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Con motivo de la reciente traducción del último libro de Jean-Baptiste Fressoz el próximo 1 de otubre tendrá lugar en el IILP-UV un seminario a cargo de este relevante historiador de la ciencia francés, profesor en la Ecole National des Ponts et Chaussées, investigador del CNRS y miembro del Centre de recherches historiques de l'EHESS.
La «transición energética» se basa en un pasado falso. Su fuerza de convicción radica en su carácter ambiguo, a caballo entre la historia y la prospectiva. Al igual que en el pasado la humanidad habría llevado a cabo transiciones —de la madera al carbón y luego del carbón al petróleo—, ante el cambio climático tendríamos que llevar a cabo una tercera, hacia la energía nuclear y/o las energías renovables. Hacer frente al desafío climático implicaría, por tanto, continuar la historia de la ciencia, la innovación y el capitalismo, guiarla y acelerarla para llegar à una economía descarbonizada. Gracias a la transición energética, el cambio climático solo requiere un cambio de infraestructura. El problema es que este futuro reconfortante se basa en un pasado imaginario, en una historia material falsa, marcada por una sucesión de épocas. Sin embargo, no hay ninguna razón para que los historiadores elijan la transición como motivo principal de sus relatos. Las fuentes de energía entran en simbiosis tanto como en competencia, y estas relaciones simbióticas explican por qué, durante los siglos XIX y XX, las energías primarias tendieron a sumarse más que a sustituirse.
¿Por qué, entonces, se ha impuesto la noción de transición energética? ¿Cómo este futuro sin pasado se convirtió, a partir de la década de 1970, en el futuro de nuestros gobernantes, el futuro de las consultoras y las organizaciones internacionales, en definitiva, el futuro de las personas sensatas?