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Instituto Confucio
VOLUMEN 23 | Nº2 MARZO 2014
H
ace tiempo que oí hablar so-
bre el Congreso Mundial de
los Institutos Confucio, co-
nocidos en el círculo educa-
tivo y académico de China. A veces paso
por la Puerta Desheng y veo el cartel de
la Sede Central del Instituto Confucio
f lanqueando ese enorme edificio que
asemeja el rostro del propio Confucio.
Además, soy conocedor del encanto y del
espíritu pionero de la directora Xu Lin.
En menos de diez años se han esta-
blecido en todo el mundo 440 Institutos
Confucio y 646 Aulas Confucio. El éxito
conseguido es mayor que el obtenido en
su tiempo por el propio Confucio, pues
en toda su vida el número de discípulos
alcanzó unos tres mil, de los cuales sólo
72 destacaron sobremanera. Desde su
creación, he visitado cinco Institutos
Confucio en distintos lugares del mun-
do. Estos centros educativos tienen el ob-
jetivo de difundir la cultura china para
que los extranjeros la conozcan bien, ade-
más, han hecho una gran contribución
a la hora de mantener la paz mundial y
fomentar la unión universal.
A mi entender, el Congreso Mundial
de los Institutos Confucio es como la
cumbre de las artes marciales apareci-
da en una novela del gran escritor Jin
Yong, en la cual los mejores maestros se
reúnen para intercambiar experiencias
y métodos didácticos, lo que fomenta el
conocimiento mutuo y se logran grandes
avances.
Hace tres días, asistí a una conferen-
cia sobre el intercambio cultural entre
China y el extranjero. Ahí pronuncié
un discurso de diez minutos que no me
satisfizo. En el discurso de hoy quiero
hablar desde tres aspectos. El primero
de ellos se inspira en la idea de que para
conocer bien China hay que indagar en
la perspectiva histórica.
Hablo desde la propia experiencia.
Hace unos años, volví a Gaomi, mi pue-
blo natal en la provincia de Shandong,
para celebrar el cumpleaños de mi padre,
quien me dijo que durante su vida había
experimentado muchos períodos distin-
tos y que sus últimos años eran los me-
jores. Nunca imaginó que pudiera tener
una vida tan buena como la que goza en
la actualidad. Así me confesó que China
“ha de agradecer al Partido Comunista,
mientras que el pueblo de Gaomi debía
dar las gracias a Wu Jianming”. Se refe-
ría al secretario del comité de Gaomi en
aquel momento. ¿Por qué le quería dar
las gracias? Porque Wu resolvió el proble-
ma del abastecimiento de agua para sus
ciudadanos. En Gaomi el agua contenía
una alta densidad de fluoruro. Una de las
consecuencias de beber este agua era que
los dientes se volvían amarillos, lo cual
hacía que sus habitantes fueran fácilmen-
te reconocibles en Beijing o en Shanghái.
Además tenía otra consecuencia todavía
más grave: los huesos se hacían frágiles.
Fue Wu Jianming quien logró traer el
agua corriente a las miles de casas de
Gaomi.
Él simplemente hizo lo que tenía
que hacer, sin embargo, ninguno de sus
predecesores remedió el problema del
agua. Las palabras de mi padre eran
muy simples, aunque no contentaron
a unos parientes jóvenes que dijeron:
“No hay nada que agradecer, solo son
funcionarios corruptos”. Este asunto me
hizo pensar. ¿Por qué dos generaciones
de una misma familia tienen opiniones
tan dispares? Lo que ocurre es que tienen
diferentes maneras de examinar la rea-
lidad. Mi padre nació en 1923, así que
compara su vida actual con la que tenía
en el pasado. Experimentó la guerra, el
hambre, diversos movimientos políticos,
etc. Su generación sufrió mucho. Ahora
ve que se puede comer bien y vivir có-
modamente, que la sociedad es estable.
No hace falta pagar impuestos, incluso
te conceden subsidios para el cultivo del
trigo y del algodón. Mi padre lo que hizo
fue hablar desde el corazón y examinar
la sociedad actual desde una perspectiva
histórica, haciendo una comparación
vertical.
Por su parte, mis sobrinos, nacidos
entre 1980 y 1989, han conocido siempre
una vida relativamente fácil y sin preocu-
paciones, por lo que su comparación es
horizontal. Existe la paradoja de que
algunas personas menos inteligentes que
ellos tienen mejores trabajos, mientras
que otros más vagos en el trabajo se ha-
cen más ricos. Todas estas cosas en sus
ojos reflejan la injusticia de la sociedad
contemporánea.
Estos dos puntos de vista generacio-
nales me hacen pensar que cuando se
realiza un estudio sobre China, realista
o ideológico, se tiene que hacer también
una comparación vertical y horizontal.
La opinión histórica y realista forma,
junto con la comparación vertical y ho-
rizontal, un único foco. De este modo,
es posible conseguir una valoración más
o menos justa y objetiva sobre el tema de
estudio.
El segundo aspecto del que quería ha-
blar se refiere a que para estudiar China
hay que introducir un método compara-
tivo.
En una conferencia de sinología ce-
lebrada hace unos días, me senté junto a
un miembro de la Academia de Ciencias
A TRAVÉS DEL TIEMPO
¿Cómo era realmente Confucio?
Quizás, mil lectores se imaginan mil
maestros Confucio. Durante la octava
edición del Congreso Mundial de los
Institutos Confucio 2013, el Premio
Nobel de Literatura, MoYan, pronun-
ció un discurso cultural en el acto de
clausura. Al subir al escenario se escu-
chó un cálido y prolongado aplauso.
Frente a las miradas expectantes de
todos los asistentes al congreso, el
escritor chino habló con naturalidad
sobre Confucio y sobre el Instituto
Confucio, y compartió con la audien-
cia su pensamiento sobre la cultura,
la sociedad y la vida.
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