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Àlvar Peris: “En España hay una falta de cultura democrática en los debates electorales”

6 de mayo de 2022

El profesor Àlvar Peris, en su despacho de la Facultad de Filología, Traducción y Comunicación de la Universidad de Valencia, el pasado 29 de marzo de 2022 | Carlos Algarra

Àlvar Peris (Valencia, 1976) es profesor en el grado en Comunicación Audiovisual y en el máster oficial en contenidos y formatos audiovisuales. Con los profesores Benjamín Marín y Sebastián Sánchez publicó en la revista Debats el artículo: “Los políticos valencianos bajo los focos de À Punt: un análisis de la cobertura televisiva de las elecciones autonómicas de 2019”. La investigación aborda cómo el refundado espacio de comunicación encaró parte del tratamiento informativo durante los días previos a la cita que la ciudadanía valenciana tuvo con las urnas.

¿Qué objetivo se marcaron con esta investigación?

Quisimos saber si À Punt fue fiel a su espíritu de televisión pública, es decir, si cumplía con los estándares de neutralidad y si trataba de forma equilibrada a todas las fuerzas políticas. En definitiva, ver si había algún sesgo ideológico y cómo se comportaban los nuevos medios públicos de las valencianas y los valencianos ante la realidad inmediata de las elecciones autonómicas de abril de 2019.

¿Qué reto representó esta reanudación para una televisión autonómica, despúes del parón informativo que hubo durante cinco años? El estudio se centra en desglosar el debate y las entrevistas a los candidatos que concurrían a las urnas. ¿Por qué?

À Punt ya encargó a la consultora externa GFK un informe anual para que evaluara los principios que rigen su contrato programa. Como este se centró sobre todo en los informativos, nosotros decidimos hacerlo pero con otros géneros de actualidad política que eran relevantes y que tenían un papel destacado en la campaña electoral. Quisimos observar el debate celebrado el 25 de abril, así como las dos entrevistas que se realizaron a Ximo Puig (PSPV-PSOE), Mónica Oltra (Compromís), Isabel Bonig (Partido Popular), Toni Cantó (Ciudadanos) y Rubén Martínez Dalmau (Unidas Podemos).

¿Qué concluyeron después de analizar esas conversaciones informativas?

La investigación evidencia que, con las entrevistas, se cumplió con su función de servicio público, ya que no hubo diferencias importantes entre los cabezas de lista. A parte de ver si eran más o menos incisivas las preguntas de la periodista, prestamos atención al papel de la realización audiovisual en el momento en el que el espectador recibía el mensaje del político. Esto se denomina ‘cortesía audiovisual’, y en este sentido la cadena se comportó de manera muy neutra y plana. Lo cierto es que no se quiso incidir en cuestiones negativas de ninguno de los candidatos, probablemente para evitar acusaciones de posicionamiento ideológico.

¿Concentran el mismo interés las entrevistas que los debates electorales?

Con los debates percibimos una cierta decepción. Lo que obseramos fue que el único que se realizó fue excesivamente convencional, porque seguía los cánones de los realizados por las televisiones estatales. Cada candidato tenía un tiempo limitado, había bloques temáticos marcados y poca predisposición a establecer un diálogo entre ellos, que es lo que tendría que facilitar un acontecimiento como este.

¿Es por ello por lo que hablan de ‘dictadura’ del tiempo en su artículo?

Sí. Está todo tan tipificado y cuantificado que es dificil salir de ahí. Esa ‘dictadura’ condiciona la frescura que puede haber al establecer un diálogo o discusiones, que podrían generar un mayor atractivo. El debate de À Punt estuvo bien, pero contiene elementos muy usuales. Tal vez, a una nueva televisión en la que había depositadas tantas expectativas se le podría haber exigido más. Desconozco si se llegó a proponer esta novedad y los políticos dijeron que no, o si la cadena no fue tan fuerte como para sugerir programas diferentes.

¿Cree que evolucionarán los debates o se mantendrán como hasta ahora?

En España hay una falta de cultura democrática en los debates electorales. No tendríamos que ceñirnos a un único, como si se celebrara por obligación de la Junta Electoral Central. Hay que hacer más, no solo uno. De hecho, el programa Salvados de La Sexta experimentó en esta línea, con una charla en un bar entre Pablo Iglesias (Podemos) y Albert Rivera (Ciudadanos), sin tanta rigidez. Los políticos, en este país, tienen reticencias a salirse del formato clásico, y ellos y sus equipos quieren controlarlo todo. Entonces, evitan formatos que rompan la norma. Por tanto, seguramente no se innovará, a pesar de que pienso que hay que apostar por formatos reales y huir de la rigidez.

Habla a nivel de España. ¿Y en el caso de la Comunidad Valenciana?

Si esto no es posible en los medios estatales, en À Punt lo veo difícil. Los políticos tienen que cambiar su punto de vista, todo y que es cierto que en los últimos años han explorado nuevas formas de comunicación política. Han aparecido en programas de entretenimiento. Van a El Hormiguero, al programa de Bertín Osborne, a los magazines matinales e incluso a hacer retos de aventura con Jesús Calleja. Quieren llegar al electorado que habitualmente no consume información política a través de su inmersión en el entretenimiento televisivo. En las redes están comunicando de forma más personal. Cada vez más se confunde la información de partido con las situaciones de su vida privada.

Si estos debates electorales estancos se realizan una vez cada cuatro años, ¿estamos lejos de planteamientos de emisión regular en los que haya un componente periodístico y un análisis a tiempo real?

Por supuesto. En España no hay tradición de debates electorales. El primero se celebró en 1993 en Antena 3, entre Felipe González y José María Aznar. Después, ha habido elecciones en las que no se ha hecho ni un debate a dos. El cambio llegó en 2015 con la irrupción de nuevas formaciones políticas, y parece que se ha instaurado como una cita ineludible para los comicios. El caso de aquí no tiene nada que ver con el de otras democracias de mayor trayectoria, como ahora Estados Unidos o Francia. Estamos ante un escenario muy imitado.

¿Y en las tertulias políticas?

Son necesarios otros formatos televisivos en los que los políticos puedan debatir y que se alejen de las típicas tertulias. Las de ahora parecen una mesa rosa de la política, por el tono que utilizan los participantes, por su lenguaje agresivo o por cómo se enfadan y no se escuchan entre ellos. Ojalá pudiéramos encontrar un espacio donde a menudo nuestros representantes confrontaran ideas serena y razonadamente sobre temas que afectan a la vida pública. De algún modo, construir y no destruir, y que la ciudadanía saque sus conclusiones sobre aquello que ve.

Esta idea no deja de ser una utopía.

Claro, eso es un ideal, y me parece que será dificil de encontrar en España. Ya estamos viendo cómo son algunos debates parlamentarios. Estamos en un momento de mucha crispación, de polarización política y social y de insultos. Si en el Congreso se rompen las formas, en un programa de televisión aún más. No es este un contexto fácil para confiar en la reflexión profunda, sin utilizar la demagogia y la desinformación. Los futuros periodistas tienen que ser conscientes de que las cadenas de televisión están posicionándose muy claramente con los diferentes partidos políticos. Deberían incluirse más formas de verificación para otorgar mayor credibilidad a las noticias. Esto es una lucha de la profesión, pero también una de sus prácticas deontológicas básicas. El periodismo tiene unos códigos propios que deberían prevalecer frente a los intereses empresariales y políticos.

 

Els polítics valencians sota els focus d’À Punt: una anàlisi de la cobertura televisiva de les Eleccions autonòmiques de 2019: https://revistadebats.net/article/view/1893

 

Carlos Algarra Carbonell

Alumno de 2º de Periodismo

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