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Andrea Navarro: "Que las mujeres representen las tragedias griegas les da la voz que no han podido tener"

4 de marzo de 2022

La tragedia griega alcanzó su apogeo hace veinticinco siglos, en la Atenas del siglo V a.C., pero sigue muy presente en la Edad Contemporánea. En el s. XVI comienza la aparición de traducciones, adaptaciones y versiones de los textos dramáticos griegos y desde entonces no ha cesado la proliferación de este género. A partir del análisis de las numerosas adaptaciones de mitos en tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, Andrea Navarro, profesora del departamento de Filología Clásica de la Facultat de Filologia, Traducció i Comunicació, evidencia que el género está lejos de la estandarización y que el contexto geográfico es un factor determinante. Las mujeres, silenciadas durante gran parte de la historia, juegan un papel especial en la tragedia griega y constituyen el centro del análisis de Andrea. Caracterizadas como heroínas buenas o perversas, se convierten, en el teatro actual, en la voz de una realidad social que se quiere mostrar.

Su investigación se centra en la recepción moderna de la tragedia antigua, en concreto del rol de la mujer en co​​ntextos de guerra y violencia, ¿considera que irá desapareciendo progresivamente la influencia del drama antiguo?

Los temas mitológicos y los personajes que aparecían en la tragedia y comedia griega han seguido presentes y seguirán siéndolo a lo largo de la historia de las representaciones, siempre y cuando tengamos teatro o cualquier performance sea pública. Creo que siempre se van a tomar mitos y motivos clásicos porque es la forma que tienen guionistas, directores o autores de apropiarse de la historia de nuestros antepasados y plasmarla y educar así al público que asista a cualquier tipo de representación o lo lea, íntimamente, entre las páginas de alguna novela.

La tragedia ha sido tradicionalmente un espacio de toma de conciencia y de reflexión de los problemas de la comunidad. ¿Cuál es actualmente su función?, ¿es un escenario de representación del pensamiento de la sociedad y avanza a medida que esta lo hace o sigue anclado al pasado?

Es verdad que no vamos al teatro con las mismas intenciones con las que se iba en la antigüedad, donde el público era mayoritariamente uniforme. Se quería educar al público a ser buen ciudadano. A día de hoy esto es impensable, no todo el mundo va al teatro y esas personas son diferentes entre sí. No vamos por un motivo concreto: no es “vamos a ir todos juntos a hablar de la democracia ateniense”, sino que yo voy a un espectáculo y ese espectáculo tiene un objetivo para mí que puede ser simplemente el ocio.

Tenemos que considerar que pese a que la traducción fuera fiel al texto antiguo, la sociedad ha cambiado y se mueve por una serie de principios que no son para nada los que eran en la antigüedad. Eso sí, pese a que la sociedad haya cambiado hay un espacio muy importante para la tragedia clásica y el mito griego, y sí que puede hacer que el público que asista se sienta reflejado por esos personajes por mucho que estos sean de relatos que se contaban de forma oral de generación en generación.

Como apunta, se han producido cambios significativos, no solo en cuanto a la caracterización de la mujer, sino también en cuanto a la escenificación de la violencia. ¿Por qué cree que los dramaturgos de la nueva generación han introducido la violencia en sus obras si antes se evitaba?

Esto es muy curioso, es verdad que en la antigüedad la violencia se evitaba a nivel físico. Si una madre se suicidaba porque habían matado a su hijo –como en el caso de Eurídice en la ‘Antígona’ de Sófocles–, lo que a día de hoy aparecería en una representación teatral “clavándose” un cuchillo, en la antigüedad era totalmente impensable. No podía presentarse en escena, pero sí podía intervenir otro personaje y contar cómo se ha suicidado ella fuera de escena. La descripción de ese narrador tenía una impresión en el público como ahora podría ser para nosotros ver a esa persona llena de sangre porque se ha clavado una espada.

Se evitaba la violencia física porque ver sangre en la antigüedad era considerado una posibilidad de contagio, era un tabú como lo es ahora el suicidio en la religión. Antes había violencia, pero más auditiva que visual, y eso generaba la misma impresión.  Lo curioso de la sociedad antigua y el teatro y la tragedia es que todo partía de la palabra. De hecho, se evitaba el silencio, simplemente la mención de que había silencio dentro de un palacio implicaba tensión y muerte. Ocurre en el cine con la música, el silencio a nosotros como espectadores nos causa impresión.  

La virtud femenina la representaban mujeres pasivas que daban la vida por su esposo o por su ciudad. En cambio, los personajes masculinos se caracterizaban por ser aventureros y valientes.  ¿Considera que en el teatro moderno se apuesta por dejar atrás el modelo de mujer pasiva y dar paso al rol de mujer empoderada?

Para hablar de la caracterización de la mujer como una figura empoderada nos retrotraemos a la primera ola feminista, en el romanticismo. Las mujeres se empoderaron con figuras como Safo, para reflejar que podían escribir, ya fuera con su nombre o con un pseudónimo masculino.

En el caso del teatro Saura [en la adaptación de ‘Orestíada, cenizas de Troya’, donde Clitemnestra asesta varios disparos a Agamenón] presenta a la mujer como empoderada, quizás, simplemente, porque en ese preciso momento, en ese contexto en Murcia, donde se representa la obra, pasa algo relacionado con las mujeres. La mujer, adoptando la caracterización de Clitemnestra, quien en la tragedia griega asesina a su esposo, podría hacer frente a esta “manada” de forma activa. Se van tomando personajes o temáticas y las ponen en escena para reivindicar algo coetáneo al autor o al lugar donde se representa la obra, pero eso depende de la dirección y del contexto histórico.

¿Cree que la mujer puede, con el tiempo, adquirir algún rol más en las representaciones de las tragedias griegas?

Algún rol diferente al de ser empoderada, mala o testigo de la guerra… creo que sí que pueden surgir más. Si establecemos una dualidad entre activa y pasiva, la tendencia, no solo en España sino en general, afortunadamente, es el encontrarnos más modelos de activas que de pasivas. El problema de las personas que huyen de un país en guerra, las personas que, desde África, cogen una embarcación sin saber nadar …¿Cuántas embarcaciones naufragan en medio del estrecho? Muchísimas. ¿Cuántos cuerpos hay en el mar? Muchísimos.

En una tragedia que se titula “Las suplicantes”, las madres, en un contexto histórico antiguo, piden que se les devuelva el cuerpo de sus hijos para que puedan llorarlos y enterrarlos, pues han fallecido en tierras ajenas. Esto, en el contexto actual, con la migración desde África o la guerra en Ucrania, está muy presente. Aún no es una de las tragedias más representadas, con lo que vamos con un poco en retraso, pero se pondrán en escena cuando emocionalmente se pueda para reivindicar dichas pérdidas.

¿Por qué se recurre a la acción de la mujer y no a la del hombre para denunciar las consecuencias de la Guerra de Troya?

Si el objetivo de la directora o el director es reivindicar la voz de la mujer, se opta por estas tragedias. Eurípides dio voz a las mujeres, víctimas de la guerra de Troya, en el siglo V a.C. Por eso se retoman estas, porque en otras el protagonista era el hombre. Se ponen en escena en el siglo XXI porque ya en el siglo V a.C a la mujer se le daba mucho más valor del que creemos. En el caso de ‘Molora’ o ‘Welcome to Thebes’, el poder que se le da a las mujeres es reivindicar que han sido violadas por su propia sociedad, por hombres de su tribu o de otras. El darles voz a ellas y que representen estas tragedias, incluso que ellas sean las actrices, les da por fin la voz que no han podido tener para reivindicar su situación a través del mito.

 

Daniela Álvarez

Alumna de 2º de Periodismo

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