
El trabajo de los estudiosos de la cultura popular, como fue el caso de Francisco G. Seijo Alonso (1925-2013), permitió recuperar parte de un patrimonio culinario frágil y vulnerable, que se transmitía fundamentalmente por vía oral y donde las mujeres -las cocineras del territorio-, eran las protagonistas. Sus testimonios, recogidos entre 1968 y 1972, conformaron la monografía Cocina alicantina. La cuina i el menjar alacantí (1973). Este trabajo ha servido de base para reivindicar y poner en valor la memoria de las comidas tradicionales de las comarcas de la Marina Alta y Baja. Generación tras generación, las mujeres se han convertido en las artífices del saber gastronómico. Han sido las creadoras de una gastronomía de proximidad que aporta los valores saludables de la cultura alimentaria mediterránea y está basada en los productos autóctonos y de temporada, dos de los elementos que mejor pueden favorecer la biodiversidad y la sostenibilidad. De aquí la importancia de otorgarles visibilidad y adaptar sus recetas a las actuales recomendaciones dietéticas y nutricionales. Se trata de volver a poner en valor el sabor de la tradición y poder retomar referentes que ayudan a alimentarnos de manera más sabrosa, saludable y sostenible.
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