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David Edgerton, historiador de la tecnología, acerca de las políticas del Covid-19 y del Brexit

  • 21 abril de 2020
David Edgerton

¿Qué relación hay entre el Brexit y la respuesta del gobierno británico al Covid-19?

David Edgerton

La respuesta del gobierno al Covid-19 y Brexit están íntimamente relacionadas.  Reconocer esto resulta crucial para entender los planteamientos políticos detrás de ambas cuestiones.  De hecho, como ha señalado el experto en comercio David Henig, sabremos que el Reino Unido se toma muy en serio el Covid 19 en el momento en que esté dispuesto a decir que se necesita una ampliación del Brexit. Ese momento aún no ha llegado, de hecho ha sido descartado.

 A primera vista hay una gran diferencia entre las dos políticas. En el caso de Brexit el gobierno ha rechazado sistemáticamente los consejos de los economistas, incluidos los suyos propios. En el caso de Covid-19, ha reiterado constantemente que está "siguiendo la ciencia".  Pero hay una conexión subyacente que es importante.  Los argumentos del Brexit se centran en fantasías acerca del genio científico e inventivo británico. El gobierno ha tratado de abordar el Covid-19, al menos en parte, sobre esta base ilusoria.

 Al principio, Boris Johnson apoyó a "la ciencia" para justificar una política de "retrasar" la llegada del virus Covid-19, una vía propia solamente del Reino Unido. Este planteamiento implicó una intervención mínima siguiendo, según Johnson se encargó de recordar, las actitudes de "amor a la libertad" propias de los "nacidos en Inglaterra".  Por desgracia, cuando ya era demasiado tarde, lo que parecía un astuto plan para ejemplificar las virtudes de la forma de vida británica se derrumbó por completo. El Reino Unido está ahora, en términos generales, siguiendo a Europa y a gran parte del resto del mundo.  "Seguir la ciencia" ahora suena como una forma de no responder a preguntas legítimas.

Pero cuando se trata de ventiladores, se aplica una lógica de innovación fijada por los defensores del Brexit.  La crisis actual ha sido una oportunidad para ilustrar el argumento de que el Reino Unido era una nación poderosa en materia de innovación y que podría funcionar muy bien sin la Comunidad Europea. El gobierno lanzó un programa de urgencia, cuyos detalles son todavía turbios, para crear nuevos ventiladores.  En primer lugar, las acciones de mayor presencia pública fueron a cargo de Sir James Dyson, un declarado Brexiter, que se unió a otro capitalista Brexiter, Lord Bamford de JCB para fabricar muchos miles de ventiladores.  El asunto acabó siendo solamente uno de los muchos proyectos para diseñar nuevos ventiladores y modificar otros para su producción en masa. Hubo muchas alusiones a la segunda guerra mundial como si los Spitfires, el famoso avión de la RAF que se empleó en la batalla de Inglaterra, hubiera sido conjurado de la nada en el calor generado por el entusiasmo patriótico. También es revelador que el gobierno decidiera no participar en el programa de adquisición de ventiladores de la Comunidad Europea. El programa de compras tenía que ser un programa británico a efectos de la opinión pública, aunque muchas de las empresas que fabrican los componentes en el Reino Unido son europeas, como Siemens, Airbus, Thales ....

Esa analogía de tiempos de guerra fue profundamente engañosa - el Reino Unido era un líder mundial en aviones antes de la Batalla de Inglaterra. Había estado fabricando aviones Spitfires desde finales de los años 30, y tenía enormes fábricas especializadas planeadas desde hace tiempo para fabricarlos.  Lo que está claro es que no estamos en 1940.  El Reino Unido no es un líder mundial en la fabricación de ventiladores, ni mucho menos. Además el National Health Service (NHS) (y esto es un escándalo) ha estado desabastecido de estos aparatos.  Los ventiladores de alta gama que el NHS necesita ahora vendrán y vendrán del extranjero.  Parece que los ventiladores de urgencia británicos serán, por regla general, de gama baja, y uno por lo menos ya ha sido rechazado. Los que parecen estar en producción se basan en máquinas simples que se han producido durante mucho tiempo en el Reino Unido. De hecho, puede haber una analogía en tiempos de guerra que podría ser pertinente. Churchill trató de inventar nuevas armas a toda prisa en contra del consejo de los expertos.  Entre ellas figuraron cohetes antiaéreos, morteros de espiga e, incluso, una máquina para cortar trincheras.  Los inventos llegaron demasiado tarde, unos no funcionaban bien y otros no funcionaban en absoluto, y representaron un enorme desperdicio de recursos.

 No debemos engañarnos creyendo que hay una estrategia industrial coherente que surge de la epidemia, un paso decidido hacia el autoabastecimiento nacional.  Porque si la hubiera, el gobierno no estaría tirando por la borda toda la fabricación industrial en Gran Bretaña, como ciertamente lo harían si se siguen los planes previstos del Brexit. Porque estos planes implicarían la ruptura del mercado regulatorio y aduanero en el que se realiza esta producción, y además, abrirían el mercado británico no sólo a productores europeos, sino a los de todo el mundo. Eso es lo que tiene ser un campeón mundial del libre comercio.

Lo que necesitamos entender es la centralidad de una representación mitológica de la innovación británica para los partidarios del Brexit. Los argumentos de los Brexiter para un Brexit duro dependen del supuesto liderazgo del Reino Unido en creatividad e innovación, que parecía estar esperando ser desatado y plenamente activado.  Dominic Cumming, uno de los consejeros principales de Boris Johnson, tiene ya preparados sus 800 millones de libras para emular una Advanced Research Projects Agency, la mítica agencia norteamericana de innovación, en el reciente presupuesto. Lo maravilloso de invocar la "ciencia" es que sugiere acción, impulso, modernidad. Sin embargo, lo que Johnson y otros Brexiters han redescubierto es una gran tradición liberal británica de hacer mucho ruido sobre ciencia para muy pocas nueces, con el fin de encubrir la inacción deliberada, frente a las demandas de una estrategia nacional e imperial para la agricultura y la industria.

Antes de la Gran Guerra, ante los llamamientos de los conservadores para que se impusieran aranceles a las importaciones, sobre todo de alimentos, a los que se opuso con vehemencia, el primer ministro Lloyd George respondió en su lugar con la financiación de la investigación agrícola para ayudar a los agricultores en su lugar.  Por supuesto, cualquier ayuda que pudieran recibir las personas del campo serían en los años del futuro y en una cuantía irrisoria en comparación con los beneficios inmediatos producidos por los aranceles a la importación. De manera similar, en el decenio de 1920 el Gobierno se resistió a la protección por los productos del imperio británico. A cambio creó una Junta de Comercio del Imperio, una de cuyas principales funciones era la investigación. Tuvo un impacto menor, como se pretendía, y se liquidó en el momento en que llegaron por fin los aranceles en el decenio de 1930.

La estrategia ha estado en acción durante un tiempo. Después de 2008 se habló mucho de la marcha de los fabricantes, y de la potencia del norte.  Una de las pocas iniciativas fue el apoyo, con 50 millones de libras, del Instituto del Grafeno. El grafeno, fabricado por dos científicos de la Universidad de Manchester, fue visto como un material maravilloso, que transformaría la suerte de la Universidad, de la región y de todo el país. Fue anunciado como un producto de ensueño, la clave para un nuevo y vibrante futuro. Un futuro que no ha llegado, ni se le espera. De hecho, uno de los descubridores (ambos ganaron el Premio Nobel) pasa gran parte de su tiempo en Singapur.  Lo cierto es que 50 millones de libras permiten comprar mucha cobertura mediática, pero no te permiten diseñar una verdadera estrategia industrial.  La capacidad de innovación en baterías ha sido uno de los temas favoritos durante algunos años. Sin embargo, no existe una industria británica de baterías significativa, ni se percibe una en lontananza.  Los coches eléctricos y sus baterías están mucho más avanzados en Europa, en China y en Japón.  No se puede hacer magia para fabricar una industria a partir de la nada, ya sea para producir ventiladores de alta gama o baterías, pero es cierto que al emplear la retórica de la innovación se puede fingir, por un tiempo. Y ahí es donde la política de Covid-19, y Brexit, están atascados, en cínicas fantasías sobre la innovación.

David Edgerton es catedrático de historia de la ciencia y la tecnología en King's College de Londres. Es autor de muchas obras de historia de la tecnología, entre ellas Innovación y Tradición (Barcelona, Crítica, 2008). El texto original fue publicado el 18 de abril de 2020: «The Government’s Response to Covid-19 and Brexit Are Intimately Connected.» David Edgerton.Org (blog).

https://www.davidedgerton.org/blog/2020/4/18/the-governments-response-to-covid-19-and-brexit-are-intimately-connectednbsp.

Trad. JR Bertomeu-Sánchez.