y la privatización de la fuerza, constituyen una amenaza muy radical”.

Como punto de partida, es indudable que la seguridad es “una radical necesidad antropológica humana”. A partir de esta idea común, se ramifica en varios aspectos, ámbitos o sectores, donde debe ir especificándose su contenido para adecuarlo a las necesidades respectivas. Por consiguiente, la primera aproximación al concepto de seguridad pasa necesariamente por diferenciar las distintas áreas de la seguridad.

Por todo ello, el concepto de seguridad válido para el siglo XXI debe ser amplio y dinámico, dirigido a cubrir todos los ámbitos concernientes a la seguridad del Estado y de sus ciudadanos, que son variables según las rápidas evoluciones del entorno estratégico y abarcan desde la defensa del territorio a la estabilidad económica y financiera, o la protección de las infraestructuras críticas, pasando por el cambio climático, el riesgo frente a pandemias o los clásicos desafíos de la delincuencia.

El ICCP mantiene una línea constante de investigación en todas las áreas integrantes de la idea de seguridad.

 

Servicios de Inteligencia.

Los que hoy llamamos servicios de inteligencia poseen una dilatada historia desde sus más remotos orígenes. Aquí únicamente importa destacar la gran transformación en la que están inmersos, pues deben adaptarse rápidamente al nuevo escenario político y desde luego a los profundos cambios que globalización y nuevas tecnologías comportan a nuestra realidad actual.

El proceso de adaptación de los servicios de inteligencia en la actualidad afecta a todas sus esferas, desde su organización hasta las innovaciones en la gestión de la información y el conocimiento, pasando por la creación de organismos que traten de asegurar la coordinación, colaboración y cooperación, alcanzando al propio concepto de inteligencia (holística), al manejo de los recursos de información (humanos, técnicos y documentales), a la misma metodología (analítica, retrospectiva y prospectiva) al ciclo de inteligencia, y que desde luego conlleva uno renovado impulso de la contrainteligencia (seguridad defensiva y contraespionaje) y de las operaciones encubiertas y de influencia, en un nebuloso juego con la externalización o privatización de actividades de inteligencia. Por eso se ha podido afirmar que asistimos a una auténtica “revolución” en los servicios de inteligencia.

Los servicios de inteligencia, como cualquier otro organismo público están sometidos al Derecho. De ahí la importancia de conocer su régimen juran, y el siiempre es y garatu rcomo cualquier otro organismo pto de empresa, con el espionaje como grave amenaza.ya sea de la Adídico, los controles y garantías en el desempeño de sus funciones, y el siempre debatido alcance del “secreto de Estado”, especialmente cuando afecta a derechos fundamentales de los ciudadanos.

Indudable es el aporte que las Universidades deben jugar en el impulso de la llamada “cultura de inteligencia”, que pasa por el estudio y difusión de estas actividades y sus organizaciones en el seno del Estado de Derecho. Actividades que desarrolla el ICCP dentro del Convenio de colaboración de la UV con el CNI.