- El plagio no constituye una conducta exclusiva del alumnado, constituye una realidad mucho más amplia sobre la que nos tenemos que posicionar.
El plagio no es un problema que afecte únicamente al alumnado, ya que diferentes estudios han puesto de manifiesto que está ampliamente difundido entre el profesorado, junto a otras prácticas de deshonestidad académica y en gran medida por los mismos motivos por los que plagian los alumnos, como la falta de tiempo, el fácil acceso a contenidos a través de Internet, la complejidad de las tareas a realizar o la creencia de que no van a ser descubiertos (Memon y Mavrinac, 2020; Pupovac y Fanelli, 2015). Pese a ello, cada vez existe a todos los niveles una menor tolerancia frente a este tipo de conductas, por lo que evitar el plagio constituye un compromiso ético de trabajo que debe asumirse desde los estadios iniciales de nuestra trayectoria académica.
- El plagio no debe consistir en un juego de policías y ladrones.
En la mayoría de las ocasiones el plagio no será detectado o sus consecuencias no serán muy duras. Por ejemplo, el estudio de Brimble y Stevenson-Clarke (2006) puso de manifiesto que el 92% de los estudiantes admitieron que tuvieron conductas académicas inadecuadas que no fueron detectadas. Que existan pocas posibilidades de ser “pillados” o que las sanciones sean livianas, no implica que debamos asumir esta conducta como válida, ni centrar nuestros esfuerzos en tratar perfeccionar o disimular esta técnica del “engaño”. Arriesgarse a ser “pillado” plagiando constituye un descrédito que no debemos asumir.
- Redactar cumpliendo los estándares académicos no es una tarea rápida ni sencilla pero el esfuerzo vale la pena.
Aprender a reconocer la autoría y citar adecuadamente la procedencia de la información y las ideas exige tiempo y dedicación, pero vale la pena el esfuerzo dedicado, ya que nos hace crecer como personas y nos prepara y nos capacita como profesionales. Plagiar constituye un trabajo mecánico que no aporta ningún valor; en cambio redactar y citar de forma adecuada nos convierte en generadores de conocimiento.
No se debe perder de vista que el daño que causa el plagio es grande: daña el honor de quien lo realiza, daña a quien se le niega la autoría, daña a quien trabaja honestamente, daña a la credibilidad y la reputación de la institución en la que se estudia y daña, en definitiva, a la sociedad en su conjunto.
¡Piénsalo!