La llegada de la LOMCE supone la desaparición de la PAU o Selectividad. El nuevo modelo ha generado mucha incertidumbre, pero finalmente será más parecida a la prueba actual de lo que parecía
17 de junio de 2016
La llegada de la LOMCE ha llenado de incertidumbre a alumnos, padres y profesores por igual. La implantación de una nueva ley educativa siempre suele generar cierta incomodidad y confusión, ya que supone una remodelación a gran escala que lleva tiempo. La LOMCE, específicamente, ha causado mucho revuelo y numerosas voces críticas se han alzado en su contra.
Una de los puntos álgidos del debate se ha centrado en torno a las reválidas. La nueva ley plantea 3 ‘reválidas’ o exámenes de final de ciclo. De esta manera, los alumnos deberán realizar un examen de final de Primaria, uno de final de Secundaria y uno de final de Bachillerato.
La diferencia entre estas tres pruebas es que dos de ellas (la de Primaria y la de Secundaria) serán orientativas, mientras que la de Bachillerato puntuará para entrar en la universidad o en un ciclo superior.
La reválida de 6º de Primaria será puramente orientativa. Los alumnos se someterán al examen, pero no tendrán obligación de aprobarlo para seguir cursando sus estudios; sino que los resultados servirán de guía para los docentes sobre el estado de sus alumnos. La reválida de 4º de Secundaria, por otro lado, sí que conlleva la obligación de aprobarla para poder seguir estudiando. Los resultados de esta prueba no afectarán a las notas de acceso a la universidad, pero será imprescindible obtener por lo menos un 5 si se quiere acceder a la educación superior.
La reválida de Bachillerato será la sustituta de la actual PAU o Selectivo. Los planes originales de la ley proponían unificar todos los exámenes en un mismo modelo, que se llevaría a cabo en todas las Comunidades Autónomas el mismo día, al mismo tiempo y con los mismos contenidos. Sin embargo, las quejas de las diferentes CCAA han terminado por modificar la hoja de ruta. De esta manera, el Ministerio de Educación establecerá el marco general de la prueba (contenidos, asignaturas, etc), mientras que las distintas regiones serán quienes determinen las preguntas, las fechas, los lugares y las correcciones.
La reciente modificación de la LOMCE también descarta la idea de que la reválida fuera tipo test, ya que se entiende que este modelo no se adapta a los contenidos que se estudian durante el Bachillerato. Por otro lado, la ley permite a cada universidad que, si quiere, puede poner sus propias pruebas extra, pero no las obliga, y resulta improbable que lo hagan.
Por último, las ponderaciones y formatos de las pruebas se mantienen respecto a la antigua Selectividad: 5 asignaturas troncales obligatorias, 2 optativas y 1 específica. El examen seguirá puntuando sobre 10 con la posibilidad de alcanzar el 14 si se cursan las optativas. Además, se mantendrán las ponderaciones a la hora de realizar las notas finales, contando el Bachillerato un 60% y la reválida un 40%.